cINCO años después, la Vuelta regresó a Bilbao con el mismo éxito. Faltó la guinda, como entonces, del triunfo de un ciclista local, pero la afición demostró que su fidelidad a este deporte está por encima de colores y por encima del calor que, de nuevo, acompañó al pelotón desde su salida en Corrales de Buelna hasta su llegada a la Gran Vía. Pero si hay que salir, se sale, y los aficionados tuvieron dos puntos señalados para mostrar su respetuoso apoyo a los corredores ya que por ambos transitó el pelotón de la Vuelta en dos ocasiones. También hubo gente en Txurdinaga y en las cercanías de Begoña, pero allí los ciclistas iban demasiado rápido para poder disfrutar.
En El Vivero, se formó un pasillo de ikurriñas, de camisetas del Athletic, de camisetas verdes del Caja Rural, el único equipo vasco en la carrera, y de nostálgicas naranjas, que probablemente también estuvieron allí hace cinco años cuando Igor Antón pedaleaba hacia su victoria más emotiva.
El ciclista de Galdakao estaba esta vez en la Gran Vía, rumiando su abandono de días atrás que le impidió disfrutar de una de esas etapas en las que el ciclista, si es de casa, cree volar y no siente apenas el cansancio porque el público le lleva en volandas hacia la meta. Otros exciclistas (Iñigo Cuesta, Eneritz Iturriaga, Gorka Beloki, Óscar Pereiro, Luis Pasamontes, Juan Carlos González Salvador...) se acercaron a la capital vizcaina para recordar viejos tiempos o, incluso como Iker Camaño, para participar en los protocolos publicitarios. El santurtziarra premió a los niños y las niñas que participaron en la vuelta mini que patrocina Cofidis y que pudieron vivir de cerca el montaje que supone una gran vuelta por etapas.
La logística ocupó todo el espacio desde la Plaza Moyúa hasta el Sagrado Corazón e invadió calles adyacentes como Elcano, Gregorio de la Revilla, Doctor Areilza o María Díaz de Haro. Incluso los aledaños de San Mamés, donde estaban estacionaos los vehículos de los equipos.
En la principal artería comercial de Bilbao, las terrazas vivieron un buen día, los comercios no tanto, porque era necesario aliviar el calor en la larga espera desde que a eso de las tres de la tarde se fue produciendo un goteo de aficionados que buscaban el mejor sitio para ver a sus ídolos. Aquí ya mandaba el rojo corporativo de la carrera y el amarillo de los muchos seguidores colombianos que #unidosporunpaís, se acercaron a la meta. Las negras de los miembros de la Peña Omar Fraile se quedaron con las ganas de festejar un triunfo del santurtziarra, cuyas piernas no acompañaron sus deseos.
Al final, el resultado dio igual, aunque Jens Keukeleire no pensará lo mismo porque, para él, Bilbao fue la gloria. Seguramente, no todos los habitantes de la villa pensarán lo mismo por las molestias que ocasionó en un día de labor, pero la unión de la Vuelta y Bilbao es una garantía de éxito. Si hay que hacerle caso al alcalde de Bilbao, habrá más.