BILBAO - El fin de semana pilló desprevenidos a algunos artistas y responsables de museos con los que colaboraba Nestor Basterretxea, pero ayer estaban encantados de poder hablar de él, aunque tenían la impresión de que era difícil contar algo diferente a lo que otros colegas ya habían dicho sobre él. Así lo manifestaba la directora de Euskal Herria Museoa, Felicitas Lorenzo, quien subrayaba que “estoy encantada de haberle conocido, como autor y como ser humano. Era supergeneroso y un fabuloso pensador. Creo que el penúltimo que nos quedaba de aquella generación”.

El Museo que Felicitas dirige en Gernika acostumbra a presentar enfoques etnográficos vascos, y para ello “Nestor buceó en las claves de la cultura vasca y la reelaboró, con una profunda reflexión. Él y sus contemporáneos hicieron una reinterpretación y supieron proyectarla”, dice, añadiendo que Basterretxea era un gran trabajador: “Siempre estaba jo ta ke. Cuando expuso hace ocho años en Euskal Herria Museoa siempre venía con un regalo en la mano...”. Esas cualidades, señala Lorenzo, maridaron a la perfección con las capacidades y conocimientos del crítico de arte Xabier Sáenz de Gorbea, quien comisarió El Guernica de Nestor Basterretxea. Ante la noticia del fallecimiento del escultor, Felicitas recordó que le llevó a unos astilleros para preparar una escultura pública y “cómo trataba a la gente, cómo conectaba con ellos. Y, ante nuestra exposición, se mostraba como si le hubieran hecho la antología de su vida”.

Xabier Laka, que tuvo “el gran honor” de compartir dos exposiciones con él -una de ellas en Poznan, Polonia-, también se emociona al recordarle “franco, directo, generoso” y “un artista muy completo para aquella época, que nos aportó mucho. No sé si va a volver a haber una generación de esa categoría”, estima, evocando a Balerdi, Oteiza, Ortiz de Elgea o el expresionismo social de Ibarrola, que tanto “conmovía”. En suma, “una generación que valoraba la cultura como algo más que arte, como elemento aglutinador”. Laka, que nació en 1952, teme que ahora falte ese ímpetu y que el individualismo impida “el amor a la cultura de gente solidaria, con interés por la política, que veían en la cultura su parte reivindicativa. En el caso de Basterretxea, Chillida o Ibarrola era una filosofía de vida: combatir el mensaje del franquismo”. Además, Laka alaba cómo Basterretxea modernizó aspectos de la mitología, como las estelas, “dándoles un toque vanguardista”, así como sus diseños, collages y otras manifestaciones tan avanzadas para su contexto.

apagando velas La visión que tiene Laka de Basterretxea comulga con la de su colega y amiga Begoña Intxaustegi. “Nestor fue el primer artista que formó parte del Ministerio de Cultura, estando Labayen en el Gobierno vasco. Celebramos su nombramiento en el restaurante Santxotena de Gasteiz, y me tocó comer con Nestor a la izquierda y Oteiza a la derecha. Como Jorge era provocador y divertido, pidieron dos candelabros grandes de plata, encendieron las velas en representación del Arte y la Cultura y apagaron las velas de uno de ellos, en simbología a la falta de cultura de algunos políticos”, recuerda la artista y directora de Amiarte.

El escultor Mikel Anjel Lertxundi también ahonda en la figura del bermeotarra: “Nestor Basterretxea nos deja en herencia, además de una amplia y valiosa obra, el ejemplo de la fuerza y del tesón necesarios para trabajar mucho con poco reconocimiento, sin perder la ilusión por el camino”. El de Berriatua destaca que el creador “era muy abierto en todo, hasta en su misma obra. Un creador polifacético. Un hombre generoso y con mucho sentido del humor”.

Para Lertxundi, y a diferencia de otros colegas, “Basterretxea era por encima de todo escultor. Aunque haya trabajado diversas disciplinas artísticas creo que todo lo hizo con visión de escultor. La serie Cosmogónica es a mi parecer su obra cumbre, una valiosa aportación. Por suerte, tuvimos en el siglo XX un gran investigador de nuestras raíces y de nuestra cultura, Barandiaran, quién nos aportó valiosos conocimientos, y Basterretxea y su generación crearon con mucho acierto la estética de esas investigaciones”.

En el caso de Darío Urzay, no tuvo trato directo con Basterretxea -mientras Ibarrola sí le dio clase-, y tampoco destaca una gran afinidad entre la obra del bermeotarra y la suya, admitiendo que le gustan más unas creaciones de Basterretxea que otras. En cambio, sí alaba el “indudable arquetipo de artista del país que desarrolló, la importancia que tuvo en la cultura del país. Era un personaje interesante y coherente con lo que pensaba”. Así, más allá de sus diseños, su cine y sus esculturas, Urzay recuerda “un tipo del arte vasco, como un mito” que representó la generación que ahora cierran Ibarrola y Sistiaga.

Juan Ignacio Vidarte, director del Guggenheim, también tiene palabras para el artista: “Nos abandona uno de los grandes artistas de nuestra época. Resulta complicado hablar solo del Basterretxea escultor, ya que su obra ha impregnado todos los ámbitos de nuestra cultura y cotidianeidad. Su Cosmogónica Vasca, su serie más reconocida, y su obra pública son parte de nuestro día a día, pero no debemos olvidarnos de otras obras que le atestiguan como un referente absoluto del arte contemporáneo, como el cortometraje Operación H, primera de sus incursiones en el cine y en el que colaboró con Jorge Oteiza, y su colaboración y participación fundacional y activa en grupos tan significativos como Equipo Forma, Equipo 57 y sobre todo en Gaur”.