Resuelto el dilema del papa, el Cónclave del Giro deberá elegir a su nuevo rey desde la Capilla Sixtina de la carrera más bella del mundo. “Sin Pogacar, el Giro será más abierto”, calcula Pello Bilbao, enamorado de la Corsa rosa que se descorcha este viernes en Albania para recorrer la cartografía italiana tras el pasaje albanés en una cita de 21 días, 3.413 kilómetros y 52.350 metros de desnivel.
Dos cronos que suman 42,3 kilómetros, 29,5 kilómetros de sterrato camino de Siena y la mística de las colosales montañas de la última semana, donde se agolparán el Mortirolo, Finestre, Sestrière y Monte Grappa fijarán el rumbo de la carrera.
En los Alpes se decidirá la suerte de una competición que respira sin el puño de hierro de Pogacar, que convirtió la pasada edición en un desfile por la alfombra rosa entre flashes, sonrisas y champán.
Sin el esloveno en los tacos de salida, confrontan dos bloques, el UAE de Juan Ayuso y Adam Yates, y el Red Bull de Primoz Roglic y Jai Hindley, vencedor en 2022.
El esloveno, campeón de la carrera en 2023, y el alicantino, que se midieron palmo a palmo durante la Volta, asoman como los principales candidatos al reconocimiento final en Roma. Ambos parten con dos escuadras formidables a modo de sostén.
Fuera de esa concentración, Mikel Landa, que dice soñar con el podio, tercero en 2015 y 2022, vencedor de tres etapas en la Corsa rosa, es otro de los opositores a los puestos nobles. “Sueño con el podio del Giro y con ganar una etapa”, argumenta el alavés en su carrera, la que le descubrió del todo.
Antonio Tiberi, Richard Carapaz, campeón en 2019, y Egan Bernal, vencedor en 2021, son otros de los candidatos a la azotea de la cita italiana, que presenta un recorrido extraño. “O al menos no tan clásico como es tradición en el Giro. Parece que será un Giro distinto”, desbroza Pello Bilbao a la espera de la fumata blanca del 1 de junio en Roma.
Crono decisiva
En las dos primeras semanas de competición dice Landa que el “Giro se puede perder”. La crono de la décima etapa entre Lucca y Pisa (28,6 kilómetros) y la jornada de la tierra, la que desemboca en Siena a través de los tramos de sterrato, se presuponen importantes en esa aproximación hacia las grandes montañas, que desplegarán todo su poder en la desembocadura el Giro, a medida que la competición se aproxima a Roma.
“Hasta la última semana apenas hay dos etapas para sacar tiempo y son las dos cronos, sobre todo, la segunda. En esas dos primeras semanas hay muchas etapas que se pueden decidir en fugas y creo que ningún equipo querrá tomar la responsabilidad del todo y posiblemente el liderato vaya cambiando de manos”, apunta Bilbao.
La alta montaña
En la última semana espera un calvario, la crucifixión. Comienza con una jornada de cinco ascensiones y el final en San Valentino. Tres de los puertos son de primera categoría. Camino de Bormio, en el eje de la etapa, se subirá el Mortirolo. En el Valle de Aosta aguarda una jornada durísima con cinco puertos, cuatro de ellos encadenados.
Hasta alcanzar Antagnod esperan Tzecore, Saint Pantaleón y Jeux. El remate al abismo de las montañas se subraya la víspera del paseo a Roma. Entre Verrès y Sestrière, el Giro puede saltar por los aires por el encadenado entre Finestre y sus 8 kilómetros de sterrato con remate en Sestrière. Finestre será la Cima Coppi de la presente edición. En esas montañas por encima de los 2.000 metros se tallará el vencedor del Giro.
Los favoritos
Frente a ese ecosistema, Pello Bilbao fija cuatro nombres en el duelo por el podio último de Roma. “Roglic, Ayuso, Antonio Tiberi y Mikel Landa creo que serán los principales nombres para luchar por el podio”, diserta el vizcaino, que en 2019 festejó dos victorias de etapa y cuenta con notables actuaciones en la general.
Fue quinto en 2020 y 2022 y sexto en 2018. El Giro, rememora Pello Bilbao desde Tirana, le sedujo en cuanto pisó Italia y respiró el “ambiente especial de una carrera única. Siempre me he sentido cómodo corriéndola. Es la carrera que más se adapta a mi modo de correr”.
El Giro conecta de manera auténtica con la idiosincrasia italiana, que late irremediablemente en cada rincón por el que transita un prueba que colorea de rosa los pueblos y que los viste de fiesta en un pandemónium de ánimos, veneración y recuerdos. Italia se vuelca en una carrera que le representa, lejos de la internacionalización del Tour.
“El Tour es un espectáculo para masas. Deportivamente tiene más eco, es un espectáculo deportivo grandioso, pero como ciclista, el Giro me parece una carrera más bonita y divertida. En el Tour todo está más controlado. Hay un punto de robotización, de correr de una manera. El Giro, por suerte, se corre distinto y es una carrera que tiene más vida”, reconoce Pello Bilbao.
Una carrera sorprendente
“Es una carrera que tiene, digamos, un toque artístico, con más espacio para la sorpresa. El Giro es más lúdico. Hay más espacio para la improvisación y eso creo que lo diferencia mucho del Tour, una carrera que a falta de 80 kilómetros ya peleas por la posición con un estrés tremendo”, argumenta el de Gernika, que apoyará la candidatura de Antonio Tiberi.
“Mi idea es ayudarle y correr con libertad para tratar de ganar alguna etapa. No miro a la general. Tengo varias etapas marcadas porque en esta edición muchos días la fuga puede prosperar y espero estar ahí”, establece Pello Bilbao sobre una prueba con un matiz más anárquico y libre.
“Es la personalidad de la carrera y todo contribuye a ello”, subraya el de Gernika. La prueba italiana se vincula con un ciclismo más puro, menos pensado, imaginativo, anárquico y caótico. Responde punto por punto a la personalidad del país y al modo de hacer las cosas.
SIETE VASCOS EN EL GIRO
El Giro que comienza este viernes en Albania reúne la presencia de siete vascos. Mikel Landa lidera al Soudal con la idea de alcanzar el podio y alzar los brazos en alguna etapa. Pello Bilbao mira al día a día. Olvidada la general, el del Bahrain tratará de triunfar en alguna jornada.
Con esa idea, la de cazar una escapada que le lleve a la victoria, parte Jon Barrenetxea en el Movistar. Jonathan Lastra hará lo propio en el Cofidis, al igual que Xabier Mikel Azparren en el Q 36.5 que lidera Pidcock. A partir de ahí, se impone el rol de trabajador para Jonathan Castroviejo en el Ineos.
El de Getxo, en su año de despedida, estará a las órdenes de Bernal. Igor Arrieta, por su parte, defenderá la candidatura de Ayuso en el UAE.
“Hoy en día, con toda la información que hay, desde las imágenes vía satélite, el velo view y otras herramientas, conoces mucho más los recorridos, pero en Italia siempre te encuentras con sorpresas: que si la carretera no es como parece, que si la señalización de los puertos o incluso el propio recorrido, por pueblitos… Y eso le da un encanto especial. Luego está el tema del tiempo, muy cambiante en mayo. Lo mismo luce el sol que llueve y hace frío. De hecho, ahora mismo no se sabe si se podrá subir la Finestre por la nieve que tiene”.
Capacidad de maniobra
En ese ecosistema, el Giro concede al ciclista más capacidad de maniobra. “En ese sentido porque puedes aprovechar las circunstancias en el momento a tu favor. Al ser una carrera con menos control y más abierta a la sorpresa, tiene ese punto de improvisación, que a mí, particularmente, me encanta”.
Los pasajes competitivos se enmarcan, además, en unos paisajes que abruman, en unas montañas que remiten al síndrome de Stendhal o a la ensoñación de Cinema Paradiso en los pequeños pueblos que recorre la carrera, postales para la memoria. Es el Giro una carrera hipnótica.
“El paisaje es otro elemento que no se puede obviar. Cuando está corriendo no te da mucho tiempo de prestarle demasiada atención, pero es algo de lo que te das cuenta”, apunta el vizcaino.
Esas pinceladas que le atravesaban la retina durante la carrera las plasmó después el de Gernika en visitas al país. “Me impresionó Sicilia, recuerdo que la recorrí después con la familia en furgoneta tirando del recuerdo del Giro”, compone Pello Bilbao. Su mejor recuerdo del Giro lo sitúa en L’Aquila, donde obtuvo su primera victoria en una grande.
Días después batió a Landa en Monte Avena. Nada como las primeras veces y el viaje iniciático por el descubrimiento, la emoción y la incertidumbre. “Si me tengo que quedar con un día fue aquel. Para mí es inolvidable. También tengo un gran recuerdo de la subida al Stelvio, pero aquello fue un día de supervivencia”. La crueldad y la belleza. El amor por el Giro abre la puerta.