"La música es una herramienta maravillosa para humanizar la sociedad y el capitalismo en el que vivimos"
El joven, y a la vez veterano, guitarrista cierra hoy la temporada de Bilbaoko Orkestra Sinfonikoa (BOS) con su estimada pieza 'El concierto de Aranjuez'
Bilbao - Pablo Sáinz Villegas (La Rioja, 1977) se considera un "músico del pueblo" que sabe cómo conectar con el público y transmitirle sus acordes, sus valores y su filosofía de vida. Sin olvidar la magia...
'El concierto de Aranjuez' es una pieza especialmente significativa para usted, ¿no es así?
-Sí, interpreté esta obra en mi debut con la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Fue muy emocionante. Después de haber asistido tantas veces al Lincoln Center como público, estar al otro lado del escenario fue inolvidable. El concierto de Aranjuez forma parte de mi vida, la he tocado cientos de veces y cada vez es una interpretación nueva, la hago mía. En cierta manera, intento fundirme en las emociones del compositor (Joaquín Rodrigo) y transmitírselas al público. Al fin y al cabo, de eso se trata, de participar en ese viaje emocional que es la música.
Con esta pieza también debutó ayer con la BOS.
-Es cierto. El año pasado participé en el Festival Musika-Música, en el Palacio Euskalduna de Bilbao, pero hasta esta ocasión no había tocado con la BOS. Soy riojano, me siento muy cercano a la idiosincrasia vasca. Somos gente muy noble, ávida de emociones, de disfrutar de la música. Me hace mucha ilusión venir aquí, para mí es casi como tocar en mi tierra.
Aunque 'su tierra' abarca cada vez una mayor extensión; su identidad es internacional. ¿Aún siente apego por las raíces?
-Por supuesto. Las raíces de uno son muy importantes, hay que llevarlas allá por donde vaya uno. Las raíces te definen como persona y es lo que te hace único cuando viajas por otros lugares del mundo. Prácticamente es una responsabilidad compartir las raíces con otras personas de diferentes culturas, idiomas, etc.; porque es en esa convivencia donde se gesta el aprendizaje como civilización. Viajo desde que tengo 18 años y para mí es muy emocionante, ese intercambio con otras culturas crea riqueza en mi vida. Además, es una de mis mayores inspiraciones como músico.
En sus viajes, imagino habrá percibido contrastes entre países respecto a cómo viven la música.
-La música es un lenguaje universal, toda persona con un mínimo de sensibilidad -todos somos sensibles o al menos tenemos la capacidad para serlo- conecta con ella. Respecto a la percepción musical de un país, sí que puedo decir que los cinco años que estuve viviendo en Alemania fueron una de las experiencias que más me ha conmovido y de la que más he aprendido. Para la sociedad alemana, la música es parte de su patrimonio cultural, como para nosotros puede serlo el arte románico. Admiro el profundo respeto que guardan por la música clásica y por la figura del músico. Por lo demás, cada país tiene cierto acercamiento a la música... De todos modos, quienes asisten a un concierto acuden predispuestos a emocionarse, a disfrutar. Y eso es igual en Rusia, Australia, China o África.
Lo importante es el público.
-Un músico sin el público no tendría sentido. La música se basa en un acto de generosidad, se trata de compartir, es entonces cuando surge la magia de la música en vivo. El público, con su sensibilidad, aporta sentido a la música y compensa todo el esfuerzo y dedicación del músico.
Esa generosidad y universalidad de la música, ¿son las señas de identidad de su proyecto filantrópico 'El legado de la música sin fronteras'?
-Efectivamente, una de las principales conclusiones de este proyecto que inicié en Tijuana (y también en San Diego) en 2007 es que la música llega a todo el mundo, con independencia de toda condición socioeconómica, religiosa o de cualquier índole. He comprobado el gran impacto que la música provoca en niños y jóvenes que nunca antes habían tenido acceso a la música clásica ni al arte. Viven en entornos agresivos, tienen influencias negativas y, sin embargo, la música les sobreviene como un tsunami y les descubre una parte de su sensibilidad que no habían desarrollado debido a sus circunstancias desfavorables.
¿Cuántos niños y jóvenes han superado esas barreras con la música, gracias a este proyecto?
-Durante todos estos años, en esa región he tocado para unos 15.000 escolares, y se han financiado ocho programas de música. Desde hace dos años, este proyecto también se desarrolla en La Rioja. Trato de mostrar mi filosofía de vida: disfrutar de los buenos momentos y luchar en los complicados. Echarle coraje y mantener el rumbo en la tormenta. Cuando conozco a estos niños, lo único que veo son oportunidades, potencial. Futuro. Intento transmitirles que si son responsables de las decisiones que toman cada día, poco a poco lograrán encaminarse al futuro que desean. ¡He vivido mil historias con ellos, tan conmovedoras!
¿Alguna en especial?
-Por ejemplo, recuerdo a un joven que, tras su participación en uno de los programas de esta iniciativa, cruzaba cada día la frontera de Tijuana -la más transitada del mundo, en el mejor de los casos son 3 horas caminando-, para recibir clases de Música. También destacaría el caso de una niña que, al escuchar Asturias de Albéniz, estuvo aprendiendo a tocar esta pieza durante una semana, dedicándole entre 2 y 3 horas diarias. Y lo hizo a través de Youtube, copiando cómo colocaban los dedos en la guitarra quienes interpretaban esta pieza en los vídeos...
Se cumple su máxima de que la música llega a todo el mundo.
-Así es. No importa si tienes conocimientos musicales o no, si has ido muchas veces a conciertos o no has ido nunca... Animo siempre a todo el mundo a que no tenga miedo de contactar con el arte y la música, de vivir una sensación nueva. Si uno acude a un concierto con una actitud abierta y positiva, aunque no sepa nada de música, se conmoverá. Los entendidos en música perciben la música desde cierto ángulo, quizá más analítico. Pero quien no sabe absolutamente nada, la recibe con tal frescura que experimenta un sentimiento muy puro de la esencia musical. En ese sentido, me considero un músico del pueblo.
¿A qué se refiere?
-Desde que era niño me he sentido muy cercano a la gente. Sé lo que le gusta, sé cómo conmover al público... porque formo parte del mismo. Soy uno de ellos. Para mí, una de las mayores recompensas es llegar a alguien que no guarda una gran relación con la música, descubrirle esa emoción. Por supuesto, ¡los melómanos siempre son bienvenidos!
Se refiere a la música como un "viaje emocional". ¿En qué fase de ese periplo se halla?
-La resumiría en una palabra: madurez. Esa madurez musical me hace sentir muy bien, me permite contemplar la música con otros ojos, sentirla a un nivel más profundo... Ahora puedo imaginar lo que sentía el fallecido Frühbeck de Burgos, cuando a sus 80 años decía que estaba dirigiendo sus mejores conciertos... Mi viaje emocional transita por la madurez, me siento más entregado y comprometido que nunca. La música es abrirte al público; cuanto más des, más se va a conmover.
En más de una ocasión ha mostrado su gratitud hacia todos los profesores de su carrera.
-He tenido seis desde que empecé de niño, a los seis años. Con todos ellos guardo excelente relación y les estoy profundamente agradecido. Les debo una parte importante de lo que soy. Lo que resta de mí son las emociones que he vivido -y que comparto en escena-, el talento -con el que nací-, y la exigencia a mí mismo. El arte debe basarse en la excelencia, y para alcanzarla se precisa determinación. Mantener el rumbo inamovible en los buenos y en los malos momentos.
¿Mejoraría la situación si en lugar de tanta tertulia política televisiva se retransmitieran más conciertos de música clásica?
-¡Sin duda! La música es una herramienta maravillosa para humanizar nuestra sociedad, el capitalismo en el que vivimos. Personalmente, no soporto las tertulias políticas, están cargadas de ira; y creo que lo que necesitamos en este momento es desarrollar nuestra responsabilidad personal y social. Son necesarias las instituciones, ¡y los semáforos!; pero también considero necesario humanizarnos un poco más en el ámbito educacional, cultural, social. Todo se reduce a eso: a desarrollar valores humanos; como la empatía, para crecer juntos, evolucionar. Existe una fuerte necesidad de promover experiencias emocionales que nos conecten con nuestro propio ser. Reconozco que son pensamientos muy idealistas y un tanto utópicos, pero estos son mis valores como guitarrista, en los que creo profundamente y creo mi deber transmitirlos... luego ahí están los políticos para no promulgarlos.
¿En qué medida nos humaniza la música?
-La gente está ávida de un abrazo. Hay mucho Facebook, mucho Twitter, pero cada vez hay menos abrazos. Y lo más importante es conectar con aquello que nos hace más humanos: la naturaleza, la familia, los amigos, el arte... la música. Jamás se ha escuchado tanta música -de cualquier estilo- como ahora, y eso es maravilloso, vivimos un momento en que el mundo se ha reconectado con la música, que pertenece a esos fenómenos que no vemos pero sí sentimos, esos que provocan la magia y hacen que la vida tenga sentido, que sea más especial y misteriosa...
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