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EL pintor escoge el pincel, los colores, emborrona la paleta, prueba, insiste, marca la tela, las líneas maestras de un territorio por explorar, pinta, repinta, conforma el boceto y va dejando que el cuadro le vaya corrigiendo hasta que ante sus ojos se muestra esplendoroso un lienzo que le habla de los recuerdos que esconde. El resultado es un paisaje híbrido de arquitecturas que se desvanecen ante el empuje de una naturaleza voraz, un paisaje que esconde siempre una pequeña grieta, una hendidura por la que se cuelan pequeños guiños, misterios casi imperceptibes e irresueltos que animan al espectador a construir sus propias historias. Eso multiplica las posibilidades y enriquece la obra de uno de los grandes artistas de la pintura vasca, que recala durante estas fechas en el Museo Bellas Artes de Bilbao: Jesús Mari Lazkano.

El pintor de Bergara sabe mucho de paletas, de paisajes, de arquitecturas y, sobre todo, de emociones. La exposición que inauguró el pasado lunes es un hervidero de ellas. La emoción, casi siempre contenida, preside cada obra. Aunque Lazkano insiste en que la muestra no es más que "un residuo, un ligero recuerdo de lo que he vivido, estampas detenidas de algo más profundo, complejo y vital, ecos de un viaje que me ha llevado lejos estando cerca", los 76 cuadros que cuelgan en el Bellas Artes son mucho más. Son el resultado de una trayectoria vital, de un camino recorrido por un pintor maduro y pleno que está creando su propio lenguaje, tratando, eso sí, de provocar al invitado pasivo para que deje de serlo y participe de los misterios que se esconden tras esos exuberantes y umbríos paisajes.

"Esos guiños son hendiduras donde entra lo caótico y lo extraño, pero no tienen que convertirse en una gran grieta donde no entendamos nada; tiene que ser un detalle que nos impulse a intuir que ahí puede ocurrir algo, algo extraño, y nos gusta mirar a través de la hendidura, no del gran agujero. Pequeños guiños de color, la extrañeza de una figura... Todo calculado. No tiene que haber nada que fagocite la imagen", expone el pintor sin poder contener la emoción. Una emoción que él descubrió pronto, pero que hay que educar: "La pintura es una construcción intelectual que te empuja a reflexionar, pero la única manera de llegar a ese grado de reflexión es a través de las emociones. Y no nos educan en la sensibilidad".

Jesús Mari Lazkano escoge seis cuadros que le apasionan y desvela a DEIA los entresijos de los mismos, facilitando así su comprensión.