Siempre que me acuerdo de Irati se me ponen los pelos de punta”, decía Hemingway. Y eso que el escritor se perdía por el bosque en verano, concluidas las fiestas de San Fermín. Pero es ahora, en otoño, cuando la estación realza toda la belleza de este hayedo-abetal vasco, único en Europa, con su espléndida bacanal de colores.
La selva de Irati está ubicada en el extremo occidental del Pirineo navarro, en un espacio cercado por bellas localidades como Otsagabia, Izaba, Jaurrieta, Ezkaroze, Orbaizeta o Abaurrepea. Segundo hayedo-abetal más extenso y mejor conservado de Europa tras la Selva Negra, es una mancha verde de 17.000 hectáreas en estado casi virgen, en contacto con los valles de Aezkoa y Salazar, y las montañas Ori y Abodi.
Si conviene al menos visitar Irati una vez al año, debe ser en otoño, cuando se torna todavía más espectacular al verse teñida de amarillo y ocre. Da igual si se accede por Orbaizeta u Otsagabia, allí esperan el bosque, sus frutos, senderos naturales, la hierba, el rumor del agua en el río o el embalse de Irabia. Cualquier paseo por Irati permite disfrutar de su valor ecológico y avanzar por sus senderos balizados supone un encuentro constante con tupidos hayedos, pastizales, abetos y frescas aguas que pintan un paisaje de colores vivos. Especialmente disfrutables resultan las reservas naturales de Mendilatz y Tristuibartea.
centro de interpretación El visitante cuenta en Otsagabia con el Centro de Interpretación de Irati, un buen lugar para informarse sobre la selva y alrededores (restaurantes, alojamientos, recorridos a pie, bici, raquetas de nieve...) e iniciar el paseo protegido por un manto de hojas caídas y acompañado por el rumor del agua y el olor de los frutos del bosque. El recorrido entre tilos, avellanos, olmos, sauces, arces, helechos, líquenes y musgos puede deparar el encuentro con reyezuelos, petirrojos, truchas, zorros, jabalíes, martas o corzos.