Al risueño Tadej Pogacar, los ojos pizpiretos de las travesuras, la sonrisa fértil de la victoria, le cambió el rictus, el gesto y el humor a medida que el Tour se aproximaba a París. El esloveno dominaba la carrera con suficiencia, después de haber logrado cuatro victorias de etapa en un festín de ciclismo, pero en su organismo, algo no cuadraba.

Tampoco en su lenguaje corporal, que dejó de ser expansivo. Se encogió y se recogió sobre sí mismo. Las preguntas comenzaron a revolotear alrededor del genio esloveno.

Después de sus exhibiciones en las dos primeras semanas de la Grande Boucle, donde determinó con actuaciones sublimes su cuarta coronación, Pogacar se adentró en la niebla, en una versión desconocida de él tras mostrar su plenitud en episodios como Hautacam –increíble la aceleración hacia la cumbre y la renta de 2:10 que obtuvo sobre Vingegaard– o su ejercicio en la cronoescalada a Peyragudes, donde sentenció la carrera francesa. Eran las etapas, 12 y 13. 

Restaban entonces las últimas cumbres y todo apuntaba a la prolongación del dominio del esloveno, que deseaba vencer en el Mont Ventoux y en el Col de la Loze.

Pogacar, que tiene la costumbre de ganar cuando señala un objetivo, no pudo hacerlo. Una rareza, motivada, por problemas físicos según desveló.

Un Tour estresante

“El Tour es algo muy especial pero que a la vez te cansa, es largo y está lleno de estrés. A veces digo que el Tour es una tortura necesaria para cualquier equipo. Este año ha sido el Tour más rápido de la historia, si no estoy equivocado. Cada día era muy estresante, con un recorrido muy exigente en los primeros diez días, llenos de trampas, bucles, subidas finales... fue frenético", analizó Pogacar.

Magnier no perdona en el Tour de Guangxi


Finalizada la temporada en Europa, el ocaso se disputa en China, donde Paul Magnier se mostró imparable en la etapa inaugural del Tour de Guangxi, última carrera de la temporada 2025 en el UCI World Tour.

El ciclista francés se impuso con autoridad en una llegada en la que una caída masiva a 500 metros de meta dejó sin opciones a los velocistas que iban situados algo más atrás y donde Fernando Gaviria intentó sorprender desde lejos pero sin éxito.

Magnier continúa de esta manera su excelente racha de victorias, acelerada en el tramo final de la campaña. En China contó su decimoquinto triunfo.

"Y entonces llegó la segunda semana, cuyo recorrido ya tenía escrito en la piel y todo fue fantástico, y entonces llegó la última semana. Quería otra victoria en los Alpes, en especial en el Col de la Loze para vengar mi derrota de hace dos años, pero, sinceramente, no salió todo como estaba planeado”, expuso las estrellas eslovena. 

Pogacar, al que se le apagó la sonrisa perenne, al que se le intuía incómodo y en más de una ocasión se le presenció con aspecto enfermizo o sumamente protegido del frío, explicó que “el día después de la etapa del Mont Ventoux tuve problemas con mi rodilla y empecé a tener dudas sobre si debía seguir en el Tour y si podría afrontar la etapa reina".

Frío y shock corporal

"Y en la etapa con final en La Plagne, en la cima, el tiempo era muy malo. Hacía frío y mi cuerpo se puso a la defensiva. Retenía agua porque mi cuerpo estaba en shock. Ya había tenido suficiente, no me sentía en mi mejor forma", agregó el esloveno.

“Cualquier ciclista que ha estado en una gran vuelta sabe que tres semanas no son poca cosa. Después de la primera semana ya estás cansado, y aún te quedan dos semanas más. No creo que nadie regrese a casa descansado y menos después del Tour de Francia”, argumentó el esloveno que en su revelación dejó entrever que también padece. Pogacar se humaniza.