Amsterdam
Morir o seguir viviendo en estado vegetativo, conectado a un respirador artificial y alimentado por una sonda: el dilema que se plantea ahora a la Familia Real holandesa y a Mabel Wisse Smit, esposa del príncipe Johan Friso de Holanda, en coma profundo desde hace un mes tras quedar sepultado por un alud de nieve mientras esquiaba en los Alpes austriacos, es dramático. La grave situación clínica -aparentemente irreversible- del príncipe de 43 años, el segundo hijo de la reina Beatriz de los Países Bajos, obliga a retrotraerse en el tiempo a casos similares. Entre ellos, el de la joven estadounidense Karen Ann Quinlan a finales de los años 70 o más recientemente el del ex primer ministro israelí Ariel Sharon, en estado vegetativo irreversible desde 2006 tras sufrir un derrame cerebral. "¿Qué está esperando ahora la familia del príncipe Friso?", se preguntaba hace unos días el periódico holandés De Volkskrant.
Con la legislación holandesa en la mano, no se da en absoluto el caso de una posible eutanasia, en esto las normas son muy estrictas: es el paciente quien tiene que expresar su deseo de que se le aplique la muerte dulce, llegado el momento. Sin embargo, el príncipe se encuentra ingresado en el hospital londinense de Wellington, a donde fue trasladado el 1 de marzo. Según Jan Bakker, experto en cuidados intensivos del Erasmus Medisch Centrum, "las posibilidades de que un paciente logre salir de un coma profundo como el del príncipe Friso se acercan mucho al cero absoluto", comenta al Volkskrant.
En la historia reciente de pacientes en situación de coma profundo hay un caso al que se refieren siempre las hemerotecas y los manuales médicos: el de la joven estadounidense Karen Ann Quinlann (1954-1985), quien en abril de 1975, cuando contaba 21 años, cayó en coma profundo probablemente tras la ingestión combinada de alcohol y tranquilizantes. Hasta el 11 de junio de 1985, cuando murió, su padre, Joseph Quinlan, iba todos los días a verla al centro de cuidados intensivos donde sobrevivía en estado vegetativo en Nueva Jersey. El caso Quinlan provocó titulares en todo el mundo después de que una sentencia judicial permitiera que se le retirase la máquina que le ayudaba a respirar y a mantenerse técnicamente viva. Los padres de la joven, ambos católicos practicantes, intentaron desde el primer momento que se le retirase el respirador, pero el hospital se negó, lo que derivó en una batalla ante la Justicia que duró más de un año. Finalmente, el Tribunal Supremo de Nueva Jersey apoyó la postura de los padres. No obstante, a pesar de que a Karen se le retiró el respirador en 1976, no murió. Siguió en estado vegetativo, alimentada por una sonda, hasta su fallecimiento por una neumonía en 1985, con 36 kilos de peso.
Aunque pueda parecer extraño, el caso Quinlan y el caso Friso tienen puntos en común. Se trata de un detalle muy importante para determinar lo que pueda ocurrir en los próximos días, semanas, meses... o años, si es que el príncipe logra sobrevivir: ¿respira en estos momentos por sus propios medios o necesita ventilación mecánica? La clave reside en el terreno movedizo y complejo de la ley. En caso de que el príncipe necesite ventilación mecánica, Holanda ofrece a los médicos la posibilidad legal de suspender esa asistencia. En Inglaterra, los médicos también pueden frenar un tratamiento pero deben, a diferencia de Holanda, contar con la aprobación expresa de la familia del paciente.