El pasado tiene sus códigos y costumbres", dijo Sócrates y Euskadi carga en sus espaldas con siglos de hábitos y prácticas. Estos códigos propios son los que la convierten en una tierra rica en tradiciones que son hoy los pilares de la cultura actual.

Esta es una de las conclusiones que ha desgranado el equipo del Instituto Labayru y el grupo Etniker tras elaborar un nuevo tomo del Atlas Etnográfico de Vasconia. Hasta ahora se han publicado seis volúmenes dedicados a La alimentación doméstica, Juegos infantiles, Ritos funerarios, Ritos del nacimiento al matrimonio, Ganadería y pastoreo, y Medicina popular. A estos estudios se suma ahora el estudio destinado a La casa y la familia, presentado ayer por el equipo. "Hay más poesía sobre la casa que datos", anuncia Ander Manterola, director del proyecto. Cuidador del euskera y la etnografía vasca, recuerda que este trabajo nació de la mano del famoso antropólogo y sacerdote José Miguel Barandiarán en los años veinte del pasado siglo. Es a él, al considerado el padre de la cultura vasca, a quien le dedican este volumen por cumplirse este año dos décadas de su fallecimiento. "La cultura es un fenómeno que está siempre en evolución", explica Manterola. Sin embargo, para plasmar esta idea, no parten de la sociología, puesto que esta enumera los hechos. "Nuestra base es la costumbre, porque los hecho sociológicos son menos duraderos que los de las costumbres", asegura el director. "Una opinión puede cambiar, pero una costumbre es más difícil que lo haga".

Una de las conclusiones a las que ha llegado el equipo es que "algunas de las funciones que ha desempeñado la casa desaparecen, como el trabajo dentro de casa". La fuerte transformación de los usos del hogar arranca, según apunta Manterola, en los años 60. "La mujer comienza a trabajar fuera de casa y el número de miembros de una familia se reduce, lo que también provoca el abandono de la agricultura y la ganadería".

Este trabajo de campo ha tenido como cimientos 87 localidades de Euskadi: 14 alavesas, 16 vizcainas, 17 guipuzcoanas, 27 navarras, y 13 de Iparralde, que han dado como resultado un libro de 1.052 páginas y 518 ilustraciones, "la versión gráfica de lo que hemos percibido oralmente", aclara Manterola. "La casa tradicional se ha construido con los materiales del entorno. La madera y la piedra se encontraban próximas a las edificaciones", esclarece el director. El tipo de levantamiento respondía a las necesidades climáticas. "Se construía con muros muy gruesos para preservar el interior del frío y el calor, y se empleaban saeteras o entradas mínimas", explica. Precisamente, la razón del volumen es "dar razón de por qué se ha dado ese cambio".

Todo tenía sus ventajas en los hogares vascos. Los animales también. Las antiguas casas vascas tenían el departamento del ganado en la primera planta y la vivienda en la segunda. "La razón es que el ganado, y también sus fermentos, generaba calor", aclara Manterola. Asimismo, el piso superior se guardaba la hierba seca, con lo que "se formaba una cámara que preservaba del frío".

Diferencias La casa vasca no ha sido homogénea en todos sus territorios. Así, los hogares de los pescadores eran estrechos y con poca ventilación, "a veces incluso sin puerta". Los caseríos, en cambio, eran más amplios, aunque entre ellos también se hallaban distinciones. "En el norte, los tejados tienen mucha más pendiente, como en Zuberoa por ejemplo", explica el director. La razón de este formato era el clima y las precipitaciones. En cambio, "las casas de cuatro vertientes, normalmente indican un status, una posición social elevada", apunta Manterola. Todas las edificaciones tienen en común que se basaban "en la sabiduría popular, porque lo que ha durado es normalmente porque es útil. Lo no productivo no sobrevive". Como ejemplo, Manterola hace referencia a la actual demanda de la energía solar. "Toda casa antigua, sobre todo las aisladas, tienen la fachada mirando al sol para aprovechar la iluminación. Ahora hay otra tendencia, que es levantar las casas mirando a la vía". Para el director del proyecto cuando se mira al pasado hay cierta tendencia a caer en prejuicios. "Miraban bien dónde construir, si había humedades, problemas con el terreno... Sabían más de lo que parece a la hora de edificar".

Lo que se cumple en todos los territorios es la mengua de habitantes en cada vivienda. Hasta hace poco vivían tres generaciones una misma casa. "Tenían muchos hijos porque hacía falta mano de obra y no había control de natalidad. Ahora las familias son más reducidas", puntualiza Manterola.

Recorriendo casas de toda Euskadi, el equipo ha sido testigo de los intentos de regeneración de edificaciones antiguas pero, en su opinión, las casas ganan encanto con los años. "Es como una señora mayor que se pinta de joven. Siempre estará más guapa de vieja".