madrid. El noruego Joachim Trier nació en Dinamarca, pero pronto se hizo noruego. En Oslo, 31 de agosto, que se estrena mañana -y fue prestrenada ayer en Bilbao con el patrocinio de DEIA-, enlaza una mirada cinematográfica directa, lírica y honesta sobre un hombre drogadicto que intenta sobrevivir en un entorno donde se debate sobre los sueños y el pragmatismo. Su segundo largometraje, que ha competido en Cannes, Sundance o Toronto, es, también, un pequeño tributo a Oslo.

¿Cómo descubriría la capital noruega?

Es una ciudad esquizofrénica. Tiene la imagen de una gran ciudad, pero al mismo tiempo es una capital pequeña de 600.000 habitantes. Es un poco aburrida, como si fuera el suburbio de Europa y al mismo tiempo, mucha gente va esperando que sea excitante.

¿Cómo se está viviendo la llegada de inmigrantes a su país?

Muchos tabloides critican que la gente del tercer mundo viene a Noruega y hacen poco por integrarse. Falta rigor y complejidad en esos artículos que se olvidan también de los desplazados o los refugiados.

Después de los atentados en Oslo y en la Isla de Utoya del 2011, ¿la cinematografía noruega ha intentado reflejar lo ocurrido?

Todavía no hay filmes que hablen directamente del terrorismo. Pronto se estrenará una película que se llama Blind. La literatura de no ficción lo ha tratado mejor. Fue un drama nacional y seguro que se tratará tarde o temprano.

¿En 'Oslo, 31 de agosto' ha intentado ocuparse de algunos estereotipos de la sociedad noruega?

En Noruega, por ejemplo, si haces una película sobre los drogadictos la mayoría de las veces aparecen imágenes de los yonquis o de gente tirada en la calle. Quería reflejar que la clase media también padece problemas fuertes de adicción.

Llama la atención que el protagonista, Anders, un hombre de 34 años, sea adicto a la heroína. Mucha gente puede pensar que se trata de una droga del pasado?

Creo que fue así en España, probablemente en la década de los 80. Pero en Noruega sigue presente. Aunque las drogas estén visibles, no es una película sobre las drogas sino sobre la crisis de identidad.

Si lo comparamos con 'El Lobo de Wall Street', de Martin Scorsese, la droga no está tan presente. La cocaína es la droga estrella en muchos de los fotogramas de la película?

¿Ah sí? Hace poco vi La gran Belleza. Me fascinó como una versión vieja de Oslo, 31 de agosto, como retrato de melancolía y decadencia.

Su película empieza con testimonios de personas anónimas que hablan de su relación con Oslo y su infancia. ¿Por qué decidió empezar así?

No quería que la película fuera una historia triste de una sola persona y necesitaba un contexto más esperanzador. Quería jugar con el espacio: el espacio vive más allá de nosotros. Es decir, podemos estar pensativos en un bar y que justo al lado la gente esté hablando de sus sueños y esperanzas. Todo en el mismo espacio, estemos o no absortos.

¿Es una celebridad en Noruega?

No, la gente del cine me conoce, pero poco más. Intento mantener un perfil bajo. No empecé en este mundo para que me conocieran.

Anders, el protagonista, es un tipo bastante popular y con contactos. Ese tipo de personas apreciadas en las fiestas nocturnas.

Me parecía interesante el mundo que le rodea. Es el final de agosto, y es una persona popular que va a fiestas. Pero el pobre tiene temores existenciales.

Los noruegos tienen pinta de ser humildes, poco ostentosos?

Bueno, no lo tengo tan claro. Como en todos los sitios, hay de todo.

¿Les calificaría de orgullosos?

No. En todo caso, los noruegos son personas que se fustigan y personas vergonzosas. Hay mucho sentimiento de culpa en nuestra cultura. El personaje de Anders ha crecido en un entorno intelectual crítico que cuestiona los estereotipos de la clase media. Es gente que tiene pareja, trabajo o ya tiene hijos, y se pregunta: ¿Y ahora qué? ¿Ya he tomado todas las decisiones que debía tomar? ¿A qué tengo que esperar?

A la muerte.

(Sonríe). Seguro que en su país pasa lo mismo, cuando ya se tiene trabajo y familia, la gente se pregunta qué nos puede ofrecer la sociedad.

Emplea un tono directo, nada superficial. ¿Quién es su guía como maestro cinematográfico?

Robert Bresson. Es un guía para el cine puro.

Bresson es un referente para muchos directores que se declaran minimalistas. De hecho, no es lo mismo ser minimalista o hacer un cine que rebusca la idea de pureza. ¿No cree?

Así es. Me refiero a su lucidez, claridad y pureza.

Su película lo consigue. No se va por las ramas.

Muy amable. Gracias. A veces me pierdo en el camino, pero lo intento.

Esta película ha tenido un proceso rápido si comparamos con su primera película, 'Reprise'. Tardó más de cuatro años en sacarlo adelante?

Tuvimos que hacerlo bastante rápido para llegar a tiempo a Cannes. Ha tenido una escritura bastante rápida. Probamos con gente para que viera el resultado. Fue un proceso orgánico. Creo en la intuición de la cosas y en las sensaciones que provoca.

Tiene un proyecto en Nueva York que ha sido pospuesto. ¿En qué fase está?

Parado. Pero espero que se pueda realizar finalmente el largometraje Louder than Bombs. ¿Tiene buen casting, ¿eh?

Isabelle Huppert, Gabriel Byrne y Jesse Eisenberg, nada menos.

Hay que dejar claro que no es Hollywood, sino New York. Es una película independiente y ambiciosa.