Fue la suya una vida de valientes, una carrera que dejó huella aunque fuese perseguida por su condición de mujer en el reino médico de los hombres. Luego lo veremos. Comienza esta crónica recordando que Ticiana Iturri Landajo nació en la calle del Medio de Portugalete. Cuando Ticiana aún era una niña su padre consiguió trabajo en una fábrica minera en Lora del Río, Sevilla, donde se trasladó toda la familia. Allí estudió Ticiana el bachillerato, en el Instituto San Isidoro, escuela donde conoció a Severo Ochoa, con quien volvió a coincidir años después en Bilbao. También estudió en las aulas de Manuel Machado La familia no perdió contacto con Bizkaia en esa época, volviendo cada verano a la casa que tenían en Sopela, conocida como la casa de los sevillanos.

Está la familia aún en Sevilla. Pero no quiere Ticiana cursar los estudios de licenciatura ni en Sevilla ni en la vecina Cádiz, y marcha a la Corte para realizarlos. Quizás pesara en esta decisión la búsqueda de un ambiente universitario más proclive que el de Sevilla para la presencia de alumnas en sus aulas. Buscaba alimento para su personalidad.

Al finalizar los estudios de Medicina en la Facultad de San Carlos, en Madrid, se formó como especialista en el Instituto Rubio y abrió consulta en la calle Claudio Coello, nº 97. Al mismo tiempo que trabajaba en la Escuela Nacional de Puericultura, para realizar la tesis doctoral y preparar las oposiciones para maternóloga del estado. Superadas estas y el doctorado, con la defensa de su tesis Acción de algunos galactogogos, que fue calificada con un sobresaliente en el año 1930, obtuvo en 1932 su destino en Bilbao, en la Dirección Provincial de Sanidad.

Llegó a la villa y abrió consulta en la calle de los Fueros n.º 2,5​ donde estuvo hasta que abrió su clínica en Begoña, donde asistía a partos y consultas de su especialidad. Al mismo tiempo realizaba un trabajo de divulgación sobre estas temáticas, mediante artículos, conferencias y congresos. En aquella época, en Bilbao, mucha gente no veía con buenos ojos que una mujer trabajase como médico. Tuvo que hacer frente a rumores e incluso a una denuncia del director de la Casa de Maternidad, Carlos Mendaza, en 1935, interpuesta al Colegio de Médicos de Bizkaia, diciendo que una comadrona ejercía como médica. La Junta Directiva respaldó su solvencia y reprendió al denunciante.​ En el Colegio de Médicos de Bizkaia ingresó el 16 de agosto de 1932, con el nº553 de colegiada. Fue la primera médica colegiada en Bizkaia. Así mismo, fue miembro de la Academia de Ciencias Médicas, formando parte de su Junta y colaboradora de su revista Gaceta Médica. El Colegio de hoy mantiene las salas Iturri en la cuarta planta de su sede.

Antes de la guerra civil, fue una destacada feminista que dedicó su esfuerzo a la defensa de los derechos de las madres solteras. Se unió al grupo de Emakume Abertzale Batza, donde colaboró organizando clases en la Escuela de Enfermería creada por este grupo en la calle Bidebarrieta. Durante la guerra su hermana, María Begoña Ticiana, se fue a Reino Unido con un grupo de niñas y niños. A su vuelta el régimen franquista la castigó y estuvo desterrada durante dos años en Cuenca, donde tuvo que repetir sus estudios y obtuvo el título de enfermería. A su vuelta a Bilbao se convirtió en colaboradora de Ticiana.

En 1960 tuvo dos desgracias seguidas impactantes: el fallecimiento de su madre y el accidente cerebrovascular sufrido por su hermana Miren, que le dejó inválida Pocos años después, enfermó ella también y el mal le incapacitaba para el trabajo, durante las que era sustituida por María Mercedes Ateca, quien cogería el testigo de Ticiana a su muerte.