¿Cómo llegó a embarcarse una asociación sin ánimo de lucro como la suya en la producción de este filme?

La cerilla la encendieron Fran Longoria y los miembros de nuestra asociación Guillermo Tabernilla y el guionista Sergio Balchada. Querían rodar un corto que aportara una visión sobre la Guerra Civil desde una perspectiva de género bélico, de acción, distanciándose del dramatismo y el partidismo de las producciones al uso. Así que se pusieron en contacto con nuestro grupo de recreación histórica para que les diéramos asesoramiento estético.

Es de suponer que el primer caballo de batalla fue el presupuesto.

Cierto. Se trata de un proyecto independiente producido por los fondos de Incromedia y la Asociación Sancho de Beurko y que, en cuanto a colaboración institucional, solo cuenta con ayuda de la Diputación de Bizkaia. Por eso, se recurrió a la financiación colectiva en la que cada microproductor ha hecho donaciones voluntarias por la cantidad que ha creído conveniente. A cambio se ha remitido a cada persona un carnet de afiliado con el que puede acceder a contenidos exclusivos en la web baileenelsindicato.es durante el proceso de producción. De aquí también la apuesta por Maroño para todo el tema de localizaciones.

¿A qué se refiere?

Sergio Balchada está inmerso en una investigación sobre la participación gallega en el Ejército de Euskadi. Él conoce bien esta zona y, aunque tenía el guion en la cabeza, lo escribió adaptándose a localizaciones de este pueblo que ya conocía, consciente de la dificultad que entraña el buscarlas por mil motivos tales como existencia de cables, coches, ruidos o la desaparición del escenario. En el rodaje de La batalla de Villarreal, por ejemplo, no se pudo grabar en Legutio porque el campo de batalla original esta bajo el agua. Buscar localizaciones es complicado y las edificaciones tradicionales que atesora junto a los excelentes paisajes naturales donde se enmarca este pueblo nos proporcionaban los escenarios adecuados para trasladarnos a los años 30.

Y para las escenas de batallas o tiroteos, ¿no han tenido problemas con los vecinos?

Todo han sido facilidades; además, hemos tenido a nuestra disposición propiedades de los suegros de Sergio para rodar las escenas de riesgo. Para no entorpecer la actividad diaria de los habitantes, los rodajes se hacen los fines de semana; el elenco de actores y actrices son voluntarios que entre semana trabajan.

¿Cuáles han sido las dificultades a la hora de equipar a la tropa?

El mayor problema ha sido, sin duda, el pelo. No puedes pedir a personas voluntarias que se lo corten, así que se lo escondemos. Otra complicación ha sido vestir a la milicia. Un ejército regular lo atavías rápido porque van todos igual, pero el Ejército de Euskadi estaba integrado por batallones civiles o milicias que acudían a la guerra vestidos de casa. Se trataba, en su mayoría, de buzos de trabajo, pantalón de pana y ropa de paño, unos con abarcas y otros con botas. Luego les proporcionaban insignias y armamento.

¿Y las armas?

Cada recreador de la asociación tiene su equipo bélico y vestimenta y lo aporta cuando se le requiere. En el caso de Baile en el sindicato todo es armamento catalogado en el invierno de 1936-1937, documentado e inutilizado para evitar accidentes. El del Ejército de Euskadi lo integraban armas extranjeras, sobre todo excedentes de la I Guerra Mundial. Hay mucho en Inglaterra, que se puede comprar por internet. Aquí hemos traído pistolas, una tanqueta y un camión de época, aunque lo más llamativo es la réplica de una ametralladora. Cada vez hay menos y más caro.