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Histórico olvidado

¡Al barqui, barqui!, un grito que endulzaba la infancia en Bizkaia

El parque de Doña Casilda, el inmortal parque de los patos, tuvo un personaje entrañable, el inolvidable 'Boni, el barquillero', que hizo fama

¡Al barqui, barqui!, un grito que endulzaba la infancia en Bizkaia

No fue el único que se ganó la vida así pero sí el último de su estirpe que se recuerda. Con cariño y con la boca haciendo agua. Siempre pegado a su entorno como la hiedra que cubría las fachadas del Museo o las de aquel chalet, ubicado donde luego estuvo el primer restaurante de la Villa con cocina internacional, Aloha. Hagan memoria quienes le conocieron. Familias enteras fueron clientela fiel: desde niños, que luego llevaron a su hijos y más tarde a sus nietos a degustar sus cucuruchos de papel de estraza repletos de patatas fritas a la inglé. Las grandes tenían un precio; las sabrosas migas del fondo, otro. ¿Se acuerdan...?

Les hablo de Bonifacio López, nacido un día de San Inazio, aquel lejano 31 de julio de 1930, en la bilbaina calle Cantarranas, en lo que hoy se conoce como Bilbao La Vieja. Sus padres, Emilio López y Juana Gómez, ambos pasiegos de la Vega de Pas, le enseñaron el oficio y arte. La madre cambiaba en invierno las castañas por los helados.

Siendo un asunto de familia, junto a su padre y su hermano se abrieron paso como puchis, los famosos barquilleros, tan populares en todos los parques, plazas y jardines con sus cilíndricos y relucientes bombos artesanales rojos que fabricaba Marcelino Ortega en su hojalatería de la calle San Francisco, hombre tan conocido que hasta llegó a recibir una carta cuya dirección decía así: “Para el Sr. Marcelino. Bombero. Bilbao”.

Aquel rincón del parque estaba impregnado por la fragancia de la vainilla y la sal de las patatas fritas. Era la ‘colonia’ de Boni

¿De familia, decía? Al término de la mili, Boni, que endulzó su infancia en el obrador que sus abuelos tenían en la calle El Cristo –Viva en Uribarri e iba al colegio cercano de la aneja junto a sus hermanos...–, tomó el relevo de su padre. Vendía en la plaza Moyua y Begoña. Como su progenitor, tomó la costumbre de visitar los pueblos cercanos a a Bilbao durante las fiestas patronales. Empezó a hacerse escuchar al grito de Al barqui, barqui, barqui y así siguió casi toda la vida.

Sonaba la ruleta del barquillero a 10 céntimos la tirada y la raya, a 25 céntimos. “Si salía la flecha, se perdía todo”, recordaban los más mayores. Para endulzar las derrotas de sus clientes, Boni siempre tenía a mano pirulís de caramelo recubiertos de barquillo para los pequeños. “Vivan mis clientes” era el lema que podía leerse en el bombo, todo un detalle de elegancia que también gastaba en el vestir.

Cuentan las crónicas de la calle que al primero a quien se le ocurrió vender los barquillos con el bombo y la ruleta fue al famoso puchi bilbaino Ignacio Martínez, con obrador de barquillos y galletas con miel en Urazurrutia y que en un viaje a París con don Marcelino, de quien ya les hablaba párrafos atrás, vieron los bombos de los barquilleros franceses y los hicieron propios, pintados y decorados por el pintor Valle en su taller de La Laguna, junto a la churrería de Modesto. Ahí comenzó todo, quería decirles, antes de continuar con la semblanza de recuerdo de Boni.

Pero ‘Boni’ no sólo era famoso por sus barquilos y sus patatas fritas en el Botxo (Plaza Moyua y parque de los patos, principalmente...), si no que en Plentzia era imprescindible en verano, primero en la playa y luego junto al Sanatorio al mediodía y ya por las tardes en el puerto a la vera del Txurrua. Siempre acompañado por Amparo, su compañera de viaje.

Recuerda César Estornés, investigador de la villa que “la familia López marchó de Bilbao para establecerse en Plentzia, en una casita que les alquiló Higinio Basterra el escultor para vivir todo el año, les cobraba 40 pesetas de renta al mes, allí el padre hacía barquillos y helados: leche, gelatina, azúcar, yemas de huevos y los distintos sabores de esencias, fresa y grosella”. A su muerte, en 2015, Bilbao se quedó sin uno de sus referentes.