EL paso del tiempo borró su nombre de la memoria de miles, por mucho que Bilbao le dedique aún una calle, con motivos más que sobrados. A la trasera de los números pares de la calle Ondarroa, junto al CEP de Txurdinaga, le asignó el nombre de Alfredo de Echave. ¿Por qué? Nació en el Casco Viejo en 1872 y el periodista y dramaturgo Alfredo de Echave, conocido como El de Iturribide y que en su día ocupó la presidencia de la Sociedad Coral de Bilbao. Su afición al teatro empezó hacia 1898 en la sociedad Euzkeldun Biltokia, fundado por Resurrección María de Azkue. Llegó a estrenar varias óperas. La comedia vasca en dos actos, de tipo costumbrista, Peru Gixon, está considerada como su mejor obra. Esos fueron, por encima, los motivos que impulsaron su reconocimiento.
Pero Alfredo fue más allá que esa reseña. Lo amplio de su producción y el éxito que acompañó a la mayor parte de sus estrenos, así lo exigen. Y aunque se ejercitó con fortuna en el periodismo –fue redactor jefe de Euskadi, desde sus tiempos fundacionales, con Evaristo Bustinza, Kirikiño, como colega en la sección de euskera...– resultando un articulista notable bajo el seudónimo de El de Iturribide, es en su faceta dramática donde más destacó, por encima, sin ir más lejos, de Viar y Röchelt, los únicos que en este campo podrían manifestársele en competencia.
Fue, además, un célebre polemista y ahí están sus enfrentamientos con Andrés González Blanco, Fernando de la Quadra Salcedo o el mismo Joaquín Adán, conocido como Argencio. Ya autor teatral, trató de impulsar la escena bilbaina hasta términos insospechados, pues con él comenzaron las mejores representaciones líricas. Quiso recoger el testigo de Resurrección María de Azkue, que había estrenado en el Patronato de Iturribide la zarzuela bilingüe Vizcaytik Bizkaira. No tanto por lo artístico de la empresa como por lo que ésta tenía de empeño político, Echave estimó que los esfuerzos de Azkue fueron el “estímulo de la juventud aficionada, que pedía teatro y más teatro”, añadiendo que “don Ramón de la Sota facilitó los medios necesarios para que el propio señor Azkue pudiera establecer su famoso Euskaldun Biltokia: escuela vasca de párvulos y teatro nacional”. Ya ven, siempre enfrentándose.
Fue en 1904 cuando el Centro Vasco de Bilbao, a iniciativa de Echave, dispuso en su salón de actos un diminuto escenario al que habría de servir un escogido cuadro artístico. Apenas en un mes debutaba como autor al estrenar su obra, el sainete La Alianza Republicana. Ello sirvió para que los socios le pidieran una segunda muestra de su ingenio. “De consiguiente, forzoso era ya, por amor a la Patria misma, el promover la instauración de un teatro netamente vasco de nuestras costumbres, de nuestra historia y de nuestra leyenda, bajo noble y elevada aspiración artística”, dijo en público. La literatura dramática de Alfredo de Echave, ya se ve que militante, en cuanto teatral no traspasó los términos del costumbrismo al uso.
La utilización del sainete como género le procuró una manera sencilla de expresar su ideario mediante la sátira y la caricatura. Los personajes indeseables venían definidos por una vía que les remitía al odio popular por su rotundo desprecio a todo lo vasco. De ahí que el teatro de Echave, no exento, en absoluto, de algunos logros técnicos –fue un hábil escritor, especialista en ideas generales– llegara tan fácil a un público de antemano entregado.
Pasó por notable su obra lírica. Como presidente de la Coral apuró sus desvelos en la creación de una ópera vasca. Los estrenos de Lide ta Ixidor, de la pastoral Maitena, y luego de Mendi mendiyan y Mirentxu, lo atestiguan sin duda ninguna.