Bilbao
Robert Plant es una de las figuras claves de la música popular de las últimas décadas. Es historia desde que liderara a Led Zeppelin en los 70, junto al guitarrista Jimmy Page, con aquella voz aguda y moldeable. El viejo zorro ya no marca "paquete" ni luce torso como cuando era un veinteañero, pero su melena enmarañada y su voz resisten el paso de los años, los grupos y las modas. Y no le basta con el pasado sino que su curiosidad sigue intacta y sigue alimentando su leyenda.
Tras su magnífica asociación con la dama bluegrass Alison Krauss de hace unos años, Plant edita ahora Band of joy (Universal), disco en el que sigue exprimiendo el legado de artistas de estilos diversos, de Los Lobos a Low, pasando por Barbara Lynn y Townes Van Zant, con su voz estratosférica. Su garganta prefiere ahora más el sentimiento que el alarde mientras lidera una banda a la que no le resulta ajeno el rock, el blues, la psicodelia, el folk y el country. Pura magia. "He pensado en la mezcla de lo acústico y lo eléctrico", ha declarado.
La voz de Plant parece eterna. Y su curiosidad también es cosa de antaño, desde los tiempos de Led Zeppelin, banda que no se limitó a ser una de las precursoras del rock duro o heavy metal. Lo mismo hizo después de la disolución del grupo, provocada por el fallecimiento de su batería, John Bonham, en 1980. Con sus asocaciones posteriores con Page y otras aventuras, ya en solitario y en proyectos como The Honeydrippers o Priory of Brion, el vocalista dio muestra de su pasión por un amplio género de músicas.
Su disco actual tiene un precedente claro, Raising sand, su álbum de 2007 compartido con Alison Krauss, uno de los discos más excitantes del último lustro, que, además de las loas críticas, logró una cierta repercusión popular y media docena de premios Grammy, aunque alguno tan surrealista como el de Mejor Colaboración Vocal Pop. Aquel "buceo escalofriante por las tripas de la historia de la música norteamericana" tiene ahora continuidad en Band of joy. Curiosamente, Band of joy fue el grupo que Plant formó junto a Bonham antes de unirse a Page y John Paul Jones. "Tenía 17 años por entonces, antes de Led Zeppelin. En ese grupo tocábamos temas de otros y los adaptábamos a nuestro estilo. Había llegado el momento de invocar ese sentimiento y esa actitud de nuevo", asegura el vocalista británico, que se arropa en una banda de lujo liderada por el guitarrista y productor Buddy Miller. La idea de Plant, que únicamente aporta un tema propio al disco, era hacer suya la música de otros artistas. "He buscado llevar mi personalidad a las canciones de otros y dejar la puerta un poco abierta... o sujetarla, totalmente abierta, con mis caderas. Es decir... canto del modo en que canto y ataco las canciones de un modo particular. Sólo puedo abordarlo a mi manera, así que pensé en el disco tercero de Led Zeppelin, en la mezcla de lo acústico y el poderío de lo eléctrico", explica sobre la idea de este disco, de sonido más terrenal que su precedente.
Rodeado de steel guitars, bajos de seis cuerdas, acústicas y eléctricas, Plant se da un festín sin prejuicios estilísticos. Empieza con una melodía oriental, mezclando lo acústico y lo eléctrico, en Angel dance, de Los Lobos, y se traslada al folk rock británico de los 70, al modo de Pentagle y Fairport Convention, con House of cards, firmada por el mítico Richard Thompson. En You can´t buy my love, "una canción preciosa de Barbara Lynn", se pasa al pop, mientras que con I´m fallin in love again, originalmente grabada por The Kelly Brothers, hace un magnífico ejercicio de country clásico. Plant se desnuda en Cindy I´ll marry you someday, un clásico del folk, y se pasa al rock y la psicodelia en Harm´s swift way y Even this shall pass away, respectivamente.