Un hombre que participó en una sesión 'chemsex' con el acusado de matar a un joven en una masía de Vallgorguina (Barcelona) durante esta práctica sexual ha asegurado que, tan solo dos días antes del crimen, también se comportó de forma agresiva y "aterradora" con él.

Así lo ha explicado este martes en el juicio con jurado popular que se celebra en la Audiencia de Barcelona, en el que ha comparecido por videoconferencia y a puerta cerrada porque en su país de origen la homosexualidad está perseguida.

Según han explicado fuentes judiciales a Europa Press, el testigo ha manifestado que se citó con el acusado el 14 de febrero de 2023 en un apartamento cerca de Londres para una sesión 'chemsex' y que, tras mantener sexo y consumir sustancias, el procesado "se emparanoió".

Aunque el testigo no ha confirmado que llegase a agredirlo, ha dicho que comenzó a comportarse de forma agresiva tras asegurar haber escuchado ruidos en el pasillo, que empezó a gritar y a presentarse como una víctima, y que esta actitud le hizo sentirse muy incómodo y le provocó miedo.

LOS MENSAJES

El episodio salió a la luz cuando los Mossos d'Esquadra analizaron el teléfono del procesado, en el que hallaron unos mensajes que el testigo envió al día siguiente, el 15 de febrero, en los que le recriminaba su actitud: "Estaba realmente preocupado y esperando que no cogieras un cuchillo o cualquier cosa para atacarme mientras decías protegerte de mí".

En estos mensajes, que se intercambiaron hasta el momento en el que el procesado se dirigía al Aeropuerto de Gatwick para volar hacia Barcelona, el 16 de febrero, el testigo aseguraba estar decepcionado con él: "Actuaste de manera tan demencial y tan aterradora, hablaste con tu amigo y me hiciste pasar por loco".

Asimismo, le decía que esperaba que dejase las drogas, le recriminaba haber actuado de forma malvada y le decía que era la peor persona que había conocido en su vida: "¿Por qué actuaste como si fuese peligroso y amenazante cuando sabías que no lo era, que no tenía malas intenciones hacia ti?".

El procesado respondía que lo había hecho tras escuchar ruidos en el pasillo, lo que le hizo pensar que alguien había entrado en el apartamento, y que estaba paranoico por su seguridad, textualmente.

El relato de este testigo se asemeja al del propio acusado, que reconoció que, tras consumir metanfetaminas y GHB, atacó a la víctima durante la madrugada del 17 de febrero porque "estaba convencido de que estaba siendo vigilado por un público" y que había gente en el exterior que quería sumarse al encuentro sexual sin su consentimiento.

Lo achacó al hecho de que la víctima lo hubiese drogado: "Tuve internamente una sensación que quemaba. Sospecho que el lubricante fue mezclado con la droga. Me asusté porque no había dado ningún consentimiento".

Explicó que empezó a pensar que había gente en el exterior del domicilio de la víctima, con los que supuestamente se estaba comunicando mediante señas, que se iba a sumar a una situación sexual sin su permiso y, posiblemente, en un estado en el que él estuviese inconsciente y que en ese momento pensó: "Me tengo que proteger".

Sin embargo, tanto la doctora de urgencias que lo atendió tras el crimen como la psiquiatra han ratificado ya sus informes y la segunda ha descartado que sufriera un brote psicótico, así como cualquier alteración o patología psiquiátrica.

20 AÑOS

La Fiscalía pide para él 19 años de prisión por un delito de asesinato con alevosía con la atenuante analógica por el consumo de sustancias estupefacientes, mientras que la acusación particular, que ejerce el abogado Ignacio García Viruti en representación de la familia del fallecido, solicita un año más de cárcel al no apreciar circunstancias modificativas de la responsabilidad penal.

El ministerio público también solicita 5 años de libertad vigilada una vez cumplida la pena privativa de libertad, durante la cual se someta a un tratamiento de deshabituación a las drogas y a un curso de educación sexual vinculado con el uso de estupefacientes.

En concepto de responsabilidad civil, solicita indemnizar con 400.000 euros a la hija del fallecido (que tenía 9 años en el momento de los hechos), con 50.000 a cada uno de los padres y con 30.000 a su hermana.

La complejidad de este caso reside en determinar si sufrió un brote psicótico, pues rebajaría su responsabilidad penal, o si por el contrario fue consciente de lo que estaba haciendo, pese a encontrarse "alterado" por los efectos de las drogas.