Eran dos mundos, tan cerca y tan lejos, y apareció una escalera que recuerda a una cicatriz, como si fuese la secuela de una intervención quirúrgica que cosa y suture un Bilbao con otro. Las Rampas de Uribitarte son, indudablemente, uno de los parajes con mayor personalidad, surgidos de la urbanización llevada a cabo por el Ayuntamiento de Bilbao sobre la extinguida anteiglesia de Abando. Fueron la solución urbanística para resolver el problema de comunicación entre la zona alta de la iglesia de San Vicente y Albia, prolongada por la parte de la alameda de Mazarredo, y la zona baja, de la ría, en la que, hasta 1870 en que se inició su relleno, existía un brazo de agua y la isla de Uribitarte.

El paraje conocido por los abandotarras como La Glorieta correspondía a esa orilla o ribera de la anteiglesia de Abando que fue cegado y rellenado para unirlo a la isla de Uribitarte. Para bajar o subir desde esa zona marítima, portuaria de Abando hasta la de arriba, existían una serie de estradas, principalmente la denominada La Brigadiera, dentro de la propiedad del mismo nombre de don Tomás de Arana. Sobre esta estrada fundamentalmente es sobre la que se construían las rampas y escaleras de Uribitarte. En 1889 el Ayuntamiento de Bilbao expropió una parcela de terreno de dicha estrada a Arana para hacer la nueva urbanización. Fue como si el viejo Bilbao se besase con el nuevo.

La construcción de estas escaleras y rampas fue realizada en 1891 y 1892 por el contratista de obras don Pedro Zubía y Leceta, vecino de Bilbao. Tuvo que hacer dos rampas (superior e inferior) y dos escaleras o escalinatas, una en la parte de más abajo, y otra en la parte de más arriba; o sea, una doble para subir desde la calle Uribitarte a Arbolancha y otra para subir desde la rampa inferior a la alameda de Mazarredo, originando sobre ésta una pequeña zona ajardinada. Las rampas y escaleras solucionaron el desnivel entre las dos zonas alta y baja.

Más de un siglo después, la imagen, siendo otra, refleja otra vez el cara a cara de dos mundos. No en vano, las escaleras mantienen cierta imagen aristocrática mientras que arriba le espera el hotel Mercure Jardines de Albia, un hotel moderno, propio de las necesidades del siglo XXI. Echemos un vistazo a su interior. Mercure Bilbao Jardines de Albia es un hotel contemporáneo. Ofrece un amplio buffet de desayuno y un lobby bar con terraza, El Rincón de Albia. Abierto durante todo el día con una copiosa barra de pintxos. Además de una variada carta de snacks y cocina internacional.

Totalmente reformado en 2016, cuenta con 4 estrellas, 138 habitaciones, así como 135 metros cuadrados de salones convertibles para la celebración de reuniones, seminarios o eventos, y el spa Jardines de Albia, un espacio de aguas termales en el corazón de Bilbao, algo muy poco habitual en la ciudad. Ofrece un amplio catálogo de tratamientos exclusivos que incluye entre otros, masajes de relajación, terapéuticos, orientales y muchos otros tratamientos de belleza, rituales de relajación y sensaciones. Un auténtico balneario urbano, muy alejado de lo que ofrecía en la edad de las escaleras con balaustradas.

Pueden recrearse la vista con los vecinos del hotel que ejerce de puerta de Uribitarte hacia Mazarredo y Jardines de Albia. Allí se encuentra el edificio Plaza San Vicente, todo un lujo cortés. Se trata de un impresionante edificio, fruto del trabajo del maestro de obras Domingo Fort Barrenechea y data de 1902. Es su obra quizá más significativa, de la que además fue promotor, y que se situó en la céntrica y cotizada manzana limitada por la avenida de Mazarredo, la plaza de San Vicente y la calle de San Vicente. De gusto renacimiento francés sería una de las iniciativas de vivienda burguesa más representativas de ese tiempo de entresiglos. Si el paseante se recrea en la contemplación del edificio destaca el gusto por los detalles ornamentales de gran calidad. El café Antzokia a un paso se postula como un mundo alternativo. El Teatro Cafe abrió sus puertas el 15 de diciembre de 1995, en el lugar donde antiguamente estaba el cine San Vicente. Con la restauración completa, entre otras cosas, se eliminaron las zonas de asientos y se convirtió en una espaciosa sala polivalente. El proyecto partió del pensamiento de algunos profesores que enseñaban euskera: que en Bilbao había una clara falta de oportunidades para que los estudiantes se involucraran con el euskera fuera del aula y que necesitaban esos momentos y lugares que les ofrecieran tiempo de ocio y relaciones naturales en euskera para avanzar en el proceso de aprendizaje.

El vecindario es variopinto. El café teatro Davinci, con una hermosa terraza, Arbolantxa. El local ha sido completamente renovado con una inspiración general Art Decó actualizado, con una larga barra de alabastro retroiluminada con cabina de disc-jockey incluida y unas cristaleras que integran perfectamente la oscuridad interior con la luz exterior, la noche con el día y la formalidad con el desenfreno. Como contraste aparece la iglesia de San Vicente. Es un templo renacentista columnario levantado sobre una construcción anterior que fue la iglesia de la anteiglesia de Abando, antes de que esta fuera absorbida por la villa de Bilbao. Está considerado uno de los mejores ejemplos de iglesia columnaria del País Vasco. Se ubica enfrente al que fue corazón de la anteiglesia, hoy convertido en los jardines de Albia. Un mundo ecléctico pervive ahí.