Fiel a sí mismo, en la despedida, Imanol Erviti (Iruñea, 15 de noviembre de 1983) se fue en silencio, como los grandes héroes que hacen de la elegancia y el saber estar su razón de ser. Erviti, el hombre que siempre estuvo ahí para sus compañeros, el mejor gregario posible para los líderes, cerró la puerta con sigilo, para no molestar a nadie. Con suavidad. Erviti plegó dos décadas de ciclismo en la élite sin voceros, altavoz ni alharacas. No es su estilo. No lo necesita.

Sobrio, frugal, con ese halo del que se sabe en paz consigo mismo, sin necesidad de pose ni de reivindicaciones, el ciclista navarro alcanzó la última estación con la sabiduría, el sosiego y la moderación que acompaña a los mejores.

En la época de la hipérbole, del histrionismo, del ruido y de la furia, Erviti se hace a un lado con un gesto casi imperceptible para que no se note que abandona la estancia. Humilde, el colosal Erviti, un ciclista formidable, se esfuma agradecido, como los héroes que no quieren serlo. 

Mensaje de despedida

“La vida, como las carreras, se compone de etapas, y dicen que cuando una etapa termina se abren nuevas oportunidades. Ahora toca coger aire, un poco de reflexión y a por ellas. Hasta pronto!”, escribió Erviti a modo de despedida en las redes sociales.

“Quiero agradecer a todos los miembros del equipo, desde los primeros que se fijaron en mí cuando era un juvenil, hasta los últimos con los que estoy compartiendo carreteras. A los mánagers pasados y presentes. A todos los directores, médicos, masajistas, mecánicos, auxiliares y resto de excelentes profesionales con los que he tenido la suerte de trabajar y compartir muchos días fuera de casa en los que ellos han sido mi familia”, expresó Erviti, que ha permanecido media vida en la estructura del Movistar. 

Con la nostalgia y la emoción estrechándole la mano, acompañado de su familia, de Maialen, su mujer, y sus hijos Aimar y June, el navarro verbalizó un tanto encriptado a la conclusión de Il Lombardia que aquella era su última meta. Con discreción.

En el otoño, la Clásica de las hojas muertas, Erviti dejó su vida ciclista para dar relevo al ciudadano Erviti. Se va un ciclista sin mácula. Un tipo íntegro. La clásica italiana dio por concluida la andadura del navarro en el ciclismo profesional. A los 39 años, Erviti se retira con la mesura que siempre le ha caracterizado. Su discurso lo defiende una carrera intachable. 

Agradecido de su andadura

El anuncio de este lunes de su adiós fue la constatación de un agradecimiento y el grato recuerdo de una travesía de la que el navarro se ha sentido un privilegiado.

“Muchas gracias a los muchos y maravillosos compañeros corredores, con los que he podido aprender, disfrutar y sufrir durante incontables horas sobre la bici. Espero poder haber aportado mi granito de arena a todos ellos”.

El legado de Erviti es el reconocimiento a una carrera extraordinaria en la que ha acumulado el reconocimiento de la profesión. La unanimidad sobre la influencia de su figura arropó en la despedida a Erviti, que también se acordó de los amigos ausentes.

Gloria y tragedia. La vida. “A los que nos dejaron y a sus familias, siempre en nuestros corazones”. La clase y la empatía acompañaron a Erviti, un magnífico profesional y un gran tipo según aseveran quienes le conocen. 

Solidaridad y solvencia

El navarro deja el ciclismo después de 19 entregado a sus compañeros. Erviti ha sido la solidaridad, la solvencia y el trabajo bien hecho, impagable su labor como gregario ya fuera en Illes Balears, Caisse d´Epargne y Movistar, los equipos en los que ha militado, siempre dentro de la estructura promovida por Abarca.

El navarro, que debutó en 2005 con la estructura de Eusebio Unzué, ha sido uno de los mejores gregarios del pelotón, un ciclistas insustituible para sus numerosos líderes, que en su despedida agradecieron su tarea. Mas o Valverde le agasajaron en el cierre.

Unido a la escuadra de Movistar desde el comienzo, el navarro apaga dos décadas de ciclismo donde ha subrayado la dignidad y el sacrificio por el resto. Fuerte, poderoso, enorme rodador, Erviti era el gregario soñado por muchos. No sólo por su calidad sino también por su calidad humana. 

Prudente y sensato, subrayó la fortuna de haber sido ciclista. “Simplemente soy una persona con suerte. He trabado duro, pero he tenido mucha suerte de hacer para lo que ha sido una pasión para mí. Echo la vista atrás y lo que me queda son buenos momentos. Esto es lo bonito y disfrutar del deporte profesional”, dijo en ACDP tras la conclusión de Il Lombardia, la clásica que puso el “colofón” a su aventura.

Tres victorias

De su paso por el ciclismo cuelgan dos triunfos de etapa en la Vuelta y uno en la Vuelta a La Rioja y miles de kilómetros en los que llevó a hombros a sus jefes de filas. Pocos gregarios más leales, fieles y mejores que el navarro, un seguro de vida para los suyos. 

Siempre pendiente de los demás, de mejorarles la vida en cada carrera. Erviti dio cobijo a Valverde, Quintana, Landa o Mas en sus años de empeño en la estructura navarra.

A algo más de un mes para cumplir los 40, Erviti dice adiós con la sobriedad que le ha caracterizado en su carrera, donde acumula 29 grandes disputadas: 13 Tours, 15 Vueltas y 1 Giro.

Clasicómano de espíritu, Erviti obtuvo una séptima plaza en el Tour de Flandes y una novena en la París-Roubaix, ambas en 2016. Generoso, con enorme ascendente en el equipo debido a su comportamiento ejemplar, Erviti sirvió de guía para los más jóvenes.

Apaga su carrera un ciclista y una manera de entender el ciclismo que dejará un vacío difícil de rellenar. El general McArthur decía que los viejos soldados no mueren, sino que se desvanecen en la lejanía. Se va Erviti, el gregario fiel