Bilbao. Antes de convertirse en filmoteca, ya era un videoclub de referencia para muchos cinéfilos del Casco Viejo y de otros distritos que podían encontrar un sólido catálogo de pequeñas joyas del cine mudo o la última sensación del cine asiático. Un paraíso del DVD y de algunos VHS que se negaban a abandonar y ofrecían a sus clientes a precio de saldo. Una señal de la sutil dicotomía entre la pasión por el cine y la necesidad de rentabilizar el negocio. Sin embargo, en la calle Belostikale de Bilbao primaba la sensación de quietud y reposo. Un lugar donde los maestros del celuloide estaban bien cuidados y ordenados: los asiáticos en la entrada, los europeos en el medio y los estadounidenses en el fondo.

Pero detrás del mostrador sus propietarios eran conscientes del cambio de hábitos y del consumo de la sociedad. "La caída del sector por la piratería y las descargas ilegales no nos acompañaban demasiado. La incertidumbre sobre el rumbo que tomarían las cosas se despejó con la llegada de la crisis económica. La caída de los ingresos y la pérdida del apoyo financiero de los bancos decidieron por nosotros. Dijimos: O ahora o nunca", relata la copropietaria, Leire Zumake.

Como muchos otros negocios de la villa acudieron a Lan Ekintza en busca de asesoramiento y consejos para el desarrollo de un plan de negocios. "Solo teníamos una idea muy clara y muy pocos recursos", comenta. El videoclub modesto disponía de un catálogo interesante y querían dar un paso más y explorar nuevas posibilidades empresariales. En Lanekintza, bajo la coordinación de Xabier Arruza, accedieron a un plan de ayudas específico para pymes y la promoción empresarial en barrios, financiado al 50% entre el Fondo Social Europeo y el Ayuntamiento de Bilbao. Gracias a esa bolsa de oxígeno financiaron buena parte de la publicidad y la reforma del local.

Poco a poco, el nuevo proyecto empezó a tomar forma y el videoclub dejó paso a un nuevo espacio mucho más atractivo para el cinéfilo. La modernización del espacio vino de la mano de un programa promovido por el Departamento de Industria, Innovación, Comercio y Turismo del Gobierno vasco. Además, la nueva versión del videoclub exigía un gasto salarial por la contratación de dos nuevos empleados para un periodo de seis meses.

Esa última cuestión se complicó bastante porque la tramitación ha sido lenta y accidentada. Según Leire Zumake, el Gobierno vasco rechazó la solicitud por no considerar la actividad de interés cultural, algo que "muy ingenuamente, nosotros en ningún momento pensamos que fuera a pasar porque presentamos una descripción muy pormenorizada de las actividades que íbamos a desarrollar".

Apoyo popular Para entonces su situación económica era delicada. En ese momento brotó una marea de solidaridad entre sus clientes e instituciones como Zinebi. Durante un mes recopilaron y testaron la opiniones y pruebas de las personas más fieles. "Los que nos conocen sí consideraban rotundamente que lo que hacíamos era de interés cultural", recuerda Zumake. Tras interpelar el recurso, hace unas semanas el Departamento de Empleo e Innovación Sociolaboral consideró la Filmoteca Lumiere&Lumiere de interés cultural. Pero a día de hoy no han recibido la documentación que les permite tramitar definitivamente el pago. "La propia tramitación es más larga que los seis meses que contempla la ayuda. En lugar de ayudarte a sobrevivir puede que se convierta en la estocada final", concluye. Los vericuetos administrativos no ha minado la paciencia de los propietarios de la filmoteca, un hábitat agradable y dinámico donde se presencian proyecciones y ciclos. Hasta ahora han diseñado tres: uno sobre cine y distorsión y otro sobre Basilio Martín Patino, uno de los directores más sensacionales del panorama estatal. La entrada es gratuita y el público puede interceder en la elaboración de los ciclos a través del blog (http://lumiereylumiere.blogspot.com/) y el facebook.

El tercero, sobre los road movies, empezó con la comedia La escapada (1962), de Dino Risi e Easy rider (1969), de Dennis Hopper. El próximo viernes será el momento para Quiero la cabeza de Alfredo García (1974), de Sam Peckinpah. Historias, como reza el título del ciclo, que nacen y mueren en el asfalto. El cine, la partitura del siglo XXI, tiene tesoros que merecen ser revisados y compartidos. En ese sentido, el primer videoclub especializado en Bilbao ha dispuesto su lugar de encuentro para la visibilización de rarezas y miradas más acompasadas en pocos metros cuadrados en el corazón del Botxo.

También han organizado un certamen de cortometrajes para aficionados o alumnos. Como dice uno de los empleados, hay más escuelas de cine que fruterías. Una tesis no muy válida en el Casco Viejo de Bilbao, un gran mercado de hortalizas y comida orgánica. La filmoteca adquiere otro estatus entre tanta panadería y zanahorias o tomates con label.