cUARENTA años de trabajo avalan a La Cuadra, la compañía impulsada por Salvador Távora (Sevilla, 1934), un dramaturgo ferozmente comprometido con el ser humano, lo popular y lo andaluz. En la memoria quedan algunos de sus espectáculos, como Crónica de una muerte anunciada, Alhucema (Premio Ercilla) y su revisión de Carmen, una ópera teatral y flamenca que la compañía ha recuperado y presenta mañana en el bilbaino Euskalduna Jauregia.

Carmen, espectáculo impregnado del particular universo sonoro, musical, plástico y dramático de Távora, se estrenó hace 18 años y se ha escenificado casi un millar de ocasiones en una treintena de países. Su autor suele contar que su Carmen -premio Max de las Artes Escénicas- poco tiene que ver con la ópera de Bizet, que tomó la novela de Merimée como punto de partida. Távora utilizó su “indignación” -en la versión de Bizet “no aparecía ni un andaluz honrado”- para crear una Carmen que, como todas las obras de La Cuadra, se ofrece diferente y repleta de personalidad, con sus metafóricos pies bien asentados en las raíces andaluzas y, por tanto, mezclando cante, baile, ópera y teatro. Y hasta un caballo andaluz de alta escuela sobre las tablas.

Carmen es “una ópera flamenca de cornetas y tambores”, según Távora, ambientada en Triana en la segunda década del siglo XIX, cuando el General Riego se sublevó para defender la Constitución de Cádiz de 1812. El montaje presenta a una popular Carmen, “orgullo de sus compañeras de trabajo por liderar cuantas sublevaciones se organizaban contra los convencionalismos sociales de su época que aplastaban la libertad y la dignidad de las mujeres trabajadoras”. Es la dramática historia de la trianera que vivió acorralada y murió asesinada por querer ser libre, siendo pobre, mujer, obrera y gitana.