EL compositor de la Novena Sinfonía sufrió, a lo largo de su vida, de cólicos, dolores articulares y fuertes dolores de cabeza. Ludwig van Beethoven a menudo exhibía un comportamiento irritable, era una persona taciturna, socialmente aislada y sufría frecuentes ataques de depresión y desesperación.
Los investigadores forenses han encontrado la explicación a todas estas dolencias analizando sus huesos y restos de cabello 180 años después de su muerte. Si el músico alemán no se hubiese intoxicado con plomo, es muy posible que nunca hubiese compuesto la célebre sinfonía.
Sea por intoxicación de plomo o simplemente por genialidad, el compositor alemán consiguió con su Novena Sinfonía una auténtica obra maestra. Popular y trascendental, convertida en símbolo de libertad, la Novena Sinfonía de Ludwig Van Beethoven es una de las obras más importantes dentro de la música clásica, tanto que fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco.
La partitura original de casi 200 páginas es una de los tesoros más preciados del la Biblioteca Nacional de Berlín, en donde se encuentran también originales de Bach, Mozart y Mendelssohn Bartholdy. Para el director de la biblioteca, Graham Jefcoate, el manuscrito de Beethoven es una joya especial ya que ninguna otra obra musical ha tenido tanta difusión e impacto como esta. La partitura original está repleta de tachaduras y enmiendas y por lo tanto resulta difícil de leer, por lo que los especialistas lo han tenido que copiaa en limpio.
Cuando la Novena de Beethoven fue ejecutada por primera vez el 7 de mayo de 1824 en Viena, el compositor estuvo al lado del director. Un testigo escribió después cómo Beethoven, que padecía ya su inminente sordera, notó solo pasado cierto tiempo los aplausos del público. Pensó que su obra había sido un auténtico fracaso. Paradojas de la vida.
niño precoz Ludwig van Beethoven nació en el seno de una familia de tradiciones artísticas, era hijo de un tenor, bohemio y bebedor, que enseguida advirtió las extraordinarias cualidades de su hijo para la música. Su infancia transcurrió triste y enfermiza, dedicada al estudio de la música. A los ocho años ofreció su primer concierto, en Colonia, y realizó un pequeño viaje por Holanda.
A los 12 años era ya un gran intérprete, tanto con el piano como con el órgano, tocando la viola en la orquesta del archiduque. Ayudado por su profesor y por algunos aristocráticos personajes, pudo viajar a Viena en 1787, donde la leyenda cuenta que tocó para Mozart, genio indiscutible del momento, quien, asombrado, dijo: "Fijaos en este hombre... dará que hablar al mundo".
Pero Ludwig tuvo que regresar a Bonn: su madre había muerto y su padre solo vivía para el alcohol. Tuvo que ocupar el puesto del cabeza de familia, trabajando durante cinco años, dedicando cualquier rato libre al estudio y a la composición. Tras la muerte de su padre, se instaló definitivamente en Viena (1792), donde encontró a sus verdaderos y grandes maestros: Haydn, Salieri y Albrechtsberger.
Julieta Guicciardi fue su primer amor contrariado. No se casó jamás, pero siempre hubo una mujer en su vida. Bettina Brentano, una poetisa de 20 años, a la que Ludwig conoció en 1810 y que fue otro de sus amores, le presentó a Goethe en Toplitz.
Beethoven vivió en aquella época una situación estable, desde el punto de vista económico, y la crítica le consideró un genio llamado a ser el sucesor de Mozart. Su producción artística no se interrumpió. Comenzó la composición de las sinfonías y concluyó sus cánticos espirituales. Dedicó la tercer sinfonía a Napoleón, guerrero victorioso y tenaz, dedicatoria que destruyó cuando se enteró de su coronación como emperador.
Los primeros trastornos auditivos empezaron a manifestarse en 1796 pero a partir de 1819 se quedó totalmenete sordo, lo que motivó su estado de tristeza y de soledad, agravado por las ingratitudes de su sobrino Karl. A fines de 1826, Beethoven se resfrió seriamente volviendo de la casa de su hermano Johann, donde había pasado el verano y con el cual se había peleado otra vez. La enfermedad se complicó asociándose a problemas hepáticos serios de los que Beethoven había sufrido toda la vida. Finalmente, después de una enfermedad dolorosa de tres meses, Beethoven murió el 26 de marzo de 1827, pero su música perdurará para la humanidad.