Javier Tomé: "El público de Bilbao aprecia las voces, aquí han venido los mejores cantantes desde siempre"
Javier Tomé interpretará su primera ópera en el Euskalduna el día 25 en la sesión que la ABAO dedica a las jóvenes promesas. El bilbaino residente en Enkarterri se enfrenta a un reto de altura: Rodolfo, el protagonista de 'La Bohème'. Ganar un concurso de canto en Italia catapultó su carrera
zalla. Javier Tomé, (Bilbao, 1976) necesitaba volver a sus raíces encartadas, un remanso de paz donde descansar de la apretada agenda que le lleva por los templos de la ópera de Europa. Ahora vive en su casa de Zalla los días previos a subirse al escenario del Euskalduna. El próximo sábado interpretará al protagonista de La Bohème, Rodolfo, un ingenuo poeta consumido por el mundo real, en la sesión Opera Berri, que la ABAO dedica a los jóvenes talentos del bel canto.
Será su primera ópera en el Euskalduna. ¿Actuar en casa aumenta la responsabilidad?
Es cierto, pero hay que olvidarse un poco de ello para intentar dar el 100%. Lo que tenga esa noche de especial lo viviré cuando termine la función y lo disfrute con la familia y los amigos, no antes con una carga que pueda resultar negativa.
Dice que Rodolfo no es un personaje corriente. ¿Por qué?
Por lo general, los papeles reflejan héroes y heroínas. Por ejemplo, en Aída esa pose ayuda a construir el personaje. Sin embargo, Rodolfo es un cobarde, un sentimental incapaz de afrontar la crueldad del momento que le toca vivir, con la mujer que ama a punto de morir. De hecho, decide abandonarla en el tercer acto. A pesar de las penurias que atraviesan, Rodolfo y Marcello se ríen de sí mismos en los dos primeros actos. A partir del fallecimiento de Mimí se transforman.
¿De qué forma?
Al fin y al cabo, La Bohème cuenta cómo un hecho así cambia la vida y la percepción de lo que hacen y en cierta manera les aburguesa. Pienso que, si la obra continuara, Rodolfo nunca más pensaría en sueños y quimeras.
Usted debe transmitir ese proceso y al mismo tiempo controlar la voz.
Sí. Vocalmente, me parece uno de los papeles más difíciles para un tenor por dos razones: la partitura y que es una ópera conocidísima. En mi caso, todo el mundo espera el aria. Además, hay que hacer llegar al público la psicología del papel y que el patio de butacas devuelva esos sentimientos. Nosotros nos alimentamos de los espectadores y viceversa.
¿Cómo es el aficionado de Bilbao?
Bilbao tiene mucha tradición vocal surgida del entorno de los coros. Los espectadores aprecian las voces y el cantante que gusta, repite. Aquí han venido desde siempre los mejores. Para mí el Euskalduna forma parte del grupo de teatros de referencia a nivel estatal: el Liceo de Barcelona, el Real de Madrid y el Palau de Les Arts de Valencia.
¿Quizás ha desplazado al Arriaga?
No lo creo. En el Arriaga tenemos la gran suerte de contar con Emilio Sagi, también director de escena de La Bohème, con una programación más enfocada a las óperas de pequeño formato que se complementa a la perfección con el Euskalduna.
Por tanto, existe oferta, pero ¿qué hay de la demanda? Se ha hablado hasta la saciedad de cómo afecta a la cultura la subida del IVA.
El sábado, en el estreno, el auditorio estaba a tope. A pesar de su imagen elitista, la ópera no es tan cara. Existen múltiples opciones. Y se está haciendo mucho para atraer al público joven. Está el programa ABAO Txiki y yo también lo percibo viajando por Europa.
Vencer el certamen internacional de canto Toti Dal Monte en 2010 lanzó su carrera. ¿Es necesario triunfar primero fuera?
El concurso me abrió las puertas de los teatros italianos durante tres años. Quiero pensar que aquí lo que ofrezco se habría valorado igual.
La Fenice de Venecia, la Scala de Milán... ¿Qué sintió al pisar esos 'santuarios'?
Nunca me había puesto esa meta. Ni siquiera sabía que uno de los premios del certamen consistía en cantar en La Fenice. Recuerdo con cariño el debut en Venecia, en el Comunale de Bolonia o en el Massimo de Palermo, el segundo más grande de Europa con 3.500 localidades. Pensar que en esos sitios han cantado Pavarotti, Carreras, Caballé o Domingo es una sensación bonita. Cuanto más grande es el teatro, mejor me siento.
¿Cuál es su obra favorita?
Por las características de mi voz, en mi repertorio figuran las óperas más conocidas: La Traviata, L´ Elisir D'Amore y La Bohème. Estamos hablando de obras de arte compuestas por gente extraordinaria como Verdi, Donizetti o Puccini.
Para captar su espíritu hay que estudiarlas a fondo.
Nos parecemos a los artesanos en el sentido de que llevamos a escena un producto casi terminado después de leer el texto, comprender el contexto socioeconómico de la época que describe, acoplar la música, y, por último, mezclarlo todo bajo la supervisión de los directores.
La música le apasiona desde niño y, sin embargo, estudió Ingeniería Agrónoma.
La ópera no se parece en nada a la carrera que elegí. No obstante, esa disciplina me sigue gustando y no descarto dedicarme a ella si dejo de cantar por el motivo que sea. Además, Enkarterri es una comarca muy rural. Mis abuelos se mudaron a Artzentales hace 50 años, mis padres viven en Karrantza y ahora yo me he establecido en Zalla para recuperar las raíces.
¿Cree que llegará a escribirse una ópera con final feliz?
No lo sé... El amor existe porque existe el desamor, es la salsa de la vida. No hay más que leer los textos de Goethe, que se regodean en ello. Pienso que hay que tratar de encontrar la belleza en todo.
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