BILBAO
LA revista Time calificó a Lucinda Williams como la mejor compositora de Estados Unidos en 2002. Y casi una década después apenas ha bajado el pistón, siempre con un repertorio confesional ligado a la Americana y a unas historias donde ella, su protagonista absoluta, mostraba sus heridas causadas por el desengaño, los excesos y amores apasionados acabados o no correspondidos. Feliz a sus 58 años, ha aprendido a escribir también sobre lo que sucede a su alrededor, de la guerra al suicidio. Lo demuestra en Blessed (Universal), su décimo y enorme disco, que se publica el martes y en el que han colaborado Elvis Costello y Matthew Sweet, bajo la producción del reputado Don Was.
Sus letras y su voz heterodoxa, regada y sublimada por los excesos, ha convertido a Williams en figura indiscutible del rock de raíces, del country alternativo o la Americana tres décadas después de su debut, Ramblin", un disco de versiones, en 1979. Fue aprendiendo tímidamente y no logró el beneplácito del público y la industria hasta 1998, con el laureado Car wheels on a gravel road y su primer Grammy. Desde entonces, siempre firma discos ganadores, de Essence a su anterior Little honey, editado hace tres años, en el que confirmaba que había dejado la botella y estaba felizmente, por fin, emparejada. "Estoy en una fase diferente, por eso el disco tiene momentos más felices", dijo.
Y ahí sigue en Blessed (bendecida), el disco que se edita este martes, 1 de marzo. "Lo del título y esa supuesta satisfacción... Es interesante porque me lo preguntan mucho pero es difícil responder porque cuando voy a hacer un álbum no pienso en esos términos. Suele suceder después, cuando las canciones ya están juntas. Me parece que le resultará más fácil a los oyentes que a mí llegar a esos planteamientos. Como artista siempre pienso en las canciones individualmente", indicó Lucinda a Aquarium Drunkard.
"Mis canciones reflejan el momento de mi vida en el que me encuentro. Soy más vieja y más sabia", explica Lucinda a la hora de hablar de su disco. "Me siento más prolífica que nunca, no estoy segura a qué atribuirlo. He encontrado a la persona con la que quiero estar y eso imagino que es un gran cambio. De alguna forma, quieres pensar que tu pareja te va a inspirar. Siempre fue mi sueño, ser parte de una relación así y que me volviera creativa porque nunca me había sucedido", apostilla la artista, feliz también del equipo -"el mejor"- del que se ha rodeado para grabar sus últimas 12 canciones.
Blessed está producido por Don Was, un artista con "influencias diversas" que ha grabado con Rolling Stones, a quien Lucinda conoció en un tributo a Neil Young y del que ama sus discos con Kris Kristofferson. "Cuando ya estaba mezclado el disco, Don me dijo que estaba bien pero que por qué no le enviábamos el resultado a Bob Clearmountain. Sabíamos que se retrasaría pero estoy muy satisfecha con el sonido", recuerda. "Don me dijo no importa lo que suceda musicalmente mientras grabamos, quiero que todo encaje alrededor de tu voz. Estuve en buenas manos", redunda la artista, que ha contado con la colaboración de Elvis Costello -"no esperaba ese sonido de sus cuatro guitarras"-, Greg Leisz -"ha añadido grandes texturas al disco"-, y de Matthew Sweet, de quien destaca su capacidad "para las armonías".
El álbum, sobresaliente en emociones y sonido, sigue fiel al rastro de Lucinda en sus últimos trabajos, con su característica voz de lija dejando gemas de country, blues y rock como el single, Buttercup; preciosos blues lentos de la talla de I don"t know how you"re living y Born to be loved; piezas ariscas y rock como Seeing black; y tonadas country perezosas, que su autora canta adormilada, como Sweet love. Y solo por la melodía de Copenahagen valdría la pena todo el disco.
Además, Blessed incorpora innovaciones en sus letras. Lucinda compone más allá de su ombligo aunque siguen ahí sus confesiones y deseos relacionados con el amor. Sus lágrimas actuales tienen más que ver con la felicidad que con el desamor. "Hay otras cosas de las que escribir", explica. Y lo ha hecho, mirando hacia el exterior y apostando fuerte, como en Seeing black, en el que se hace preguntas sobre el suicidio -"¿era demasiado peso sobre la espalda?/¿cuándo empiezas a verlo negro?"- con la ayuda de la guitarra de Costello. O sobre la guerra y su país, en Soldier, en la que canta "papá se ha ido". El que debería ser el tema principal del álbum se titula Born to be loved y en él canta "no nacimos para sufrir/nacimos para ser amados". Más claro... Lucinda vuelve "bendecida".