bilbao. A finales de los sesenta Richard Serra (San Francisco, 1938), quería revolucionar la escultura y convertir al espectador en parte de la obra. Cuarenta años más tarde, sus megapiezas de acero- laberintos, espirales, elipses y esferas que achican la dimensión humana- han hecho que los críticos le aclaman como el mejor escultor vivo y el único grande en activo en el siglo XXI.
Ayer, el poeta del acero volvió al Guggenheim Bilbao para visitar su obra, La materia del tiempo, el conjunto escultórico monumental más importante y novedoso de los realizados en su dilatada carrera. Según sus propias palabras, "el mejor trabajo que he hecho en mi vida". "Siempre es un placer volver al museo bilbaino y ver la sala donde se exponen mis esculturas. Cuando las creé fue como atravesar un umbral y me encanta ver que después de este tiempo siguen teniendo fortaleza y que tienen una gran interacción con el edificio".
Cinco años después de su instalación, Serra está convencido de que el paso del tiempo ha conferido a la obra "una evolución que ofrece al espectador un lenguaje nuevo". "Estoy contento con que el Guggenheim sea el centro mundial de mi obra", explicó.
Al artista le gusta examinar con cuidado el proceso de maduración y oxigenación del acero de cada una de sus obras. Ayer, durante el recorrido que realizó acompañado del director general del Guggenheim Bilbao, Juan Ignacio Vidarte, observó detenidamente las gigantescas placas oxidadas, ante la sorpresa de los visitantes, algunos de los cuales incluso le pidieron autógrafos.
diálogo con brancusi Pero su visita le sirvió también para ver la exposición que en la actualidad confronta su obra con la de otro de los grandes escultores del siglo XX, Constantin Brancusi. Serra no pudo asistir el pasado 7 de octubre a la inauguración de Brancusi-Serra porque se encontraba preparando otra exposición de dibujos en San Francisco.
Tras mostrar su satisfacción de cómo había quedado la muestra- "muy diferente a la que se pudo ver en Basilea"- el artista californiano explicó que conoció la obra de Brancusi al viajar a París con una beca, cuando cursaba en la Universidad de Yale la licenciatura de Literatura Inglesa. "Me pasé varios meses visitando el estudio del maestro Brancusi que había fallecido siete años antes, y gradualmente me familiaricé con los principios fundamentales de su escultura. Por aquel entonces, la escultura no me interesaba. Pero tras visitar su taller, me sentí atraído por la materia y su relación con el espacio y con el tiempo. Vi un gran potencial y no sabía lo que estas posibilidades me ofrecerían en el futuro", confesó.
Su obra de grandes volúmenes parece desafiar permanentemente la fuerza de la gravedad y las leyes del equilibrio. Pero en realidad, según confesó ayer Richard Serra, "lo que he intentado hacer son propuestas artísticas sencillas con grandes volúmenes, al igual que las primeras construcciones tectónicas, como los dólmenes, realizadas por la humanidad".
El escultor, hijo de un inmigrante mallorquín, aseguró que gracias al trabajo que hizo en una acería durante su juventud, "ya conocía el acero y sabía cuál era su potencial en cuanto a equilibrio, gravedad. Para mí fue sencillo trabajar la fuerza de la gravedad en mis obras con este material, así que no lo considero algo extraordinario, sino normal en mi evolución artística. Si llegas con el acero a un punto de equilibrio, podríamos decir que se anula el peso de la pieza. Aunque sean piezas de muchísimas toneladas de peso, la sensación que tenemos al verlas es de equilibrio y de ausencia de peso".
Después de sufrir varias intervenciones quirúrgicas, el artista, de 73 años, se encuentra con la misma energía de siempre, con fuerzas para afrontar retos nuevos, aspirando siempre a crear un tipo de escultura que no haya existido antes.