HACE un año y cuatro días estaba en el hospital. Estaba muy mal”. Sergio Pardilla, que nació el 16 de enero de 1984, tiene una fecha tatuada en la memoria del dolor. 6 de abril de 2015. Aquel día, maldito en su biografía, Pardilla se golpeó brutalmente con un bolardo de la Gran Vía de Bilbao pésimamente señalizado. El impacto, violentísimo, le vapuleó el cuerpo del ciclista. Roto. Traumatismo cranoencefálico. El casco le salvó la vida. Aún así sufrió múltiples lesiones: un hemoneumotórax, los pulmones se le encharcaban de sangre, la fractura de la muñeca izquierda, que estalló... “Me rompí doce huesos contra aquel bolardo”, suma el ciclista manchego, protagonista en la Klasika Amorebieta, tercero en meta. Ganador.

Pardilla permaneció ingresado ocho días en el Hospital de Basurto, donde le operaron de urgencia de las múltiples fracturas que cosieron su liviana carrocería. Después, un calvario se adentró de sopetón en su vida. Las manos inútiles, los brazos escayolados. Noches de dolor, preocupación y vigilia. “No podía dormir más de dos horas por las escápulas y costillas rotas. No podía valerme por mí mismo y eso es lo más duro”, describe Pardilla, que bajó del podio con una sonrisa. Tercero. Ganador. “Es una gran sensación estar aquí. Para mí esto supone un punto de inflexión. Me vuelvo a sentir ciclista”, dice el corredor, que los dos meses posteriores al accidente necesitó la ayuda de su familia y amigos para “todo”. “Me tenían que ayudar a comer, a asearme, hasta en mis necesidades”, desgrana Pardilla, el físico astillado durante meses y la mente golpeándole la discapacidad. “No sabía cómo iba a quedar. Eso es duro de llevar”, apunta.

Cicatrizado y quebrado por todos los flancos, reconoce el ciclista que “los médicos no daban mucho por mí, pero aquí estoy”, se felicita. A Pardilla se le reventó la mano izquierda con el golpe contra el poste metálico. Los médicos aún dudan respecto a intervenir en la articulación o en dejarla tal como está. Su muñeca le pellizca la memoria constantemente. “En carrera, cuando acumulamos kilómetros, se me carga. No está bien del todo”, expone el corredor del Caja Rural, al que el accidente le ha dejado “secuelas” y la amistad con Stetina, herido en aquella caída desgarradora. “Mantengo contacto con él”. Hermanos de sangre. Un año y cuatro días después, en Amorebieta el sol acarició a Pardilla. “Lo importante es volver a levantarse”.