Con mucho parné del bueno ha debido de untar Hollywood a Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum para que estos tres actorazos, iconos de una de las sagas más aplaudidas de la historia, hayan accedido a aparecer en Jurassic World: Dominion.

Es la sexta cinta y entrega final de la franquicia Parque Jurásico, y la tercera película de la serie Jurassic World, que comenzó en el año 2015 con mucho brío y acción y que ha terminado con un final más chufa que el que vivió Antonio Resines en Los Serrano. "Insulto, falta de respeto, mierda como una montaña"... son algunos de los adjetivos que rulan por las redes sociales para resumir la película dirigida por Colin Trevorrow.

Y lo cierto es que se quedan cortos. Porque la cinta protagonizada también por Chris Pratt y Bryce Dallas Howard tiene de todo menos dominion sobre esas historias de sustos y aventuras jurásicas que tanto nos alegraron antaño.

Ya la nueva serie comenzó mal. ¡Fatal! Cometiendo en el nuevo y espectacular parque de dinosaurios los mismos errores que en Jurassic Park llevó a cabo el inolvidable John Hammond ("no hemos reparado en gastos"). Pero eso sí, con la misma acción, fantasía e ideario imaginario (remodelado) que nos hizo soñar hace casi treinta años. De Jurassic World: El reino caído, dirigida por cierto por nuestro J. A. Bayona en 2018, no diré absolutamente nada por si alguien aún no la ha visto, salvo que es también una buena castaña (sobre todo el final), aunque en cierta medida resulta creíble.

Un hilo de ilusión o utopía que se rompe por completo en esta última entrega. Ni la siempre apetecible presencia de Jeff Goldblum o la elegancia de una de las mejores actrices del momento, Laura Dern, consiguen levantar un guión que no logra comprender ni el mismo Steven Spielberg (productor de la cinta) y que más que miedo da risa, o pereza. Porque durante más de media hora ni se asoman por la pantalla dinosaurios. Solo unas enormes langostas prehistóricas alimentadas a base de pintxos XXL. La cara poema del doctor Alan Grant (Sam Neill), como diciendo "qué cojones hago yo aquí", lo dice absolutamente todo.