Aquel día estaba anunciado un partido: un equipo de universitarios contra el Deusto, conjunto en el que jugaba Yanko Daucik, hijo de Ferdinand Daucik, por aquel entonces entrenador del Athletic. Miguel Jones estudiaba la carrera de Económicas en la Universidad de Deusto –su padre, Don Wilwardo Jones, nativo de Guinea Ecuatorial, se había instalado con su familia en Bilbao en 1944 cuando Miguel, el futuro futbolista, tenía cinco años, y siempre quiso dar una formación mayúscula a sus hijos...–, donde destacaba en el deporte por su condición atlética. Ferdinand fue a ver el partido de su hijo pero se quedó fascinado por la exhibición de Jones, autor de cuatro goles en el 6-4 con el que los suyos ganaron a los de su hijo. Desde ese mismo momento tuvo un propósito: llevarle a Miguel Jones al Athletic para hacerle unas pruebas.

Eran otros tiempos, muy distintos a los de hoy, donde los hermanos Williams reinan en el Athletic. Pese a que Miguel vivía en Bilbao desde su más tierna infancia, los cinco años, el Athletic era tajante en sus condiciones: solo podían jugar quienes habían nacido en el País Vasco. Hubo entonces un revuelo, habida cuenta que sonaron voces críticas ante el empeño de Daucik y la negativa del Athletic. Se dijo entonces, más allá de estas fronteras, que se trataba de un club racista.

Nada más lejos de la realidad. El propio Jones calificó de “cretinos” a quienes pensaron y piensan que hubo un sustrato racista en su descarte, cuando la regla no escrita para jugar en el Athletic manejaba entonces otras condiciones. “En 1956 jugué un partido amistoso con el Athletic por mediación de Daucik y contra el Indautxu (tenía 18 años e incluso marcó un gol pero las crónicas e la época subrayan que le faltaba ritmo...). Daucik había dicho: este puede ser el nuevo Ben Bareck. Apeló a mi padre, pero mi padre solo quería que acabara los estudios. Pese a todo, estuve un mes entrenando con Carmelo, Mauri, Maguregi, Markaida, Artetxe, Uribe... Pero aquella etapa era muy distinta a la actual. Los jugadores del Athletic no tenían que ser del País Vasco. Tenían que ser vizcainos. Lo que pasa es que mucha gente no conoce la historia del Athletic y de Bilbao”.

Volvamos al césped. Jones empezó a jugar en el Barakaldo y en el Indautxu. Cuando Daucik firmó por el Atlético de Madrid, su fe en el futbolista vasco-guineano no había decaído. Solicitó su fichaje. El Atlético pagó 400.000 pesetas de traspaso. Pese a que Daucik, su valedor, cayó pronto (en la sexta jornada...) la Copa le dio una oportunidad y Jones la aprovechó. Comenzó a jugar y con 23 años estuvo, incluso, preseleccionado para el Mundial de Chile.

En la temporada 63-64 una lesión le complicó la vida. Llegó en mal momento, porque poco a poco fueron llegando al Atlético Cardona, Luis Aragonés, Ufarte, Gárate… Quedó como suplente. En la 67-68 decidió irse a Osasuna, donde cerró su carrera con 29 años.

Recuerda el periodista Alfredo Relaño que Guinea había alcanzado en 1966 la independencia, con Don Wilwardo como uno de los redactores de la Ley de Autonomía y participante en la Conferencia Constitucional. El país cayó pronto en manos de un psicópata llamado Macías Ngueme, que se definió como “marxista hitleriano”, y asesinó y robó a mansalva. Los Jones lo perdieron casi todo.

Vinculado al Indautxu como directivo durante quince años, tampoco perdió el lazo con sus orígenes, la familia que aún tenía en Guinea. Jones presumía de su condición de bilbaino: “Un bilbaino nace donde le da la gana y a mí me dio la gana de nacer en Fernando Poo. Además veraneaba en Pedernales y estudié económicas en Deusto”, decía. En 2020 se lo llevó el coronavirus.