Donostia
LAS salas del Koldo Mitxelena de Donostia presentan y ofrecen un variado repertorio de obras de siete artistas, presentados y seleccionados al Programa de Artistas Noveles de Gipúzkoa 2013-14, compuesto por instalaciones, dibujos, objetos, videos, esculturas, collages, con ausencia de la pintura, no sabemos si por decisión del comisario de la muestra Asier Arriola o porque esta disciplina ya no se practica en las Escuelas de Bellas Artes, ni en el panorama artístico de Gipuzkoa. Los seleccionados, según el nuevo programa bianual de este concurso, además de esta exposición deberán razonar sus obras en público, y realizarán diversas actividades.
Analicemos lo expuesto en esta última edición 2013-24. Sahatsa Jaúregi (Salvador de Bahía, 1984) presenta diversas instalaciones muy interesantes, de suelo y pared, que hacen relación al mundo femenino de nuestra sociedad violenta, en el que se instalan e interseccionan objetos de cosmética femenina y fetichista sado-maso, con una clara intención interrogadora y mostrativa del mundo femenino. Hay ingenio e inteligencia en sus propuestas, resultado atrayente y divertido.
Julen Agirre (Azpeitia, 1984), realiza un ejercicio de dibujo geométrico sobre propuestas arquitectónicas de carácter racional y mínimo. Demasiado simple y reiterativo.
Mikel Otxoteko (Donostia, 1981) ofrece una videoinstalación con cinco monitores en color que ofrecen al unísono fragmentos de luchas, paisajes, rostros, y bocas, con interferencias mutuas y superposiciones, que dificultan y enriquecen un lenguaje multifocal y variado, no único. Juego con las nuevas tecnologías.
Oier Iruretagoyena (Rentería, 1988) presenta dos series de objetos, Túnel y Lengua, obras de art povera, en las que intersecciona arquitectura, escultura y pintura. Más interesante y compleja la primera que la segunda.
Antonio Macarro (Irun, 1979) realiza un filme, Expedición 2013 a los trópicos, y recoge rituales indúes, caminos y museos, acompañados por iconografías conceptuales. Demasiado lineal y conocido.
Ainice Sarasola (Orio, 1984) realiza una instalación de dibujos y un collage de cromos, de fuertes y detonantes colores, en el que se entreveran propuestas feministas y femeninas. El collage es más rotundo, y muchos dibujos de buen-mal gusto.
En la obra de Daniel Mora (Donostia, 1986) la técnica se convierte en narración: foto fija, video distorsionado, escultura de madera, paneles desestructurados, al servicio de un lenguaje diverso y confuso. Hay elementos sueltos interesantes, pero no en su conjunto.
Obras muchas de ellas experimentales, balbucientes, con intersección de lenguajes, ambiguas, indefinidas, con técnicas como el bricolaje, el collage, la superposición y la interferencia con los mass-media. Son jóvenes. Lo sabemos, pero deben trabajar y mejorar mucho.