LAS célebres Señoritas de Avignon de Pablo Picasso le cautivaron tanto como las chicas del cancán que aparecieron por primera vez en los salones de baile de la clase trabajadora de Montparnasse, allá en aquel París alegre. Tanto, digo, que el tiempo recuerda a Georges Braque, el viejo pintor y escultor francés como uno de los tres creadores básicos del cubismo, junto al propio Pablo Picasso y a Juan Gris. Su espíritu apareció ayer en el museo Guggenheim en una magna exposición de quien fuera conocido como el pintor del silencio, quizás por contraste con la todopoderosa voz del Pablo malagueño.
Cuentan los crónicones de aquellos años que Pablo y Georges fueron vecinos en Montmartre y se alimentaron uno al otro, pero a Braque la historia no le reservó el mismo hueco en el álbum: él no tiene el nombre de Picasso en la calle. Y, sin embargo, en el mundo del arte gasta un reconocimiento universal que ayer revoloteaba entre los salones del Guggenheim. No en vano, en los corrillos del atrio del museo todo eran elogios a una muestra que retrata con ojo de fotógrafo de la agencia Magnum una vida intensa, en la que se incluyen las heridas de la Primera Guerra Mundial, las horas de taller, los días sin música o los pájaros del Louvre. Toda una vida que cabía en el museo merced al extraordinario trabajo de la comisaria Brigitte Leal.
Tan es así que salió a saludar, es un decir, en la puesta de largo junto al presidente del BBVA y de su Fundación, Francisco González (no en vano la entidad financiera apostó por la obra y el recuerdo de Georges...), la consejera de Cultura, Cristina Uriarte; el diputado general, José Luis Bilbao, y el director de la pinacoteca, Juan Ignacio Vidarte. Todos ellos sonreían. Al fin y al cabo, conocían la importancia de la muestra.
invitados contentos Los asistentes comulgaban con esa sensación: todos estaban contentos. Entre ellos se encontraban Josune Ariztondo, Rafael Pardo, director de la Fundación BBVA, Jorge Sáenz Azcúnaga, Susana Rodríguez Vidarte, Catherine Chagneau, Philippe Platel, Pilar Aresti, Agustín Ramos, Roberto Saenz de Gorbea, el artista Bingen de Pedro, Alberto Ipiña, Cristina Wojcik, Javier de Juana, Ane Alonso, Nahia Erreguerena, María Agirrezabal, Alana Stoel, Begoña Ruiz de Eren-tzun, Benedicto Martínez, Estrella Hernández, Tomás Uribe-Etxebarria, Sylvie Lagneaux, Javier Caño, Berta Longas, Maite de la Fuente, Carlos Gómez Menchaca, José Luis Neyro, Patxi Ortún, José Ramón Bikandi, María Jesús Ortega y un buen número de admiradores geómetras.
Hubo quien susurró que Georges no era un enemigo a la altura de Neymar y que había menos foro del habitual. No daba esa impresion. En el atrio se pudieron ver los rostros de Josu Bergara, Rosa Edo, Tomás Unzeta-Barrenetxea, Joseba Jauregizar, Olatz Candina, Olga Corbatón, Ana Arana, Luis Ramón Arrieta, Amaia Rivera, Raquel Saenz de Tejada, Arturo Trueba, el artista Anton Hurtado, Julián Ortega, José Ramón Olaizola, Marino Montero, Elena Marsal, Daniel Ardanza, Joseba Martínez y así toda una población de seguidores de aquel artista que, callandito, callandito, ha llegado hasta hoy.