Bilbao
La banda que germinó en Mutriku y creció en Ondarroa, la banda guipuzcoana que -¿por cercanía?, ¿por la idiosincrasia de Bilbao?- triunfó de manera especial en Bizkaia, volvió a la actualidad el año pasado, veintiún años después de su definitiva disolución. Juan Carlos Pérez, vocalista, guitarrista y líder de la banda, dos décadas después de despedirse de los escenarios, desempolvó los discos y los apuntes de las canciones y reinterpretó, en forma de sinfonía, siete históricos temas. El resultado de todo aquello se llamó Itoiz Suite.
El 11 de marzo regresan, de nuevo con la Orquesta Sinfónica de Bilbao -J.C. Pérez y José Garate Foisis incluidos-, para interpretar en el Arriaga esas siete joyas sinfonizadas. Dos semanas después, el 27 de marzo, será el Gare du midi de Biarritz el escenario del segundo concierto programado. El motor de Itoiz aún ruge, nunca ha parado, aunque lo haga de forma distinta a como lo hacía en aquellos años 70 y 80...
"Parecía un grupo internacional; entre The Who y The Clash. Itoiz no desentonaba para nada", dice una acérrima seguidora del grupo. Los de Mutriku iniciaron un nuevo capítulo en la música de Euskal Herria. El capítulo era el contiguo al de Iriondo, Laboa, Lertxundi... o lo que es lo mismo: la generación de Ez dok amairu. A pesar de que varios de sus protagonistas continúan en activo el panorama cambió por completo. La imagen de los cantautores, minimalista, dio paso a los grupos de rock. Itoiz se subió a la ola que, con más fuerza, llegaba tanto a las costas europeas como a las norteamericanas: el rock.
Evolución
De las verbenas de Indar Trabes al rock de Itoiz
Foisis y Pérez, con dieciséis años, se juntaron en el instituto de Ondarroa con la intención de formar un grupo. El calendario marcaba 1974. El día de Santo Tomás de ese mismo año, en la discoteca Venecia de Saturraran, Indar Trabes se subieron al escenario por primera vez. Eran cinco chavales: Estanis Osinalde, Joserra Moreno, Joseba Mendizabal, Foisis y Pérez. Tocaban temas facilones y bailables, de verbena. Pero sus melenas y un par de canciones más duras les valió la etiqueta de rockeros. Etiqueta que no iba desencaminada ya que, con el dinero de las verbenas, compraron instrumentos y empezaron a componer temas propios que sonaban a The Who, Genesis...
El público comenzó a exigir más temas propios y menos versiones hasta que, en 1978, Jaime Yarritu puso en marcha la discográfica Xoxoa y, en una apuesta por la juventud, quiso que el quinteto de Mutriku estrenara el sello. Los temas habían sido compuestos a lo largo de los cuatro años anteriores pero, al sonar tan distinto a Indar Trabes, decidieron rebautizarse: así nació Itoiz. Un nombre corto, directo, de cinco letras, que convenció a sus cinco componentes.
El disco se publicó de cara a la Azoka de Durango de ese año. Tuvo una gran respuesta por parte de la crítica y una aceptación a fuego lento, pero imparable, entre el público. La gente tenía ganas de cambio y era fácil destacar", diría Pérez, muchos años más tarde, con una humildad que casi suena a inocencia. El trabajo realizado fue buenísimo y, de entre todos los temas, uno sonaba a himno: Lau teilatu. Y no ha dejado de sonar desde entonces gracias, en parte, a las muchas versiones que se han hecho de ella.
El segundo álbum, Ezekiel, fue completamente compuesto por Pérez, en una época en la que el grupo como tal no existía: por culpa de la mili. Tras este la banda se reunió para firmar Alkolea (1980), Musikaz blai (1982) y Espaloian (1985). El cambió ya se había dado. La incorporación de German Ors y, en especial, de Jean Marie Ekai, transformó el rock progresivo de los primeros discos en el pop-rock que los puso, aún más, en la cima. En 1986, las entradas para el concierto de La Casilla, en Bilbao, costaban 100 pesetas. La cola abrazaba el edificio varias veces, "eso sólo pasaba con las bandas de fuera y con Itoiz", dice una de las asistentes. Muchos se quedaron fuera.
Itoiz era un grupo potente, pero su desligamiento político provocó resquemores entre muchos de los protagonistas del Rock Radical Vasco. A pesar de ello, tenía a Euskal Herria a sus pies. Siguieron creciendo, les querían más allá de nuestras fronteras. A punto estuvieron de firmar un gran contrato que, al final, nadie sabe por qué, no se materializó. Lejos de seguir creciendo pararon. Para siempre. En lo más alto. Unos meses antes actuaron en Fadura (Getxo). Fue apoteósico y quedó para la posteridad en ...eremuko dunen atzetik dabil. Desapareció el grupo pero quedó la energía. Ahora se vuelve a asomar, la misma energía, en forma de sinfonía.