Toda restauración debe ser discernible y reversible", asevera Zuriñe Antoñana, responsable del Área de Restauración en el Departamento de Cultura de la Diputación de Bizkaia. Junto a su compañera Sofía Barbier, se han encargado de restaurar gran parte de las piezas que se exponen en la Sala Ondare de Bilbao. La Diputación Foral de Bizkaia, en colaboración con el Museo de Reproducciones Artísticas de Bilbao, ha organizado la muestra Partenón. La morada de Atenea, que puede visitarse en la citada sala bilbaina (María Díaz de Haro, 11) hasta el 28 de junio.
El recinto perteneciente a la Diputación vizcaina reúne por primera vez el conjunto de piezas griegas "más significativo" del Museo de Reproducciones. Desde un colosal Dioniso al friso de las Palateneas, la exposición ofrece un recorrido por la Atenas de Pericles, a través de elementos clave del emblemático Partenón.
A comienzos del siglo XIX, Lord Elgin trasladó al Museo Británico de Londres las reproducciones de las esculturas del Partenón desde la misma Acrópolis de Atenas. Más tarde, en la década de los años 30, el Museo de Reproducciones de Bilbao adquirió esta serie de primeras copias realizadas en escayola y "absolutamente fieles al original hasta en sus más mínimos detalles", según destacaron promotores de la exposición. Las piezas que pueden contemplarse en la Sala Ondare son las metopas IV, VIII, XXVII y XXXI del ciclo sur, la zona central del friso de las Palateneas (lado Este, Ofrenda a Atenea), así como un fragmento de la procesión de caballos y jinetes del lado sur, junto a otras esculturas. Todas ellas han sido restauradas para la ocasión, en un laborioso proceso que comenzó hace un año aproximadamente.
Algunas de las piezas se restauraron en el propio Museo de Reproducciones, pero otras se han restablecido en el taller de conservación de la Sala Ondare, donde también se restauran obras de arte del patrimonio foral y de otras entidades de Bizkaia, como ayuntamientos o la Diócesis de Bilbao.
"Nunca alteramos la obra original -explica Antoñana-, lo que hacemos es eliminar capas de pintura que se han ido añadiendo para ocultar desperfectos o zonas mal pegadas, arreglamos las piezas y le devolvemos su color original". En algunos casos, esas capas de pintura -a veces realizadas a "brochazos"-, buscaban crear sombras en la escultura, para facilitar el dibujo de la misma (lo que muestra el carácter pedagógico de las copias, modelo recurrente de los estudiantes de Bellas Artes).
"Es muy importante que la restauración se centre en exclusiva en la zona deteriorada -comenta Sofía Barbier-; en algunos arreglos es habitual que se tienda a unificar la zona que se trata, cubriendo parte del original no dañado", apunta.
Las obras objeto de restauración se someten en primer lugar a una limpieza profunda, capa por capa. "Es el proceso más llamativo, porque recuperas el color original de la escayola -solo aplican una fina capa de cera transparente-, que se ha vuelto grisácea o negruzca", comenta Barbier. "Esto se debe a que en intervenciones anteriores, en lugar de limpiar la pieza le dieron una mano de pintura, algo que durante un tiempo funciona, pero con el tiempo, la pintura también envejece", aclara Antoñana.
Vapor, alcohol, aguarrás o acetona, son algunos de los métodos que se emplean para eliminar las capas. Un trabajo meticuloso -impacientes, absténganse-, de bisturí y algodoncillo. "Es una tarea que cansa bastante, porque es muy repetitivo, por eso trabajamos en varias obras -tanto escultura como pintura-, de manera simultánea", señalan las restauradoras.
un puzzle delicado ¿Y qué ocurre una vez retiradas todas las capas que han ido ennegreciendo la obra con el paso del tiempo? Barbier lo desvela: "De pronto te encuentras roturas, grietas, piezas mal ensambladas, desperfectos... ¡Es horrible!". En el caso de la escultura de Dioniso, el dios griego del vino y del exceso, presentaba serias roturas a la altura de las rodillas. En algunos huecos de la escayola, también han descubierto rellenos a base de maderas, hierros e incluso periódicos. "Al final se asemeja a un puzzle, tenemos que soltar las piezas mal montadas, encajarlas correctamente y reforzarlas", ilustran. Cuando tienen que aplicar rellenos de escayola, evitan cubrir partes no deterioradas. "Ha habido modas donde se tapaba cualquier marca de los moldes con los que se ha hecho la obra, pero de hecho esas marcas son sinónimo de calidad: significa que se trata de primeras copias", puntualiza Antoñana.
Con todo, ambas restauradoras convienen en que una de las mayores complicaciones reside en el peso de las esculturas. "Es muy complicado su transporte, son piezas extremadamente delicadas". Por suerte, el montaje de la exposición estuvo exento de problemas, pues una empresa especializada en el transporte de obras de arte se encargó de que las piezas restauradas no sufrieran ningún percance en su primer viaje desde el Museo de Reproducciones a otra sala.
Después de un arduo proceso de restauración, Antoñana y Barbier observan satisfechas en la Sala Ondare la perfecta reconstrucción de la metopa VI -"fue un caso muy especial, vino rota en cinco trozos y llena de grietas"-, así como el friso de las Palatenas. "¡Ha quedado maravilloso! ¡Qué diferencia de ver las piezas por separado en la mesa del taller a verlas aquí expuestas!", se congratulan.