Estamos en el siglo XVII, en una Francia donde reina una mujer que se entiende con el duque de Buckingham, enemigo británico de su esposo, el rey Luis XIII, rey bienintencionado pero inconsistente. A partir de aquí, según cuenta la imaginación de Alejandro Dumas, D’Artagnan se enfrentará a las turbias maquinaciones del cardenal Richelieu y mil y un peripecias en torno a las joyas de la reina. La reina de Bilbao –qué digo de Bilbao, de Bizkaia entera...– es la Amatxu de Begoña, en cuyo entorno también hubo unas joyas y mil y un avatares. Veamos cómo empezó.

En 1900, sexto centenario de la Fundación de la villa de Bilbao, Bilbao apreció que se había llegado a una fecha muy apropiada para coronar a la Virgen de Begoña. En marzo de aquel año se firmó la petición al Cabildo solicitando la gracia y en mayo, tras la aprobación por el pontífice León XIII, se expidieron en Roma las letras que la concedían.

La Coronación se haría el 8 de septiembre de 1900. La imagen de la Virgen fue engalanada por todo lo alto por el joyero Luis de Anduiza y Goicoechea. La Reina Regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena, donó el vestido-manto; María Aguirre Aguirre, hija de Liverpool y casada con Romualdo García y Ogara, comerciante bilbaino, costeó la corona cuyo valor ascendió casi a 100.000 pesetas; mientras que la corona del niño y el cetro fueron sufragados por suscripción popular.

La corona es de plata sobredorada, rematada en una cruz que ostenta un brillante de grueso tamaño, cuatro medianos y ocho pequeños. Las ocho cimeras de la corona tienen infinidad de brillantes, entre ellos 24 de gran tamaño. La diadema y florones están adornados con ocho brillantes gruesos, 8 de tamaño inferior, 24 regulares, 88 pequeños y 48 perlas blancas. El bando o friso se compone de dos filas de perlas y lleva en el centro 8 óvalos cuajados de brillantes, destacando entre estos adornos, cuatro hermosos brillantes y cuatro riquísimas esmeraldas. Entre los óvalos hay infinidad de brillantes y perlas. Quienes la vieron hablaron maravillas de ella. Bilbao tiene una calle dedicada a ella.

Al alba del 31 de agosto comenzó la Novena preparatoria con la misa matutina en la basílica de Begoña. A lo largo de aquellos nueves días se sucedieron oficios y funciones con sermones en castellano y euskera. Al mismo tiempo, peregrinos de toda Bizkaia fueron desfilando por Begoña en una muestra de fervorosa entrega a su protectora. El día 8, en una solemne misa presidida por el obispo de Vitoria, Ramón Fernández Piérola, acompañado de diez obispos y las autoridades civiles de la villa, se procedió a la coronación. Después, la imagen salió en procesión triunfal por Bilbao. Es destacable el himno, en castellano y euskera, que el presbítero José Solís y el músico Manuel Villar y Jiménez compusieron para la ocasión, a la Virgen de Begoña en la fiesta de su coronación canónica. Días después, el 4 de noviembre, Ricardo Sanz de Samper, delegado especial de León XIII, ofreció a la Virgen el regalo del papa, un rosario de oro con una medalla.

Hasta aquí llegan las crónicas de esta historia. Entra ahora una segunda mirada que empapa de misterio al relato. Cuelgan, intramuros de la basílica de Begoña, unos lienzos al óleo de gran valor histórico, cultural y religioso. Entre ellos se encuentra la Coronación de la Virgen de Begoña. Se trata de una obra de José de Echenagusia, pintada dos años después, en 1902. Enrique Franco, sacristán de la basílica ha investigado sobre esa obra, peculiar y repleta de historia. Vayamos de la mano del sacristán.

Echenagusia vivía en Roma y no estuvo en el acto. En aquélla época ya existían las fotografías en blanco y negro y al parecer fue una bilbaina, Eulalia de Abaitua, una de las fotógrafas pioneras costumbristas, quien sacó fotografías de la gente que participó. En ellas se basó el artista para realizar la composición de los personajes.

El cuadro es un quién es un quién de la época que lo ha estudiado el sacristán. Escuchen, escuchen sus reflexiones para la Diócesis de Bilbao. Sin concluir la investigación “uno de los que sale es el propio pintor y probablemente, está hablando con Unamuno, quien le está mirando. El que está detrás de Unamuno, puede ser Benito Pérez Galdós, aunque está por confirmar”. Prosiguen las pesquisas. “También salen en el cuadro el marido de Eulalia de Abaitua, Juan Narciso de Olano. Tenía su influencia en la vida social de la época, ya que él dejó los terrenos para las romerías. Otro que sale retratado es José María Basterra, el arquitecto de la Diócesis (...) Propuso y así se hizo poner luz eléctrica en Begoña para el día de la coronación. Fue la primera vez que se pudo prescindir de las velas en la procesión.”

Hay algunas personas que estuvieron en la coronación y no salen en el cuadro. “Por ejemplo, Sabino Arana, quien ya era juntero en Gernika. Y otra , Santa Javiera Cabrini, quien entonces era monja y fue la primera ciudadana estadounidense canonizada. Esos días estuvo poniendo en marcha el colegio Santiago Apóstol en Bilbao y estuvo en la coronación, aunque tampoco salga en el cuadro”. Los gobernantes salen de espaldas. Supongo que será porque en 1903, cuando nombraron Patrona de Bizkaia a la Virgen de Begoña en las Juntas Generales, se organizaron festejos y peregrinaciones desde todos los puntos de Bizkaia. Pero, en Bilbao en aquél momento estaban los ultra liberales y decidieron no festejarlo”, puntualiza el sacristán.