Conviene comenzar por el principio para ponerle raíces a esta historia, que se remonta, como mínimo, hasta comienzos del siglo XX. Una fecha y un nombre. Ebenezer Howard, nacido en la calle Fore, de la City londinense en 1850 fue hijo de un panadero. Influido por un tío granjero, Howard viajó a Estados Unidos con dos amigos, a la edad de 21 años y se estableció en Nebraska. Más tarde, se mudó a Chicago y trabajó como reportero por un tiempo. Durante su estancia en Estados Unidos, se relacionó con algunos poetas, entre ellos se encuentran Walt Whitman y Ralph Waldo Emerson. Todo esto ejerció una base para que Howard comenzara a pensar acerca de los métodos más eficaces para mejorar la calidad de vida.

En 1876 vuelve a Inglaterra, donde se establecerá para el resto de su vida trabajando en la oficina de periodistas oficiales del Parlamento, donde se dedicó a registrar los debates, discursos y comisiones. Como resultado de sus investigaciones, publicó en 1902 Ciudades Jardín del mañana, su conocido tratado de urbanismo que dio origen a un nuevo modelo urbanístico llamado ciudad-jardín. Este modelo fue propuesto como reacción a la falta de vivienda obrera y a la necesidad de establecer un nuevo concepto de ciudad con un sistema organizativo diferente. Ahí lo tienen.

Tiene Bilbao su propia Ciudad Jardín (en euskera Loruri o Lorategi-hiri), al estilo de diversas ciudades europeas de los siglos XIX y XX. Esta tierra comprende la parte del barrio situada entre la avenida Maurice Ravel y el monte Artxanda y en ese espacio se dibuja un hermoso paisaje que nació bajo el impulso del proyecto de casas baratas pero que, tal y como indica la historiadora María del Mar Domingo Hernández, “no era ni es una urbanización de casas baratas al uso. Más bien todo lo contrario. Los socios tuvieron que pagar entre 16.000 y 23.000 pesetas de la época por cada vivienda”. Todo un dinero.

En 1921 se propuso la creación de una cooperativa para construir en las afueras de Bilbao casas para trabajadores, aprovechando el cambio que ese año se había hecho en la legislación sobre casas baratas, que facilitaba que las clases medias se acogieran a las ayudas estatales para construcción de vivienda. El 20 de agosto de 1922 se constituyó oficialmente la Sociedad Cooperativa de Empleados y Periodistas La Ciudad Jardín Bilbaina. El presidente fue Celso Negueruela Montes (hoy en día una plaza situada en ese espacio lleva su nombre...) y el secretario Benjamín Jubindo Pérez, ambos empleados del Ayuntamiento de Bilbao. Dicho ayuntamiento convocó un concurso, siendo el arquitecto municipal Ricardo Bastida uno de los miembros del jurado. El arquitecto Pedro Ispizua Susunaga, también empleado municipal, presentó su proyecto a finales de ese año 1922 y resultó vencedor, aunque el proyecto fue reformulado dos años más tarde, en 1924.

La Ciudad Jardín bilbaina se ubica en una ladera soleada del monte Artxanda, pero a resguardo de las lluvias y vientos dominantes, y próxima al mismo tiempo, al centro de la villa. El barrio contaba además con un edificio social, una escuela de primera enseñanza, una capilla-parroquia y varios comercios de alimentación que ejercían como aglutinadores de la vida social del barrio.

Veamos qué se ofrecía en ese espacio. La superficie de las casas diseñadas por Pedro Ispizua –estilo neovasco– oscilaba entre los 112 metros cuadrados de las más pequeñas y los 160 de las más amplias, a los que había que sumar la construcción bajo cubierta, los camarotes y jardín, también conocido como la habitación verde.

Aunque el arquitecto dividió las casas en tres categorías, su distribución era prácticamente igual en todas las viviendas. La planta baja estaba compuesta por el porche, la sala, el comedor, la cocina y “un retrete con bañera”, todo un lujo para la época. La planta alta estaba compuesta por cuatro o cinco dormitorios. La cantidad de habitaciones y su superficie dependía de si la casa era de primera, segunda o tercera categoría. Recordaban a las semi-detached anglosajonas, tal y como puntualiza otra historiadora, María Jesús Cava. Estaba dotado de un centro social con una gran sala y un piso superior para el conserje, más tarde, y durante sesenta años sirvió de escuela, para volver a ser actualmente centro de reuniones, dedicado en su mayor parte a la juventud. Se construyó también un depósito en el que se almacenaba agua de la ría y agua potable, hoy día demolido.

Si se mira la fecha de la urbanización de la zona puede hablarse del centenario de ese barrio con personalidad, conocido hoy como Matiko-Ciudad Jardín. Con todo, dentro de los aniversarios de la fundación de la Cooperativa, calculada en 1921, el 75 aniversario contó con visita del alcalde (Josu Ortuondo, en aquella época), y elementos conmemorativos para tener de recuerdo. Así pues, la fecha conmemorativa del centenario no está clara. Situémosla, por tanto, a comienzos de los felices años 20 del pasado siglo. Las gestiones de los cooperativistas comenzaron en 1921, los estatutos definitivos se redactaron en 1923 y las primeras casas se comenzaron a habitar hacia el año 1924. Elijan fecha.

Quien hasta esa zona se acerque bien pudiera extender su paseo por la calle del Molino de viento (Aizerrotabidea), que toma su nombre del molino de viento de Artxanda, donde se iba a moler maíz y trigo. Las vistas desde esa atalaya son inmejorables.