El de Alicia escondía un país de maravillas y el de Blancanieves era un provocador, erre que erre con lo de la más bella ante aquella reina a la que se le veían las malas pulgas a distancia. Los hay deformantes que nos incitan a la risa y en las novelas de Harry Potter el espejo Oesed proyecta las imágenes de nuestros más profundos deseos. Hay también espejos retrovisores que nos advierten de los peligros que acechan por la espalda y lunas de vestuario que guardan los más oscuros secretos de nuestra anatomía. Incluso seres humanos que son espejos en los que debiéremos mirarnos.

El espejo marca nuestra vida y tiene una virtud: no nos engaña. Refleja la realidad tal cual es, incluida la artística. La primera exposición del año en el Museo Guggenheim Bilbao lleva por título El espejo invertido y tiene la vocación de ofrecer una imagen veraz del arte de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos andado del XXI. No en vano, la selección de obras de las colecciones de la Fundación la Caixa y el MACBA de Barcelona son una lección de Historia del Arte visual. Quienes han visto la muestra asumen que el comisario de la exposición, Álvaro Rodríguez Fominaya, ha conseguido una imagen fidedigna de nuestro tiempo en las artes. Los primeros en hacerlo ayer fueron el director del museo, Juan Ignacio Vidarte, el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, el alcalde de la villa, Iñaki Azkuna, el viceconsejero de Cultura, Antonio Rivera, la diputada de Cultura, Josune Ariztondo; el director del MACBA, Bartomeu Marí; el presidente del Patronato de la Fundación MACBA, Leopoldo Rodés; el director ejecutivo de la Caixa, Juan José Muguruza; la directora general ejecutiva de la Fundación la Caixa, Elisa Durán, Ana Guzmán, Juan Pedro Badiola, José Manuel Bilbao, Ainhoa Grandes, David Camps, Nimfa Bisbe, Ignasi Miró, Rafael Chueca y Pilar Aresti, presidenta del comité asesor de miembros de honor del museo. Todos quedaron impresionados.

En el cóctel de bienvenida al arte en 2012, patrocinado por Obra Social la Caixa, estuvieron presentes Álvaro Videgain, Josu Bergara, Rosa Edo, Ibon Areso, José Luis Sabas, Elvira Pérez de Arrilucea, Manuela Álvarez, Pierre Lagneaux, el escultor Ángel Garraza, Alberto Ipiña, Begoña Bidaurrazaga, José Luis Arenillas, Xabier Pérez Gaubeka, a caballo entre el frenesí del museo y la locura del Athletic, Iratxe Madariaga, Joseba Jauregizar, Sylvie Lagneaux, Javier Cañas, Javier Chalbaud, Merche Fernández Trigo; las hermanas Luchy y Elena Montoya, Maite Lastra, Isabel Bátiz, Berta Longás, Elena Puccini, Tomás Uribe-Etxebarria, José Ángel Corres y una buena representación de la sociedad vizcaina que se acercó a ver de primera mano las costuras, la radiografía del arte contemporáneo.

Entre la mini hamburguesa de salmón con mousse de bonito y lechuga y la cecina de León con pan artesano se movieron, además de los citados, Yolanda Aberasturi, Alberto González; la galerista Emilia Epelde, María Jesús Cava, José Ramón Irigoyen, Melchor Gil, Catalina Olabarri, Juan Carlos Aranguren, Juanjo Alonso, Mikel Aiestaran, Jesús Fernández Urbina y así hasta poblar el atrio del museo de nombres propios,

El Museo Guggenheim arranca de esta manera un año singular en el que cumple quince primaveras, pese a que algún que otro invierno se asomó en el horizonte. Entre los ayer presentes convinieron que su llegada, hace tres lustros, supuso para la ciudad una sobredosis de optimismo en vena que, lejos de aplatanar la ciudad, la propulsó hacia donde hoy vuela, las ligas mayores.