Donostia

Hay muchos pueblos, como el vasco, que al árbol le confieren valores sagrados, y lo incorporan a su fiestas, ritos, y emblemas populares. Vicens Ochoa (Alcudia. Mallorca, 1963 ), por su propia cultura catalana, también lo incorpora de manera total, significativa, y simbólica a sus telas (lino, algodón, impresión digital) y pinturas, para hacer de él algo más que un alegato plástico y ecológico.

Ochoa parte del árbol, individual y colectivo, esto es del bosque, y lo plasma en vertical, horizontal, en plano, y en giratorio, para trazar con él mandalas vegetales, en las que las ramas y las hojas de los árboles se convierten en brazos, en ramas que extienden y atrapan el espacio, hasta convertirlo en circular y giratorio. Y lo hace además sobre textos y grafías trazadas con sutiles veladuras de color, lo que resalta el poderoso colorido que utiliza, negros, verdes, morados, rojos: Mi tierra sangra (2010), Ehecalt (2010).

Ochoa basa muchas de sus pinturas en impresiones fotográficas de árboles y ramas sin hojas, para intensificar el color en algunas zonas, y manchar otras con potentes signos y trazos de color, que sirven de contraste y de indicación a la mirada. Otras veces, parcela la visión más horizontal del bosque o del paisaje arbóreo con líneas o indicadores de colores, para demotizar y conceptualizar aún más, si cabe, la mirada. Colores fuertes y planos en los fondos, blancos y naranjas, en las líneas que los parcelan y cinetizan. Tlapallan, es quizás la más lograda.

Pero también hay otras propuestas interesantes, en obras de pequeño formato, trabajadas sobre impresión digital, que forman grupos o familias arbóreas. El pequeño formato crea intensidad en la mirada, fija la atención sobre el pequeño plano o parcela, y sobre todo gana en calidad la obra acabada. Se presenta el árbol con su tronco, sus ramas cargadas de hojas, que se yergen recias y potentes a lo alto del espacio: La memoria de su movimiento, El horizonte desde un árbol, en sus distintas versiones.

Ciertamente, Ochoa se fije en el paisaje arbóreo, género holandés que brilló en el siglo de oro, y lo trata y lo analiza desde una perspectiva moderna y actual, reflejando, que es posible hoy todavía, ofrecer nuevas versiones y planteamientos a géneros y temas que parecen agotados y periclitados, y que pueden ser abordados desde nuevas y distintas perspectivas. Presenta así una visión contemporánea del árbol, como elemento natural y simbólico, a través de su propia evolución natural, tronco, rama, hoja, copa, bosque, para mostrar al hombre del siglo XX, la maravilla y fascinación que siente el artista ante este elemento de la naturaleza y de la creación, y lo hace además de una manera conceptual, real, y significativa. Paisajismo del mejor cuño a comienzos del siglo XXI.