Bilbao - Seguro que el hawaiano Jack Johnson no conoce la canción de Loquillo Esto no es Hawai. El exsurfero profesional, tan guay, sencillo, melódico y falto de pretensiones como en su visita anterior, regaló calma y provocó un triunfo tranquilo ayer al BBK Live con sus canciones playeras, entre el folk y el pop tranquilo, antes del desembarco furioso y electrónico de los reyes de la velada, The Prodigy, que no habían saltado a escena al cierre de esta edición. Durante la tarde hubo de todo, del country pop preciosista de Conor Oberts a la fogosidad folk rock de Frank Turner y la indietrónica de Bastille.

Eran las 19.00 horas cuando, en el escenario Heineken, saltó a escena Conor Oberst. El estadounidense era una de las delicatessen del cartel, un joven que en la última década ha dado múltiples muestras de su genialidad al frente de Bright Eyes. En Bilbao propuso un remanso de paz, en el que su cálida voz se dejó acompañar por el grupo Dawnes. Desde su arranque con Time forgot, de su último disco, al que siguió Zigzagging toward the light, Conor, ataviado con un sombrero, dio una lección de elegancia, de un pop bonito, de estribillos sencillos, con guiños folk, rock y country que rozó la perfección en sonido y en el que tuvieron cabida temas propios y de su grupo principal.

Dolió abandonar a Conor, pero coincidiendo con su máster estaba oficiando el suyo Frank Turner, en el escenario dos, junto a su grupo, The Sleeping Souls. De dormidos, nada. Bien vivos y a tope cuando llegamos frente al escenario. Poco conocido, Frank seguro que ya forma parte de los favoritos de más de uno de los fans que bailaron, sudaron y palmearon con él. Sus canciones parten del legado folk, pero por sus armonías corre la filosofía del rock y la rabia del punk. Rescataron temas antiguos y repasaron Recovery, su último y más accesible álbum, y, todo fogosidad y entrega, como unos Pogues sobrios, inflamaron a la audiencia con una recta final en la que destacaron I still believe (“todavía creo en los santos”, cantó en homenaje a Elvis, Jerry Lee Lewis y Johnny Thunders) y Four simple words, de engañoso inicio pero caña punk. “Quiero bailar y enamorarme”. Con esta petición acabó Turner. Y haciendo bailar, tomó el relevo Bastille en el escenario principal con la cobertura de la banda sonora de Twin Peaks. Lo suyo tiene poco que ver con el folk? y con el rock. Estos jóvenes ingleses, un fenómeno en su país y proyecto emergente por estos lares, son Dan Smith y varios músicos que le bailan el agua. Empezaron con Bad blood, tema de ligera brisa reggae que da título a su disco, y lo repasaron a conciencia, sonando entre poppies e indietrónicos, siempre alegres y bailables, alternando el ritmo (Laura Palmer y el electrónico The weight of living) con temas calmos (Overjoyed), y firmando un arreón final incuestionable (su adaptación de Rhythm of the night y Pompeii), que hizo a la chavalería añorar una buena dosis de desodorante.

Calma ante de la tempestad Faltó el fuego de la hoguera, la tabla de surf y el arrullo de las olas. Ahí se habría sentido más cómodo Jack Johnson, un tipo que vende millones de discos pero que sigue pareciendo tu vecino de al lado. Reverso del estrellato mal entendido, el hawaiano ofreció una larga hora de calma antes de la tempestad de The Prodigy. Sin grandes alardes instrumentales (solo se lució el teclista, a la melódica y el acordeón) ni visuales, repasó éxitos antiguos y temas de su CD actual. Costó diferenciarlos porque se revelan como fotocopias, pero entre el inicial Good people y el Better together de la despedida, dejó clásicos como Wasting time y Banana pancakes, que, al igual que sendos tributos a Buddy Holly y Led Zeppelin, transmitieron buen rollo y un éxito tranquilo y sin arrebatos. De hecho, las más jóvenes de las 40.000 almas que abarrotaron Kobetamendi aprovecharon las canciones de Johnson para reponer fuerzas ante una noche que se avecinaba larga y que abrieron Foster the People. El trío, liderado por su peculiar cantante de voz aguda y aficionado al falsete, Mark Foster, supo encadenar los temas más pop y bailables de sus dos discos (brillaron Helena Beat y Coming of age), con sorprendente fuerza rockera en ocasiones. A la hora de cerrar esta edición, los fans esperaban desmadrarse con su hit Pumped up kicks.