Bilbao
En la década de los 90, dos películas revolucionaron el concepto del ritmo en las películas de acción contemporáneas: Speed (1994) y la alemana Corre, Lola, corre (1998). Esta última narra la desesperada huida de una joven que necesita recuperar como sea una cantidad de dinero suficiente para salvar a su novio de la muerte. La actriz Franka Potente se marcó una delirante marcha atlética entre las calles y ganó el respeto de la crítica y el público. Cuatro años antes, Speed reformuló de nuevo el ritmo cinematográfico de una película de acción y situó el filme en un autobús que lleva instalada una bomba programada para explotar si el vehículo disminuye su velocidad a menos de 50 millas por hora. Sandra Bullock fue la pareja de Keanu Reeves en esta producción relativamente barata (30 millones de dólares) que rompió todas las taquillas. Sólo en Estados Unidos recaudó más de 121 millones de dólares y 350 millones en total en todo el mundo. Además, ganó dos Oscar (Mejor Sonido y Montaje de Sonido).
Sandra Bullock consiguió gran popularidad con su primer gran papel pero nadie pudo evitar que se convirtiera en una de las más solicitadas para las comedias románticas. Poco duró la felicidad de la actriz, ganadora de un Oscar por The Blinde Side en la pasada edición, ya que los productores siguieron contando con ella para los roles de mujer torpe, natural y lista. Gracias a Speed, la casi desconocida Sandra Bullock revalorizó su caché y consiguió imprimir carácter a su personaje de cándida pasajera que se encuentra con la inesperada misión de tomar las riendas de la situación y mantener en marcha el autobús.
Su química con Keanu Reaves funcionó entre los espectadores. El actor, que era una de las jóvenes promesas junto al malogrado River Phoenix y Johnny Deep, encadenó una serie de buenas películas a principios de la década de los 90: Mi Idaho Privado (1991), de Gust Van Sant; Drácula, de Bram Stroker, de Francis Ford Coppola (1992); Mucho ruido y pocas nueces (1993) o El Pequeño Buda, de Bernardo Bertolucci (1993). Sin embargo, Speed marcó su techo de popularidad junto a la exitosa saga de Matrix (1999), pasaportes necesarios para ganar un sitio en la Estrella de la Fama de Hollywood.
Keanu Reeves no ha gozado siempre de buena fortuna y no ha sabido hacer valer su influencia en Hollywood. Tras su prometedor inicio, se esperaba que marcara una época y todo el mundo creía que corregiría su carrera con papeles más determinantes. Pero no fue así. De hecho, once años después de Speed, repitió pantalla con Sandra Bullock en La casa del lago, pero no consiguió los resultados esperados. Y tanteó con varias compañeras en la gran pantalla. Aitana Sánchez-Gijón, por ejemplo, fue su compañera en el drama romántico Un paseo por las nubes. Pero la taquilla no ha validado siempre sus elecciones, y no ha podido relanzar su carrera como su colega Johnny Deep.
La sombra de Speed y Matrix ha sido alargada, pero mantuvo sus principios si un papel no le gustaba del todo. Rechazó la segunda parte de la película que protagonizó junto a Bullock para hacer un tour con su banda Dogstar. Speed 2 no superó a la primera en originalidad ni en frescura. No fue el caso de la hoy venerada Sandra Bullock, que tuvo que resignarse y decir que sí a la segunda parte, que según las publicaciones de la época, era una excusa para conseguir respaldo económico para Siempre queda el amor, un drama de bajo presupuesto.
Ambos recuerdan con cariño el rodaje y la tensión en sus caras. Sea como fuera, Speed ha pasado a la historia reciente de la cinematografía americana por exprimir como pocos la tensión a lo largo del metraje, sobre todo gracias a los buenos golpes de efecto y a las escenas llenas de adrenalina. Los amantes de las películas de acción disfrutarán con este filme bien interpretado y dirigido por el holandés Jan de Bont, en su gran debut en Hollywood.