Barakaldo. La doncella sigue siendo de hierro y no se ha oxidado a pesar de las décadas. Iron Maiden demostró ayer, en el arranque europeo de su gira Maiden in England y ante una privilegiada audiencia de 4.000 espectadores, que su repertorio sigue sonando actual. Los ingleses, adalides del heavy, pasearon sus clásicos -de The trooper y Run to the hills a Running free- y a su mascota, Eddie, en un espectáculo teñido de nostalgia, watios, solos virtuosos y algunos déficits en sonido y coordinación.

Antes de su paso por Madrid y Barcelona, la doncella metálica, todavía a medio engrasar tras meses de vacaciones, paseó sus carnes por el BEC. Puede que no tengan ya la turgencia de la juventud, pero los integrantes del grupo no se mostraron flácidos ante una audiencia heavy de cierta edad que se sintió privilegiada -solo 4.000 entradas, agotadas en poco tiempo- y disfrutó de un repertorio y una época, la de su propia juventud, envuelta en un halo inevitable de nostalgia.

Los Maiden actuales son unos supervivientes con motivos para la felicidad debido al éxito de su gira. Especialmente tras la reciente muerte de su primer batería, Clive Blurr. Volcados en múltiples reediciones y sin canciones nuevas que defender, el grupo giró la cabeza 180 grados y con una acertada revisión de su historia se quitó de un plumazo 25 años de arrugas a partir de las 20.45 horas, cuando ocupó un escenario de 18 por 16 metros distribuido en dos niveles. Saltaron al mismo precedidos por la sublime Doctor doctor, de UFO, e inmediatamente se inició con Moonchild, ante un público en pie que no echó en falta las gradas, el rescate de la producción completa que paseó el último verano por Estados Unidos, todo espectacularidad en su diseño de luces y puesta en escena, aunque con un sonido confuso en sus inicios.

La banda, que recreó el show del Seventh son tour de 1988, prosiguió con Can I play with madness, entre la locura de los entregados fans, que aprovecharon al máximo los escasos momentos en los que bajó el ritmo, en temas como Afraid to shoot strangers o en el arranque de Fear of the dark, introducido por los "ohh, ohh" rendidos del público.

En la garganta del activo y atlético Bruce Dickinson, que apareció con levita, es donde se acusó el paso del tiempo debido a sus problemas para llegar a los agudos de antaño. Instrumentalmente la banda resiste y demostró que ahí sigue, viva, con el ritmo trepidante y las guitarras dobladas, en duelo constante, como probó la mítica Run to the hills, entregada a mitad de concierto.

El BEC asistió a todos los tópicos del género: las inevitables cabalgadas sobre los mástiles; las invitaciones, "scream Bilbao"; Steve Harris con sus pantalones cortos y machacando su bajo y los estómagos de los fans con el pie en los monitores... Los seguidores se dejaron hechizar por la espectacularidad añadida de las explosiones pirotécnicas y los diversos paseos de Eddie, el monstruo-mascota de la banda en sus múltiples encarnaciones sobre el telón del escenario, articulado o cobrando vida, ya fuera hibernado, como un pirata de cuatro metros, un enorme mono o Belcebú.

De lujo El repertorio, de auténtico lujo para los amantes del heavy, rescató algunas piezas olvidadas como el sinfónico Seventh son of the seventh son, en el que el grupo tuvo el refuerzo de un órgano, The prisioner o Afraid to shoot strangers, y cumplió con lo esperado con temas ya históricos como Aces high, The clairvoyant o Wasted years. Especialmente destacable resultaron el empaste y la sincronización de los coros en canciones como Can I play with madness y The trooper, que se vio acompañado por el ondear de las banderas y sonó desbocada en una cabalgada compartida debajo y encima del escenario; y la comunión lograda cuando la bestia se desató, como no podía ser menos, en The number of the beast, con Dickinson cogiendo una ikurriña e instalándola en la batería. El temido agur llegó, a las 22.30 horas, con la presentación de los músicos y su himno Running free. Ninguna novedad y toneladas de nostalgia. Lo que los fans, mayoritariamente masculinos y de cierta edad, habían ido a buscar.