UE no existe el amor eterno? Yo sigo enamorada de Blas como el primer día”. Hay historias de amor que no precisan que alguien las escriba. Les alcanza con viviras, incluso más allá de la muerte. No en vano, la frase corresponde a Sabina de la Cruz décadas después de que su pareja, Blas de Otero, falleciese. Todo comenzó cuando por su casa pasó una tarde Agustín Ibarrola, acompañado por el poeta, procedente de París. Ahí saltó la chispa pero Sabina no era, ya por aquel entonces, una mujer en la sombra. Aquel idilio aparece en uno de los poemas. “En septiembre del 71 salí del oui y entré en el bai de mi país”, dijo. Por aquel entonces Sabina se sabía la obra de Blas de memoria. Acababa de publicar En castellano, y lo habían traído escondido de Francia para pasar la frontera. Cuando le dijo que era Blas de Otero se quedó impresionada. “Era un hombre con mucho atractivo”. Ha sido una relación realmente de amor. Veámoslo.

Sabina nació en 1929 en la cuna de una familia de comerciantes instalados en Sestao a finales del siglo XIX. Doctora en Filología Románica, a lo largo de su vida profesional fue profesora en distintas especialidades y también crítica literaria. Dio clases en la Complutense de Madrid y también conferencias a nivel internacional sobre su especialidad.

Su capacidad y perseverancia eran de tal tenacidad que consiguió una beca del propio Ayuntamiento de Sestao en los años cuarenta cuando en aquella época era algo realmente inaccesible para aquellas personas no vinculadas al régimen franquista. Tras la Guerra Civil, su madre sacó adelante a la familia regentando el Bar Azul de la calle Txabarri, donde colaboraba en los quehaceres del negocio.

Desde muy joven participó en diversas asociaciones culturales como la Asociación Artística Vizcaina, relacionándose con poetas y artistas del momento, como Agustín Ibarrola, Vidal de Nicolás, Javier de Bengoechea, Ángela Figuera Aymerich, y el propio Blas de Otero, de quien sería su compañera de vida.

Antes de sumergirse en la proyección de su obra y defensa de la memoria del poeta, merece la pena detenerse en su trabajo. Si hay lengua vasca en la Universidad Complutense de Madrid es porque Sabina aceptó encargarse de ella. Había hecho su tesina sobre la relación del euskera y el castellano, trabajando con Mitxelena. Sin embargo no sabía hablarlo, así que cuando le ofrecieron la plaza al principio me pareció una locura. Para entonces había bastantes alumnos apuntados a las clases por lo que accedió a darlas con la condición que en cuanto hubiera una persona que dominara la lengua, dejaba el puesto. Y así fue.

Ya en los años 70 del pasado siglo trabajó como investigadora del Seminario de Lexicografía de la Real Academia Española, en donde coincidió y forjó una larga y profunda amistad con José Manuel Caballero Bonald. En esa década su relación con buena parte de los más importantes autores españoles, desde Camilo José Cela a Claudio Rodríguez o Ángel González, fue constante y fructífera. La suya ha sido un larga vida dedicada en cuerpo y alma a la cultura y a la poesía, siempre con la mirada puesta en conseguir una sociedad más justa y más feliz.

Desde 1961 se dedicó a la investigación y divulgación de la obra literaria de Blas de Otero, creando y siendo presidenta de la fundación Blas de Otero. En 2002 fue galardonada con el premio ilustre de Bilbao. Falleció a los 91 años, el 27 de noviembre de 2020 a causa del coronavirus. Tras su fallecimiento, el Ayuntamiento de Sestao la nombró Hija Predilecta de la localidad y le dio su nombre a la Biblioteca Municipal. Es la única mujer que ha alcanzado tales honores en la localidad vizcaina.

Sabina de la Cruz es la primera y única hija predilecta de Sestao, una mujer capaz de romper los cánones de su época

Un día Agustín Ibarrola se presentó en su casa con Blas de Otero, procedente de París, y ahí empezó una historia en común