madrid
érase una vez un ratón culto y melómano, cuyas hijas Adelaida y Elvira tocaban el arpa y el piano. Por residir en la céntrica calle madrileña Arenal, número 8 -más concretamente dentro de una caja de galletas de la Confitería Prast-, el roedor tiene por apellido Pérez, nombre castellano donde los haya. En la comunidad madrileña es toda una institución, tan conocido como el alcalde. Y no hay niño que se resista a pasar por su colorista casita-museo, homenaje de dos altruistas animadores de cine, Juan Antonio Rojo y Federico Rubio, quienes, sin ayudas institucionales, han recreado un espacio de sueños despiertos en la ubicación que el jesuita Luis Coloma plasmó en el cuento que, en 1894, dedicó a Alfonso XIII.
La dentadura fuerte es una constante en todas las culturas del mundo, y siempre ha sido el deseo de todo padre para sus hijos, pues los problemas que genera la boca suelen ser grandes. En algunas civilizaciones entierran o tiran al fuego el diente de leche que se cae. Los sefarditas lo meten en un vaso de agua y otros lo tiran desde el tejado. En el Estado español, y sobre todo en Madrid, los niños depositan debajo de su almohada, antes de acostarse, su dientecito, y al día siguiente, al despertar, se encuentran con un pequeño detalle del ratón más generoso del mundo.
Ya son 80.000 personas las que han pasado, desde su apertura en 2008, por la casa-museo de Pérez. Es pequeña, "como el ratón, hemos hecho lo que hemos podido", aclara a DEIA Juan Antonio Rojo, creativo dibujante y animador que ha desplegado una imaginativa iconografía que vemos en el habitáculo y en la tienda adjunta, repleta de marcapáginas, cuentos, agendas y otros enseres ratoniles... Juan Antonio se ha alejado del aspecto que le confirió, ahora hace cien años, el ilustrador Mariano Pedrero al ratoncito. "Cada uno tiene su Ratón Pérez en la cabeza", observan sus artífices. Pedrero humanizó más su imagen, mientras que Rojo lo representa más Disney.
Niños por los suelos
Candela está pasando unos días con sus padres en Madrid, pues aunque su madre es madrileña habitualmente viven en Cabo de Gata. Nos muestra el orificio de su diente inferior, recientemente caído mientras comía. De padre uruguayo, nos cuenta que el ratoncito le dejó "dinero, un dólar y una moneda de diez pesos". La niña está entusiasmada y busca, tirada por el suelo, a Pérez, tras la puertecita entreabierta. "Veo un violín, una guitarra y un piano", enumera, emocionada. Con ayuda de Heidi Sánchez, una de las cicerones habituales de la casa-museo, Candela busca ahora dentro de la caja de galletas, linterna en ristre. "Cuando se te cayó el diente, ¿viste a Pérez?", le pregunta Heidi con su melodiosa voz de La Habana. "No, no, no lo vi", replica la pequeña, meneando la cabeza de lado a lado, "estaba dormida".
Heidi le narra a Candela cómo Pérez despertó al rey Buby rozándole con su cola en la cara, y a partir de ahí se hicieron amigos. Así lo relataba exactamente hace un siglo el Padre Coloma. Los niños parecen hipnotizados en el habitáculo de cuento. En el caso de la madrileña Celia, de tres años aunque muy alta, ya había estado en la casa-museo, pero ha repetido visita encantada. "Es que esto es maravilloso", comenta con una amplia sonrisa su madre, Marina.
"Vienen a soñar", sintetiza Federico Rubio a DEIA. Actualmente, cobran un euro a adultos y menores, y suelen acudir grupos escolares, de 25 en 25, por cuestiones de aforo. Algunos peques prefieren ir a este templo del Ratón cuando ya se les ha caído un diente, mientras que otros se aventuran a echar sus cartas en el gran buzón de Pérez en el momento en que se les empieza a mover algún incisivo. Heidi, tras llevar un año viviendo en Madrid, fue fichada por el ratoncito en un casting, y en este centro "me lo paso fenomenal, hay situaciones muy graciosas, incluso con los padres", comenta con su amplia sonrisa. "Los niños de 5 y 6 años son los amos de la casa, y suelen tirar de sus padres para venir. Los sábados esto es un lío de gente, pero es un subidón verles tan contentos, haciendo preguntas", explica Federico. "No queremos quitar la magia del ratoncito, para algunos es su amigo invisible", describe.
Dientes de leche famosos
Una placa en forma de rombo indica en la fachada de la calle Arenal que "aquí vivía dentro de una caja de galletas el Ratón Pérez, según el cuento que el Padre Coloma escribió...". En el interior, curiosas versiones de Pérez Mouse (reeditado en Japón); molares y premolares por techos y paredes; libros sobre El mundo de los ratones o, por ejemplo, La vuelta al mundo del Ratón Pérez; un buzón en el que los visitantes bajitos depositan sus cartas y mensajes a su ratón favorito; peluches y muñecos de Pérez y su familia, y una casa de muñecas con pequeños muebles... hasta los dientes de leche de Madame Curie, Cervantes o Beethoven, pues el Ratón cuenta con un elenco amplísimo de dentaduras, según recuerda Juan Antonio, su evocador.
El primer documento escrito que define a Pérez es el de Coloma: "De pronto, sintió una cosa suave que le rozaba la frente. Incorporóse de un brinco, sobresaltado, y vio delante de sí, de pie sobre la almohada, un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo crudo y una cartera roja, terciada a la espalda", describía el jesuita. En la mente de cada niño es de una manera, y en esta casa-homenaje observan los detalles que antes de visitarla construían con su imaginación. Del manuscrito de Coloma se pasó a la edición en 1911 de un facsímil, esta vez dedicado al Príncipe de Asturias.
Ni Mickey Mouse ni Ratatouille. Según el estudio de unos expertos en marketing de la UAM, el ratoncito Pérez es "más entrañable que los Reyes Magos", señala Juan Antonio. Además, le dejan entrar en su intimidad, "yo para poder hablar con mi hija tengo que llamar a la puerta. Pérez no, él entra a su cuarto sin llamar", añade el dibujante.
Ambos productores se interesaron por este personaje, investigaron sobre sus cosas y crearon un container de dibujos animados. A partir de ahí, idearon recrear un espacio donde los niños pudieran disfrutar a sus anchas del colorista mundo del ratoncito. También aprendieron que en las sociedades rurales secularmente ha habido creencias mágicas en torno a la caída de los dientes de leche. En los países anglosajones habría un hada que vela por los txikis, Tooth Fairy. En el Medievo, era conocida y admirada la gran fortaleza de las dentaduras de los ratones. En culturas como la turca, el pico del cuervo sería el referente de la robustez.
Ahora están terminando una serie sobre el Ratón, que probablemente veamos pronto en la televisión pública. Mientras tanto, Pérez sigue visitando de noche a los niños...