SSplinternet, podemos traducirlo como la balcanización de internet. Una internet fragmentada, que para muchos, puede ser un oxímoron. ¿Cómo puede dividirse algo que en realidad une, conecta y comunica? La política explica muchas cosas. Y esta puede ser una de ellas. Rusia está cerca de tener un mundo paralelo en internet, según varios autores del MIT. En China, Facebook y Twitter, están bloqueadas, por ejemplo. También otros servicios de información que no interesan al Gobierno chino. En India, a Twitter le han solicitado retirar información en numerosas ocasiones. En Cuba, hay numerosos servicios que no funcionan. De Corea del Norte, no hace falta siquiera introducir ejemplos. La tecnopolítica en su máxima expresión. ¿Vamos a tener varias internet? Pues puede ser. Mientras internet gradualmente se va dividiendo, es muy probable que hayas sufrido de doomscrolling. ¿Qué es? Dedicar mucho tiempo de nuestro día a leer malas noticias. ¿Habéis pensado qué repercusiones puede tener esto en vuestra vida? Veníamos ya de sufrirlo con la pandemia. Luego ha venido el proceso inflacionario, que en Europa por ejemplo es algo que no se veía en décadas. Luego fue la guerra. Apocalipsis tras apocalipsis. ¿Por qué nos gusta leer cosas malas? Aunque no lo crean, nos genera placer. Dean McKay, profesor de psicología de la Universidad de Fordham, dice que observar el terror, la amenaza, desde la comodidad nos calma. Ocurre algo malo ahí cerca, pero nunca nos llega a ocurrir nada a nosotros personalmente. Nos calmamos. Leemos las malas noticias para asegurarnos que nos queda lejos la amenaza. Es otra de las múltiples cuestiones evolutivas que nos define.

Splinternet y doomscrolling son dos neologismos que los hemos adoptado ya en el día a día de internet (esas conversaciones que habitualmente se tienen en redes sociales). Y sin embargo, no nos hemos parado a pensar un poco sobre el impacto que probablemente producen en nuestra sociedad. Especialmente en clave de tecnopolítica. Fragmentar la información mundial viene a dejar en manos de un conjunto de herramientas tecnológicas lo que nos llega. Saber que nos sentimos mejor siendo expuestos a noticias de emociones y connotaciones negativas, nuevamente, viene a reforzar a un conjunto de algoritmos en relación a la información que nos expone.

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En 2011, Eli Pariser concibió el término burbuja de los filtros para referirse a cómo las funciones de búsqueda personalizadas (te ofrezco los resultados que más te van a gustar), deja en manos unos algoritmos de caja negra un peligro informativo tan grande. Alertaba así que debiéramos preocuparnos porque las redes sociales reflejen la heterogeneidad informativa que pudiera permitir separar el grano de la paja. Y que la popularidad en la difusión de algo, no sea la métrica que permita modelizar el interés por algo. Debiera ser la verdad, la veracidad de una noticia, de una información, la que prevalece. Pero es que esa burbuja de los filtros de la que habló Pariser, hoy en día no solo no ha mejorado, sino que es que encima ha empeorado. Si internet se divide, tendremos menos diversidad. Si seguimos entrenando a los algoritmos que preferimos lo malo, también.

El principal problema social que plantea esta información basada en algoritmos es la distancia que genera con puntos de vista diferentes. Y sabemos, con bastante evidencia, que la diversidad trae riqueza. Naturalmente, estará pensando, que esto le representa una amenaza en su día a día. Por ejemplo: ¿qué noticias le está Facebook sugiriendo que lea? ¿Qué cuentas de Instagram le invita a seguir? ¿Spotify solo le recomienda podcast de un determinado ámbitos? ¿Qué libros le estará Amazon recomendando? Revísenlo.

Durante muchos siglos el arte se utilizó para apelar a las emociones y sentimientos más básicos del humano para capitalizarlo política y socialmente. Hoy en día, un vídeo o una foto en cualquier plataforma social y digital, lo ha sustituido. Lo peor de todo es que esta revolución de la información nos prometía una sociedad más ilustrada. Vaya cosas.