bilbao. TRAS tres días de conferencias y charlas sobre el futuro de la industria musical, la primera edición de Bizkaia International Music Experience (BIME), iniciativa apoyada por la Diputación Foral de Bizkaia, dio ayer el salto a los escenarios. Concretamente a cuatro, en los que se celebrarán medio centenar de recitales, hasta hoy, de artistas internacionales, estatales y vascos. A la espera del concierto de Manic Street Preachers, que no se había iniciado a la hora de cerrar esta edición, miles de fans disfrutaron con Passenger, John Grant, Los Evangelistas y los vascos Anari, Inoren ero Ni y McEnroe.
A las 18.30 horas, media hora después de abrirse las puertas de los cuatro escenarios del BEC, distribuidos en tres pabellones, se iniciaron los recitales con Xenia Rubinos y The Excitements, estos últimos en el escenario principal. El grupo de Barcelona confirmó los elogios que se han labrado al llevar al escenario sus dos discos, herederos de la música negra clásica, especialmente soul y r&b. Alternando temas propios como Ha, ha, ha y versiones, con una sección rítmica convincente y metales arrebatadores, ofrecieron una sesión de baile vespertina liderada por una cantante, Koko James, que se mostró como un torbellino vocal y escénico, cual nieta de Tina Turner.
La pena es que la sesión la siguió poca gente debido a lo temprano de la hora. El público de BIME, que según la productora vasca Last Tour International rondaría las 8.000 personas, se fue acercando al BEC paulatinamente y, siempre con el programa de mano a la vista, pudo elegir entre cuatro escenarios, en funcionamiento simultáneo casi toda la tarde y noche. A su favor tuvieron la relativa cercanía de los pabellones, lo que nos permitió ver parte de la actuación de los euskaldunes Inoren ero Ni, ya sin Mikel BAP empujando desde la batería (que acompañaría luego a Anari por la noche) y siempre convincentes con su post hardcore crudo y tenso, antes de que saltara a escena el lírico y folkie Stu Larsen, que compareció solo con guitarra acústica y armónica.
Y llegó passenger... A la sesión acústica y emocionante de Larsen, que alternó temas propios como This train y una versión de What a wonderful world, le siguió una propuesta similar en falta de watios e igualmente acariciante, aunque mucho más popular: la de Passenger, el proyecto musical tras el que se esconde el compositor, cantante y guitarrista británico Michael David Rosenborg. Aunque había publicado varios discos previos, el éxito (casi) mundial de su canción Let her go (coreada por las féminas) ha hecho popular a un músico de timbre exótico y repertorio dulce y melódico. Con una sonoridad acústica heredera del folk y también en solitario, sin las ayudas puntuales de armónicas y violines en sus discos, y la accesibilidad de los estribillos pop, Passenger firmó un concierto para todos los públicos, cercano, amable y accesible, demasiado modesto en sonido y acompañado por los gritos de sus jóvenes fans. Además de su conocido single, destacaron la divertida I hate (con sus "la, la, la"), la delicada Life's for the living y sendas versiones de Simon y Garfunkel y Daft Punk.
Anari tuvo en contra una fuerte competencia: la de Jay-Jay Johanson en el escenario 4 y la de John Grant, en el principal. La azkoitiarra no tuvo una multitud enfrente pero en los minutos que escuchamos demostró que no queda ni rastro de aquella artista desnuda y temblorosa de sus inicios. La poesía sigue ahí pero ha crecido con el paso del tiempo, se ha electrificado en el camino y sus letras, descarnadas y poéticas, fruto del desasosiego, llegan mejor ahora con un cuarteto eléctrico detrás, como confirmó el adelanto de su inminente nuevo disco en directo, Bidea eta denbora.
A pesar de la crisis económica, la época del año, su realización bajo techo y un programa ambicioso y pródigo en cantidad y calidad, aunque algo falto de bandas capaces de arrastrar masas, cuando saltó a escena John Grant, los cientos de fans congregados frente al escenario principal eran ya miles. El estadounidense era uno de los tapados de BIME, un artista desconocido para la mayoría pero uno de los favoritos de la crítica en los últimos años. Y con razón, dada la calidad que atesoran sus dos primeros discos en solitario tras abandonar su grupo anterior, The Czars.
Grant, con pinta grunge, se atrevió con el euskera, se lució con el castellano y se mostró tan lírico como Rufus Wainwright pero cercano y alejado del glamour y los aires de estrellona del canadiense.
Arrancó con You don't have too, con un sonido apabullante en limpieza y contundencia, que proyectó sus letras autobiográficas y descarnadas (desolación, inadaptación, venganza...).
Magníficamente acompañado, sobrado de voz y sentimiento, desgranó joyas como Vietnam, Marz, GMF, Queen of Denmark, Pale green ghosts..., con ropajes electrónicos y del pop melódico de los setenta, en un concierto para el recuerdo.