La cita proviene del libro de Germán Rueda, "La emigración contemporánea de españoles a Estados Unidos” donde habla Manuel Núñez, inmigrante español, cuyo hijo Emilio sería el primer juez hispano en Nueva York: “Recuerdo la inmigración de españoles a Bridgeport (Connecticut), sobre todo en los años 1920 y 1921. Vinieron a centenares. Recuerdo que había un pueblo en Valencia (Pedreguer) del que emigró hasta el cura, prácticamente todo el pueblo”. Eran tiempos convulsos, ya ven, y la familia Núñez partió hacia nuevas tierras, hacia nuevas oportunidades. Con ellos iba, como les dije, el pequeño Emilio. Eran, en su mayoría, emigrantes golondrina. Llamados así porque pasaban temporadas en la zona para volver cada cierto tiempo al lugar de origen. Pero Europa ya olía a pólvora y en España iban torciéndose las cosas del comer, si es que se puede decir así.
Se interesó por el mundo legal siendo adolescente, cuando ejerció de traductor en la corte para los emigrantes españoles
Emilio Núñez había nacido en Bilbao el 29 de junio de 1904 y emigró con su familia a los EE. UU. en 1915. Se establecieron en Bridgeport, Connecticut, donde había un pequeño enclave español. Según el sitio web de la División de Apelaciones de los Tribunales del Estado de Nueva York, “se interesó en la ley cuando, siendo un joven adolescente, actuó como intérprete en la corte para sus compañeros inmigrantes de España”. No le faltaba trabajo habida cuenta que la emigración hacia Estados Unidos era, a principios del siglo XX, una tendencia europea de mucho empuje por las necesidades del Viejo continente, a un paso de enfangarse, si es que se puede decir así, en la Primera Guerra Mundial.
Finalmente, se mudó a Nueva York, donde recibió su título de abogado de la New York Law School en 1927. Fue admitido en la abogacía norteamericana dos años más tarde, en 1929, y durante varios años ejerció de abogado particular, representando, por ejemplo, al Gobierno de España y el diario español de Nueva York, La Prensa. Su nombre fue cogiendo vuelo merced a los casos que resolvía y al vínculo que le ligaba a la comunidad hispana. Iba abriéndose camino...
Al morir, en 1995, la necrológica del ‘New York Times’ le consideró un “juez hispano pionero en el Estado de Nueva York”
Tanto que en 1951, el alcalde de Nueva York, Vincent R. Impelliteri, le nombró Magistrado de la Ciudad. Núñez se convirtió, entonces, en el primer juez hispano de la ciudad de Nueva York. En 1961 ya era todo un personaje en la ciudad, hasta el punto que fue elegido miembro del Tribunal Supremo de Nueva York. Emilio Núñez, que abrió el camino de la judicatura de Nueva York a los hispanoamericanos, llegó desde la magistratura de Nueva York al Tribunal de Apelación de la Corte Suprema del Estado. Todo un señor de Bilbao, ya ven, agigantándose en la Gran Manzana.
En las crónicas sociales de la época su presencia se mantenía con continuidad. Fue el primer Gran Mariscal del Desfile del Día de la Raza en 1965, sin vínculo alguno con Franco. Y fue fundador del Colegio de Abogados de Puerto Rico. No en vano, a mediados de la década de 1940, se organizó una nueva organización llamada Asociación Hispanoamericana de Abogados que, en 1957, se convirtió en la actual PRBA o, lo que es lo mismo, el Puerto Rican Bar Association, Inc. (PRBA) fundado en por un grupo de abogados puertorriqueños y latinos que empezaron a reunirse para ofrecerse apoyo personal y profesional en una época en la que era difícil que los abogados de color fueran aceptados como miembros en los colegios de abogados establecidos.
Cuando Emilio Núñez murió en 1995, el New York Times publicó un obituario en el que lo calificaba de “juez hispano pionero… que abrió el camino para los hispanoamericanos en el poder judicial de Nueva York, ascendiendo de magistrado de la ciudad de Nueva York a la División de Apelaciones de la Corte Suprema del Estado”. Casi nada.