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Seis artistas se reencuentran con su obra en el museo

Seis artistas se reencuentran con su obra en el museoO. Martínez

Bilbao

En la Sala 105 del Guggenheim se celebró ayer un reencuentro muy especial: el de seis artistas con sus obras, que han sido adquiridas en los últimos años por el museo bilbaino. Elssie Ansareo, Manu Arregui, Juan Manuel Ballester, Prudencio Irazabal y Darío Urzay - Juan Uslé no pudo asistir ya que se encontraba en Nápoles- acudieron a la cita para inaugurar la exposición Selecciones de la Colección del Museo Guggenheim Bilbao IV, cuyo objetivo es mostrar las obras que integran la Colección Propia del Museo, actualmente compuesta por 128 creaciones de 73 artistas.

Comisariada por Petra Joos, directora de Actividades Museísticas del Museo bilbaino, la presentación -a la que asistió el director del museo, Juan Ignacio Vidarte- reúne once obras de dos generaciones de artistas contemporáneos que, "analizan, desde múltiples miradas, la transformación de la realidad, adentrándose en el terreno de lo desconocido y de la experimentación".

Las obras están agrupadas en dos apartados, uno dedicado a la figuración y el otro a la abstracción. Al primer apartado pertenece el trabajo de la mexicana Elssie Ansareo, El baile de las flâneuses, quien se mueve en la reflexión entre escena y espectador, con unas imágenes de tendencia barroca y teatral, con las que pretende inquietar al espectador. Y no hay duda de que lo consigue con este gran mural de doce paneles fotográficos en el que los personajes de una familia posan en un entorno de luces y sombras.

La artista, que se licenció en la facultad de Bellas Artes de la UPV, confiesa su predilección por el blanco y negro que "tiene un punto de abstracción" que le interesa mucho y que intensifica la sensación de imagen congelada. "Además, es el color que vemos cuando cerramos los ojos".

Tanto la obra de Ansareo como los dos vídeos de Manu Arregui (Santander, 1970) fueron adquiridos por el museo tras su participación en la exposición Chacun à son goût (Cada uno a su gusto). Irresistiblemente bonito, del creador cántabro, tiene como eje central a Vanesa Jiménez, una muchacha con una gran minusvalía, conocida como la niña de los huesos de cristal. Vanesa alcanzó fama en televisión como ejemplo de superación personal. La obra se compone de dos proyecciones de vídeo enfrentadas: una de ellas muestra la grabación de la persona real, mientras que en la otra se presenta la imagen virtual de Vanesa como si fuera su reflejo.

El otro vídeo de Arregui es Con gesto afeminado, una instalación consistente en un montaje de vídeo y una pieza escultórica. En este trabajo, Arregui parte de una película de 1935 sobre los Ballets Russes, en la que ofrece una crítica del machismo y la misoginia, con un sustrato homosexual obvio, que destaca para cuestionar la hegemonía de la masculinidad.

El Museo Guggenheim amplió su colección en 2011 con las donaciones de las tres obras de gran formato del fotógrafo José Manuel Ballester (Madrid, 1960), pertenecientes a su serie Espacios ocultos, en las que juega con el espacio vacío y las huellas que dejan las personas, ausentes de sus cuadros. El premio Nacional de Fotografía 2010 reinterpreta obras maestras del arte como el 3 de mayo, en la que evoca el cuadro de los fusilamientos de Goya dejando en la escena únicamente un charco de sangre en la tierra. En su visión de Las Meninas, Ballester también prescinde de los personajes limitando la atención del espectador a las obras de arte que aparecen en el cuadro, la luz y la propia composición. Su balsa de la Medusa, basada en un lienzo de Géricault, representa el naufragio de una fragata francesa en 1861. A pesar de que 100 personas navegaron durante varios días en una balsa improvisada y solo quince sobrevivieron, en la fotografía de Ballester se muestran los restos pero carente de presencia humana, como si esta no hubiera existido nunca.

Abstracción Una pared y una generación separan a estos tres artistas de los creadores vascos Darío Urzay y Prudencio Irazabal y del cántabro Juan Uslé, que centran sus obras que cuelgan en las paredes de la sala 105 en la abstracción. Urzay (Bilbao, 1958) donó al museo el pasado mes de abril En una (microverso II) fracción (1997), con la que se completa otra pieza del autor, que ya pertenecía desde hace 16 años al Guggenheim.

En la primera domina el color azul oscuro del universo y en la segunda los tonos rojos de la sangre, ambos con la superficie brillante que el artista consigue con la mezcla de resinas y pigmentos. A pesar de que ambas tienen vida propia, la posibilidad de verlas juntas ofrece una experiencia única, según asegura el creador bilbaino. En 2003, el museo adquirió Soñé que revelabas XI (Airport) (2001-2002) de Juan Uslé, y posteriormente el artista donó otra reciente versión de esta serie, compuesta por negras que reflejan su propia pulsión vital y su difícil proceso creativo. El artista alavés Prudencio Irazabal se reencontró, 17 años después, con su obra Sin título 767 (1996). La muestra estará en el museo hasta el 31 de agosto.