gstaad. El cineasta Roman Polanski recobró ayer parcialmente la libertad después de pasar más de dos meses en una cárcel suiza, y fue transferido al chalet que posee en la estación alpina de Gstaad, para quedar en arresto domiciliario hasta que se resuelva la petición de extradición de EE.UU. Polanski, de 76 años, era esperado por decenas de periodistas de todo el mundo que montaban guardia desde primeras horas de la mañana y habían literalmente rodeado el chalet, muy accesible y cercado apenas con una valla de madera de un metro de altura.

Hacia las 13.00 hora local (12.00 GMT), dos coches negros con cristales tintados enfilaron el estrecho camino que lleva a la casa de los Polanski y entraron en el garaje, sin que los numerosos fotógrafos, excepto los mejor situados, pudieran captar la imagen del famoso realizador en el segundo automóvil.

En las horas previas, diversos movimientos indicaban la inminencia de la llegada del cineasta, como la entrada de un vehículo de la empresa de seguridad que ha establecido el sistema de control que vigilará a Polanski o la de una furgoneta de una compañía de catering. En la casa ya lo esperaban su esposa, la actriz francesa Emmanuelle Seigner, y sus dos hijos: Morgane, de dieciséis años, y Elvis, de once, quienes llegaron en la noche del jueves, de forma discreta y sin ser vistos. El pequeño se aventuró ayer a salir un par de veces durante algunos minutos al jardín cubierto de nieve del chalet, antes y después de la llegada de su padre.