LA extensa obra de Pío Baroja (1872-1956) abarca casi todos los géneros. Se le conocen unos 75 volúmenes de novelas y narraciones, además de libros de ensayo, teatro, biografías e incluso poesía. Pero, aun con la cantidad de texto que produjo, solo en una ocasión abordó el género del dietario.

Ediciones 98 publica ahora Las horas solitarias. "En este libro Pío Baroja se quita la máscara", afirma Jesús Blázquez, el editor de este sello madrileño. "En ningún momento está queriendo presentarse de una manera complaciente a los lectores, sino que se muestra tal como es, sin ningún tapujo".

El dietario se desarrolla entre el invierno de 1917 y el otoño de 1918 y el prosista donostiarra lo escribió en su casa familiar de Bera, en Itzea. En él anota todas las actividades que lleva a cabo, sus viajes, su vida en el campo. Dividido en cinco partes que marcan el discurrir del tiempo, Baroja inicia su relato en Madrid, pero pronto se aleja de la gran ciudad para cobijarse en su hogar navarro.

"Él estaba encantado de la vida rural vasca", asegura Blázquez. "Hay muchos fragmentos maravillosos donde escribe cómo le emocionaba el paisaje vasco y los cambios que sufre este paisaje con el paso del tiempo". Blázquez destaca en particular un viaje de Baroja al Baztan, donde el escritor "reflexiona y analiza la situación de los agotes".

fuente de inspiración

Una obra olvidada

Jesús Blázquez cree que el dietario nunca ha sido un género muy cultivado en la literatura hispánica: "Hasta el año 1966, año en que Josep Pla publica El quadern gris, en la Península no se había editado ningún otro dietario, que yo conozca". Posteriormente, Miguel Sánchez Ostiz escribe sus dietarios y, de forma paralela, también lo hace Andrés Trapiello.

Estos tres narradores estuvieron influidos por el escritor guipuzcoano y los tres lo reconocieron. "Todos los escritores de dietarios de las literaturas peninsulares han bebido de este libro", confirma el editor.

Entonces, si Baroja llena con esta obra un vacío en la literatura española, y, además, sienta las bases para que el género se desarrolle, ¿por qué Las horas solitarias es un texto tan poco conocido?

"Es un libro un tanto problemático por lo que dice", aclara Blázquez. "Baroja se muestra clarísimamente como un anticlerical, muy crítico con una serie de actitudes políticas y con la sociedad que le tocaba vivir". Además, el escritor, "en ningún momento se retrae y muestra claramente sus opiniones, que muchas veces son descarnadas; todo eso convertía en inviable la publicación de este libro durante la época franquista". En los años 80 ya se editó este dietario, pero en la actualidad "estaba agotado". Blázquez cree que hasta ahora "no se le ha prestado la atención que debía".

El origen del texto lo encontramos en el libro anterior Juventud, egolatría, que redacta con 45 años y donde repasa su vida "pensando hacia el pasado", describe el editor. Tras esta narración, decide ir más allá y "escribe con un nuevo sistema: lleva un dietario y analiza lo que está haciendo y cómo eso repercute sobre él".

Irun y donostia

Estampas de su entorno

Pío Baroja se siente muy contento en el caserío de Bera. Allí tiene su huerto, su biblioteca y en su casa de campo "el aburrimiento es algo dulce", anota en el dietario. Pero aun con su dulzura, también se aburre, "coge el tren y se va a las fiestas de Irun o a Donostia, a visitar amigos", explica Blázquez. En sus viajes describe el paisaje y la gente que se encuentra.

"Irún es un pueblo alegre -escribe Baroja-, de chicas bonitas que ríen mucho. Quizá depende esto de la vida que se hace, quizá de la frontera o de la poca influencia clerical. El caso es que a medida que se va metiendo uno hacia Navarra la gente es más triste, las muchachas no ríen tanto y la influencia del cura es mayor". Baroja no encuentra en Donostia muchas cosas de su agrado: "Para mí San Sebastián es un escaparate en donde no hay nada de lo que busco. En cambio de lo que no busco hay mucho: curas, frailes y demás gentecilla".

Las horas solitarias se completa con un completo índice onomástico, elaborado por el propio editor, que muestra la amplia variedad de temas de los que habla Baroja. En este dietario cabe de todo: arte, filosofía, crítica literaria, costumbrismo, literatura de viajes, crítica a la I Guerra Mundial... En él, "habla muy abiertamente y dice sus verdades, siempre polémicas", afirma Blázquez. Qué mejor manera, pues, de conocer a Baroja que a través de su pluma.