Antoine d"Abbadie (Dublín, 3 de enero de 1810-París, 20 de marzo de 1897) no perdió el tiempo en sus 87 años de vida. El científico y promotor de la cultura vasca dedicó su existencia a una aventura llena de viajes, hallazgos científicos, estudios de interés mundial y la conservación de su lengua paterna: el euskera. Se cumplen 200 años desde el nacimiento de este polifacético hombre que en la actualidad da nombre al premio Antón Abbadia, otorgado por la Diputación Foral de Gipuzkoa a las personas que impulsan y defienden el uso social del euskera. De padre vasco -natural de Zuberoa- y madre dublinesa, Antoine, sintió cercanos desde niño el francés, el euskera, el inglés y el gaélico. Con el tiempo sería hábil en otras lenguas como el latín, el italiano o el griego. Debido a su espíritu universal, su interés por lo vasco fue algo casi natural. Abbadie "fue el mecenas y promotor principal del resurgir de la lengua y la literatura vasca con la creación de los juegos florales en 1851", explica el escritor Patri Urkizu. "De ahí el sobrenombre de Euskaldunen aita". Este polifacético hombre nació en Dublín aunque a los diez años se estableció con su familia en Toulouse. Inició su carrera de Derecho y lo compatibilizó con el estudio de Mineralogía y Geología.

un explorador nato

África

Su primer viaje lo hizo a Brasil. Allí llevó a cabo más de 2.000 observaciones astronómicas. Pero el viaje que marcaría su vida fue el realizado con su hermano Arnault a Etiopía y al Alto Egipto, el cual supuso una gran contribución a la ciencia. El carácter cristiano de la zona y las fuentes del Nilo Azul fueron los temas principales que le llevaron allí. "Era un hombre atlético y deportista nato, practicaba la esgrima, la gimnasia, la marcha y la natación", explica Urkizu. Una de las actividades principales del científico en Etiopía fue el trazado de los puntos geodésicos desde Masawa a la Alta Etiopía: "Fue un trabajo tan exacto que el propio Mussolini utilizó el mapa", cuenta Urkizu.

Asimismo, realizó una exhaustiva recopilación de datos sobre los vocabularios de una treintena de lenguas etíopes, la religión cristiana en la zona, los procedimientos judiciales en Abisinia, la esclavitud o los falashas -etíopes de religión judaica-. Tras doce años volvió a casa y en 1850 la Sociedad de Geografía de la Academia de Ciencias de París le otorgó la medalla de oro y fue distinguido caballero de la legión de honor. Poco después fue nombrado correspondiente de la Sección de Geografía del que fue presidente en 1892. Abbadie siguió viajando, observando eclipses en distintos puntos del mundo. África fue una de sus pasiones, la otra, fue Euskal Herria, a donde volvía al caer el otoño: "Pasaba todo el año viajando y volvía a Hendaia en septiembre, él decía que era el mejor mes del año", asegura Urkizu. Siempre mostró interés por el mundo de las letras. Era un lector empedernido y desde los 25 años llevaba consigo un diario en él escribía sus consideraciones y poemas en inglés y francés. Uno de los primeros trabajos que publicó lo hizo junto a su íntimo amigo Agustín Chao: el prólogo de la obra Études grammaticales sur la langue euskarienne (Prolegomènes) lo dedicó a los vascos de las siete provincias, pues fue Abbadie quien creó el lema Zazpiak bat.

el castillo

Lore jokoak

Tras su viaje por el territorio abisinio, Abbadie volvió a Euskal Herria y organizó los primeros Juegos florales en Urruña (1851). Reunió todos los ámbitos de la cultura popular, constituidos por la poesía y el euskera. "Lore jokoak o las euskal jaiak duraban tres días y eran similares a unas olimpiadas: partidos de pelota, pruebas de fuerza, campeonatos de irrintzis, escritores, poesías y bertsolaris", afirma Urkizu. Urruña fue el centro neurálgico de las fiestas durante doce años. En 1864 se organizaron en Sara hasta 1878, y después por diferentes pueblos: Elizondo y Begoña, Bera, Donostia y Maule. "El periodo del renacimiento de la literatura vasca que comenzó entonces (1876-1936) se produjo gracias a Abbadie", apunta Urkizu. Los juegos florales se festejaban anualmente y Abbadie pagó de su bolsillo los costes de la celebración hasta poco antes de su fallecimiento en 1897. Entre 1862 y 1870 Abbadie construyó el castillo neogótico en Hendaia sobre la desembocadura del Bidasoa.

El edificio contiene un observatorio astronómico donde Abbadie pasó sus últimos años dedicado al estudio de las estrellas. "En su interior pueden apreciarse proverbios y refranes de diversas lenguas como éste en euskera: Es suficiente un loco para arrojar una gran piedra a un pozo, pero son necesarios seis hombres prudentes para sacarla".