bilbao
Hay quien ya los ha bautizado como los Medicis del videoarte. Emilio Pi y Helena Fernandino (Iruñea, 1954) son un matrimonio de empresarios navarros, afincado hace años en Madrid, que descubrieron su amor por el arte contemporáneo en los míticos Encuentros de Iruñea en 1972, la primera feria internacional de arte experimental que se celebró en el Estado. En la actualidad, son referentes en un momento en el que coleccionar vídeo sigue siendo algo minoritario, pese a que vivimos en una cultura completamente audiovisual.
Fernandino y Pi empezaron a comprar obras con sus primeros sueldos y, con el tiempo, el videoarte ha acabado constituyendo el 60% de su colección, aunque también adquieren fotografía, pintura y escultura. En su casa, en una calle céntrica de Madrid, atesoran casi 300 obras de videoarte (90 piezas entre instalaciones, proyecciones y monocanal y un archivo de más de 200 obras en edición limitada y copia de artistas), que ARCO reconoció en 2010 como la mejor del Estado.
A ambos le interesa el arte de sus contemporáneos y esa pulsión les ha llevado a esta gran pasión. "¿Por qué apostamos por esta forma de expresión artística? Por nuestra educación artística, éramos cinéfilos y sentíamos una gran atracción por la imagen en movimiento. Empezamos a coleccionar en otros formatos más convencionales, como fotografía, pintura y escultura, pero en los noventa ya apostamos por el vídeo como medio artístico", explica Helena Fernandino, que junto a su marido, ha participado hace unos días en una charla en el Guggenheim de Bilbao sobre coleccionismo, organizada por la Fundación ARCO.
Además, coleccionar videoarte tiene otra ventaja, en opinión de estos empresarios navarros. "Una de las grandes posibilidades que da la colección de vídeos es poder disfrutar de muchas piezas que en otros formatos, por razones obvias de espacio, no se podrían tener. En nuestra vivienda tenemos catorce pantallas donde se pueden proyectar las piezas, aunque también hay algunas instalaciones que, lógicamente, necesitan más espacio", explica Pi.
Así, por ejemplo, en el salón de su casa, sin puertas y paredes abiertas a espacios comunes, se proyectan los vídeos de Fiona Tan, Rain (2001), uno de las preferidos de Helena. "Me encanta ponerlos, sobre todo, en verano", confiesa. Están grabados durante los monzones y en ellos se oye el estruendo de la lluvia que un perro contempla absorto mientras dos cubos se desbordan continuamente con el agua.
La colección de estos empresarios navarros recorre desde grandes clásicos del videoarte, como Marina Abramovic o Fischli & Weiss, a miradas más recientes como los artistas vascos Sergio Prego o Jon Mikel Euba. Entre los creadores internacionales destacan también obras de Tony Ousler, Carlos Amorales, Vanessa Beecroft, Willie Doherty, Tracy Emin, Douglas Gordon, Cao Guimaraes, Laurence Weiner o Yang Fudong. Por ejemplo, en Home (2001), una de las obras de Sergio Prego, se evidencia la analogía entre sus propuestas escultórico-audiovisuales y la música electrónica: la representación del espacio mediante ritmo, narración y secuenciación. En otras obras de la selección, como Look Again (2004) de Yang Fudong, la influencia del cine de Hollywood es evidente.
"Nos gusta compartir las obras con nuestros amigos, en nuestra casa, en galerías, en museos, en exposiciones, que también hemos comisariado nosotros", explican. Algunas han sido recientemente exhibidas en el Centro de Arte Reina Sofía (Acciones y Situaciones, Madrid, 2008), en el Centro de Arte Dos de Mayo (Gustos, colecciones y cintas de video, Madrid, 2008) y en el proyecto Cinema Loop de ARCO (2010).
apuesta arriesgada ¿Por qué existe tanto reparo entre los coleccionistas privados a la hora de incorporar a sus fondos el videoarte? "En cierta medida, supone romper el criterio tradicional. Cuando compras un cuadro o una fotografía estás adquiriendo algo único, una pieza que puedes colocar en tu pared. En el caso del videoarte estás comprando algo intangible de un artista, en un formato no estable. Es algo que todavía aquí no se entiende demasiado, pero en el extranjero cada vez hay más galerías y coleccionistas que apuestan por esta expresión artística", explica Pi.
En cuanto a la piratería digital, ambos coleccionistas asumen que el videoarte es un formato que conlleva más riesgos. "Si prestamos un DVD, corremos el riesgo de que se hagan más copias, aunque nunca nos ha ocurrido. Pero es un riesgo que conlleva el estar participando en la creación del artista. Quizás tengamos que cambiar el chip de la posesión y comprar con otra motivación, como ayudar a un artista", explica Fernandino.
Emilio y Helena están convencidos de que coleccionar videoarte es una manera estimulante de estar en contacto con el tiempo en que vivimos y de contribuir al desarrollo de la creatividad. "Se pueden encontrar piezas de 3.000, 5.000 o 6.000 euros... Hay gente que se gasta el dinero en un gran cochazo. Nosotros preferimos comprar tres o cuatro obras. Es cuestión de prioridades", confiesan (Pi es hoy director general de una empresa de comunicación, y Fernandino dirige su propio consulting de coaching para empresas).
Estos empresarios navarros han tenido también su recompensa: ambos fueron galardonados por ARCO por "su apuesta valiente y decidida por el arte de nuestro tiempo y por la incorporación de las nuevas tecnologías a la plástica contemporánea".