Adiós a la ley no escrita del periodismo donde lo más jugoso de una entrevista sucede en la parte central de la charla, cuando ambas partes se relajan, se percibe cierta complicidad y llegan posibles titulares. La última reflexión de Félix Viscarret (Pamplona, 1975) sintetiza como ninguna otra la tesis que sobrevuela en su nueva película, ‘Una vida no tan simple’: “Detrás de cada nueva fase vital hay algo de pérdida o de melancolía. Es como cuando le dices adiós a la juventud, que te acuerdas de ella y la echas de menos pero también aparece algo parecido a un aprendizaje”.

Estrenada a finales de junio, la nueva cinta del director navarro ha caído de pie en estos primeros compases del verano. Tal vez porque las peripecias de su protagonista, Isaías, un frustrado arquitecto de 40 años protagonizado por Miki Esparbé, pueden ser las de cualquiera de nosotros independientemente de la edad o de las circunstancias. Bregado en el cine (‘Bajo las estrellas’, ‘No mires a los ojos’) y en la televisión (dirigió cuatro capítulos de la serie ‘Patria’), la nueva aventura cinematográfica de Viscarret bien podría ser la primera; principalmente porque plasma en ella una serie de vivencias personales que la hacen “especial”, cuenta en la entrevista.  

 Seguramente esta es la vez que más cerca ha estado Viscarret de una autobiografía. El proyecto cuenta con un guion de su puño y letra, a diferencia de algunas otras películas en las que ha adaptado textos de escritores como Fernando Aramburu o Juan José Millás. ‘Una vida no tan simple’ nos despierta del retiro mental veraniego con una historia que deambula entre la comedia y el drama mientras nos va lanzando preguntas existenciales.

¿La vida es bella? 

-Creo que la vida merece la pena. Lo que nos pasa es que a veces nos dejamos aturullar demasiado y parece que no avanzamos. Deberíamos poder tener la oportunidad de detenernos y calmarnos para que así, con la perspectiva adecuada, podamos concluir que sí, que la vida realmente merece la pena.

¿Cuántas veces le han dicho sus padres que la vida no es un camino de rosas?

-Esta es muy buena. Más de una vez me he parado a pensar en cómo eran las cosas antes, cuando tan solo era un niño. Un día le pregunté a mi padre cómo se las apañaba para cuidar de sus hijos hace 40 años; quería saber en qué había cambiado la vida o el mundo con respecto a la crianza. Él se encogió de hombros y se limitó a contestar que trataban de hacerlo lo mejor que podían, y ya. No hay más. Es un tema del que también habló en la película: me pregunto cómo verán nuestros hijos en el futuro todas nuestras luchas diarias.

¿Todo se vuelve más complejo a medida que pasa el tiempo o somos nosotros los que nos liamos la manta a la cabeza? 

-Hay una canción de los Beatles en la que Paul McCartney canta que las cosas van a ir a mejor [probablemente se refiere a ‘Getting Better’]. En el fondo soy más de McCartney que de Lennon… Creo que hay cabida para la esperanza. Nos tropezaremos en la vida, seremos un desastre, no nos aguantaremos, pero si aprendemos a mirar dentro de nosotros mismo con un poco de humor nos daremos cuenta de las cosas que realmente importan.

¿La crisis de los 40 es cinematográficamente interesante porque nos permite hablar de tres temas fundamentales en la vida como la salud, el amor y el dinero? 

-La crisis que atraviesa el personaje no tiene que suceder necesariamente a los cuarenta. Puede pasarnos a los 30 años o a los 60, en cualquier época en la que reflexionas sobre el sentido que ha tenido tu vida y el rumbo que esta ha tomado y ves si se han cumplido tus sueños de la juventud o no. Es lo que trato de trasladar en la película siempre desde el punto de vista de la comedia dramática.

‘Otra ronda’ o, por supuesto, ‘American Beauty’ serían dos ejemplos muy claros de esta crisis existencial de la mediana edad. ¿En qué lugar ubicarías ‘Una vida no tan simple’?

-Cuando dejamos de ser niños y nos adentramos en la adolescencia o primera juventud a veces sucede algo que lo sentimos como único. Es algo que nos va a marcar de por vida y que nos perseguirá el resto del tiempo; pasaremos muchos años intentando volver a ese sentimiento. En mi caso, a los 12 ó 13 años, descubrí las comedias dramáticas o las comedias que te invitan a una reflexión vital sobre la condición del ser humano como ‘Annie Hall’, de Woody Allen, y cierto cine independiente. Ahí es donde yo creo que podría aportar mi granito de arena, reflexionando con un poco de humor en torno a lo que somos como personas.

¿Los 40 son los nuevos 30 o esta es una insensatez de la era ‘peterpanesca’ en la que vivimos? 

-[Ríe] El ser humano siempre se ha resistido a los cambios. Es irónico: el cambio es la única certeza que tenemos como especie, la única constante en nuestras vidas, y aun así tenemos un deseo irrefrenable de tener el control de lo que nos sucede. El cambio es lo que en última instancia nos produce una crisis, porque nos exige que nos ajustemos a él y hace que nos miremos a nosotros mismos. Y de ahí pueden surgir elementos divertidos con los que nos sonreímos familiarmente. Pero la película no va de los 40 o los nuevos 30. Te puedes sentir identificado no porque tengas la misma edad que su protagonista, sino porque te descubres adaptándote a una nueva fase vital que conlleva el paso del tiempo.  

¿Esta historia no podía haber sucedido en el pequeño pueblo navarro de ‘Bajo las estrellas’?

-Cada historia te lleva a crear un universo propio, unas imágenes, una atmósfera determinada y una fotografía que esperas sea reconocible para el espectador. ‘Bajo las estrellas’ tenía su propio universo y ahora este también tiene el suyo. En ambos casos hay un tipo de redención hacia los personajes protagonistas. Se esforzarán por ser mejores personas y también tratarán de mejorar sus vidas.

¿Y qué sería lo más importante? 

-Sin desvelar la película, cuando entras en una nueva fase vital te das cuenta de que no eres el centro del mundo y tu ego se ve resentido. Pero si aprendes la lección, a lo mejor aprendes a focalizar el protagonismo en otro lado y eso te puede ayudar a encontrar tu lugar en el mundo. Nuestras neuras y nuestros miedos nos han ayudado a sobrevivir y evolucionar como especie y ya va siendo hora de aprender a mirarlos con ternura.

Todos tenemos un amigo que nos recuerda a Isaías o incluso quizás usted mismo ha sido Isaías alguna vez...

-Podría engañarte y decirte que no, pero es obvio que estoy hablando de mi propia experiencia personal. Soy el primero en reconocer que he puesto en pantalla mis ridiculeces y debilidades. Todo surge de verme a mí mismo en el parque con cuarenta y pocos años con mi hijo en el parque, pensando que estaba perdiendo un tiempo valiosísimo y que yo debería estar creando algo súper especial. Pero luego, delante del ordenador, pensaba en que debería estar con mi hijo y que me estaba perdiendo su infancia. De esa crisis y de ese estar dividido es donde encontré un material especial con el que podemos sentirnos identificados y también sonreír. Ese fue el origen de la película.