Señalan con el dedo acusador los Dioses a los humanos, de los que no se apiadan. No quieren que les perturben con sus aires de grandeza. Les muestran aleatoriamente su fragilidad y su vulnerabilidad para que nunca se les olvide que no jueguen a ser como ellos.

La malaventura se ensañó en el Dauphiné, el preludio del Tour de Francia. Otra vez el shock y el escalofrío en una caída masiva que recordó a la curva de Olaeta en la Itzulia.

El masivo accidente obligó a la neutralización de la etapa por la falta de ambulancias en carrera. Los vehículos sanitarios salieron pitando hacia el hospital.

Agarrados los ciclistas por la furia del asfalto, empapado, la carretera arrastró a muchos, descabalgó a otros tantos y fracturó a Kruijswijk (padece una fisura en la cadera), introducido hecho jirones en la ambulancia, y Van Baarle (sufre una fractura de clavícula), también de camino al hospital entre luces de emergencia y sirenas que gritaban desdicha.

Kruijswijk y Van Baarle, tras la caída. Etb

Los dos neerlandeses, los más dañados, si bien siempre conscientes, causarán baja en el Tour. Estaban entre los elegidos para acompañar a Jonas Vingegaard, que por la mañana se fotografiaba en la concentración de Tignes junto a Van Aert y Christophe Laporte. El danés está en las alturas porque se rompió en la Itzulia y no podía competir en el Dauphiné.

En aquella caída que está mediatizando la campaña se dañaron Remco Evenepoel y Primoz Roglic, de nuevo en el suelo en la carrera en la que disfrutaban. El belga es el líder del Dauphiné y el esloveno, segundo. Ambos se cayeron.

Caída en una recta

En el descenso de Bel-Air, una bajada a los infiernos, en una recta, a poco más de 20 kilómetros para meta, llegó el fundido a negro en un día oscuro, tapiado el cielo con las nubes siempre inquietantes de la lluvia.

A gran velocidad se estrellaron muchos, una treintena resbalando, incontrolables las bicicletas por los charcos. Fue una caída extraña, en todo caso.

Tal vez la carretera estaba más sucia en ese punto. Evenepoel mordió el asfalto. Pudo levantarse con el susto a cuestas. El belga paso varios minutos sentando, comprobando que su hombro derecho respondía. El belga se había fracturado la clavícula del mismo lado en la Itzulia. Afortunadamente siguió en pie.

Imagen de la masiva caída en el Dauphiné. Etb

También Mikel Landa, Primoz Roglic y Juan Ayuso (fuertes golpes en cadera y rodilla), tocados por el infortunio, pero en el pelotón que alcanzó la meta en marcha neutralizada. “Es una locura, otra gran caída. Estoy un poco preocupado porque me he golpeado en el hombro en el que tuve problemas en el pasado. Tenemos que examinarlo, por lo demás, estoy bien”, dijo Roglic, que acudió a la ceremonia de podio de Saint-Priest.

A la tarima se encaramó también Evenepoel, líder del Dauphiné, otra víctima de la caída que mediatizó la jornada y tal vez el Tour. “El casco me ha salvado”, subrayó el belga, testigo y víctima de un accidente que se produjo en dos frentes. “Hubo una caída delante de mí y otra a la derecha”. El hombro derecho del belga sangró.

“Veremos lo que dicen los doctores y si la placa está bien”, apuntó el líder, que subrayó que “todo el mundo estaba peleando por la posición porque era el último “punto complicado de la etapa”. Evenepoel señaló que fue el asfalto, “muy resbaladizo”, lo que provocó el accidente.

"Una pista de hielo"

Omar Fraile, que está en carrera como gregario de Carlos Rodríguez, apuntó a este periódico que “la carretera estaba muy peligrosa. Se estaba peleando por la posición. Siempre hay mucha tensión y nervios”. El ciclista vizcaino aseguró que el asfalto “parecía una pista de hielo”.

 “Fue un poco de mala suerte. Los corredores de delante empezaron a patinar, fue algo extraño, porque no era una curva peligrosa, pero estaba muy resbaladizo. Espero que todos se recuperen bien”, argumentó Landa, alfil de Evenepoel.

La ley de la carretera es implacable. No hace prisioneros ni distinciones. Generales y tropa son carne de cañón. Desnudos frente al destino, un misterio insondable.

Ni jerarquía ni refugios, todos a la intemperie bajo el aguacero, ametrallados los cuerpos por balas de agua. En ese escenario, resbaladiza la carretera, se inició el mecanismo maldito. Efecto dominó. Unos tiraron a otros y el caos lo impregnó todo.

Gritos, dolor, la escena después de la batalla. Una treintena de ciclistas desperdigados entre el asfalto y la cuneta, que repleta de hierba amortiguó a más de uno. Frente a esa situación, las asistencias sanitarias se ocuparon de los más perjudicados.

La carrera se quedó sin ambulancias para recorrer el último tramo con el apoyo sanitario y de seguridad necesarios. Neutralizado el grupo, la etapa se descontó sin tiempos para la general y con varias bajas.  Maldito Dauphiné.